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En las inmediaciones del barrio de San Bernardo, uno de los más importantes en la historia de la capital hispalense, se encuentran los restos, ya por supuesto inactivos, de lo que antaño fue la Real Fábrica de Artillería de Sevilla, unas instalaciones cruciales en el desarrollo económico de la ciudad desde su apertura allá por el siglo XVI que, a pesar de encontrarse abandonadas, siguen guardando una historia fascinante, tal y como nos muestra el usuario de Twitter @PedrodeHispalis.
La creación del recinto, de acuerdo con los registros históricos, data del año 1565, si bien ya se se encontraba un taller de cañones en la zona aproximadamente 40 años antes. Una década antes de la mencionada apertura de las instalaciones, su fundador, Juan Morel, adquirió el terreno en el que aún se ubica la fábrica.
Apenas tres años después, en 1568, las labores de la industria de Morel se habían hecho ya famosas, llegando su reputación hasta la mismísima capital madrileña. De esta manera fue que el monarca Felipe II decidió encargar la cesión de cobre y estaño, los principales materiales necesarios para la fabricación de cañones, al hijo del fundador, Bartolomé, quien también se ocuparía de la fabricación del Giraldillo que aún corona el monumento sevillano por antonomasia, además de otras piezas parte del conjunto arquitectónico de la Catedral.
La actividad de la fábrica continuó, a partir de 1634, como propiedad del Estado español, el cual organizó obras de planificación diversas en el siglo siguiente (las cuales datan de 1720, 1725, 1730 y 1741) que no terminaron en resultados satisfactorios, lo que se tradujo en la contratación del francés Jean Maritz, famoso por su labor como inspector de las fundiciones de París. Maritz se ocupó de las mencionadas obras, finalizadas en 1773 manteniendo la estructura original de la edificación.
En lo que respecta a las características formales de la Real Fábrica de Artillería de Sevilla como conjunto arquitectónico, el próximo evento clave data del 1782, año en el cual se dotó a las instalaciones de un estilo barroco que aún hoy hace que su fachada sea especialmente distintiva.
Hasta su clausura en el año 1991, de esta fábrica procedieron materiales militares que marcaron la historia, como el cañón Tigre, famoso por arrancarle un brazo al Almirante Nelson allá por 1797, o cañones Krupp y Schneider y granadas utilizadas en la I Guerra Mundial. También en 1959, cuando la empresa por aquel entonces exclusivamente armamentística Santa Bárbara adquirió las instalaciones, Sevilla se convirtió en uno de los principales fabricantes de municiones y armas para el Ejército español.
En definitiva, a su valor arquitectónico se suma su vital importancia en el desarrollo del tejido empresarial armamentístico del país al completo, por lo que hablamos de una edificación para la historia.
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