Un capón de galera 'made in' Andalucía
Raimundo García está al frente de un proyecto alimentario de cremas embotelladas
"Especie de gazpacho que se hace con bizcocho, aceite, vinagre, ajos, aceitunas y otros ingredientes". Así define la Real Academia Española (RAE) el capón de galera. El origen del plato parece localizarse en el siglo XVII en Sicilia, donde se preparaba la caponata. Un guiso de berenjenas, apio, tomates u olivas finamente cortados y cocinados en aceite de oliva y acompañado de alcaparras. El término galeras alude a las embarcaciones marítimas en las que remaban presos, a los que se les alimentaba con este plato en época del reinando de Felipe IV.
Varios siglos después de esta práctica, un proyecto surgido en la pandemia toma ese nombre para sus cremas frías. Capón de Galera es una empresa sevillana con fábrica en Alcalá de Guadaíra que ha entrado en el cada vez más concurrido mercado de gazpachos, salmorejos y cremas embotelladas. "De la huerta a la nevera es nuestro lema", cuenta Raimundo García, un ingeniero industrial y profesor de universidad que cambió una multinacional por emprender su propio negocio. "Mi hermano Claudio y yo iniciamos el proyecto en 2018 y lo conseguimos lanzar en marzo de 2020, pero empezó la pandemia", cuenta Raimundo, que cogió una furgoneta y empezó a ofrecer por Montequinto sus productos. "Panadería-Confitería Loli fue el primero, ahora distribuimos a supermercados y tenemos 200 puntos de venta", añade el CEO de Capón de Galera.
La idea de montar una empresa de este tipo surge del interés por "comer sano, sencillo y sostenible", aprovechando las recetas clásicas y utilizando materias primas autóctonas: "Todos nuestros ingredientes son andaluces". Por ejemplo, el tomate de los gazpachos y salmorejos procede de una cooperativa de Los Palacios y Villafranca. Raimundo García hace hincapié en lo saludable que son sus productos: "Es comida fresca sin colorante ni conservantes que tú mismo te podrías preparar en casa". Reconoce que "la mejor crema es la que se hace uno mismo y aspiramos a ser la segunda". A ello le suma el aspecto sostenible, concretado en botellas de plástico reciclables y tinta ecológica.
La fórmula para hacerlo dice ser sencilla: "Compré una máquina que es como una Thermomix de 500 litros". Poco a poco ha ido creciendo y mejorando su fábrica y maquinaria. Algo que le ha hecho pasar los habituales gazpachos y salmorejos a otras cremas como la de zanahoria y manzana con un toque de curry o la de calabaza. Actualmente, tras dos años y medio de producción, tiene la capacidad de generar un millón de litros al año gracias a poder rellenar 12 botellas por minuto. Estas cifras hablan de la buena acogida que han tenido sus productos en el mercado, en el que no para de crecer y ya mira a otras provincias en las que vender sus cremas. En estos momentos, sus botellas se pueden comprar en Sevilla, Huelva y Cádiz.
El éxito de empresas de este tipo, que venden el plato ya cocinado, ponen de manifiesto el reducido tiempo del que disponen muchas personas a la hora de comer en su día a día. El número precocinados crece y crece hasta límites insospechados, reflejando el estilo de vida occidental cada vez más apresurado. En referencia a esto, Raimundo echa la vista atrás y da un dato que muestra el cambio: "En 1950, una ama de casa estadounidense dedicaba cuatro horas diarias a cocinar para su familia". Una cifra que se ha reducido considerablemente por múltiples factores y que invita al emprendimiento en el sector alimentario tal como ha hecho Raimundo García, quien también da la receta para iniciar nuevos proyectos: "Ser emprendedor tiene más de constancia que de buenas ideas".
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