Barrancos, el pueblo portugués que baila sevillanas
Curiosidades
Los vecinos de este municipio del Alentejo usan una lengua únia en el mundo con influencias andaluzas
Comparten recetas de gastronomía, vive el flamenco y es el único lugar luso donde el toro puede morir en la plaza
Mantienen la tradición de los "touros de morte" y bailan "sevilhanas". Son lusos, pero hablan un fluido español y presumen de su "barranquenho", una lengua única en el mundo, con retazos de portugués y castellano e influencias extremeñas y andaluzas.
Los vecinos de Barrancos (Beja, Alentejo) usan palabras como "dehmangaritá" (desmadrarse), tranga-mandanga (trabalenguas), "mata-pulga" (pulgar), "abarracar" (convalecer en cama) o "escarapantar" (sorprenderse). "Uzómi" (hombres) y "mulheri" (mujeres) pueden tratarse de "vocedes" mientras hablan sobre una "barranquenhada" antes de despedirse con un "me bo a di" (me voy) y subirse a un "arimobe" (automóvil). No sienten nervios, sino "niervos", saborean las "madalenas" y las "perrunilhas" (tortas típicas de Huelva) y usan nombres frecuentes en España, como Candelaria, Pepe, Mané (Manuel), Calrú (Carlos), Altú (Arturo) o Dolores.
Barrancos habla "barranquenho", es el único municipio portugués donde el toro puede morir en la plaza, "touro de morte", y vive el flamenco -con su festival BarrancoOle- y la matanza del cerdo (porcu) como sus vecinos españoles.
Los portugueses apenas les entienden cuando dicen "bor dia" o mencionan el "tubilhu" o el codu (tornozelo y cotovelo en la lengua de Camoes).
El "barranquenho" es casi tan antiguo como esta escondida localidad portuguesa de casas blancas colgadas entre cerros en la punta del triángulo que forma el Bajo Alentejo con la frontera española del norte de Andalucía y el sur de Extremadura.
A diez kilómetros de Encinasola
Separado de España por el río Ardila, hasta los años 40 este pueblo, coronado por el castillo de Noudar, estaba prácticamente aislado, solo comunicado por una estrecha carretera de 10 kilómetros con la española Encinasola (a la que ellos se refieren como Ginaçola).
El aislamiento y la hermandad entre españoles y portugueses han alimentado durante siglos esta lengua que viene a demostrar que la frontera no existe en la Raya.
"Es una mezcla del portugués con el español, con términos muy propios, resultado de la proximidad de Barrancos con la frontera, de esta amistad que los pueblos por toda la historia han tenido, por la guerra, por el contrabando, por la historia que tenemos en común", explica a Efe la vereadora (concejal) Dalila López.
Una gramática para evitar que se pierda el barranqueño
La universidad lusa de Evora prepara una gramática del barranqueño para evitar que se pierda, continúa orgullosa Dalila. "Hoy no hay escritura, es solo hablado, es un lengua que corre riesgo de perderse".
Los estudiosos no se ponen de acuerdo. Para unos, nace de los errores de los españoles al aprender portugués. Otros sostienen, sin embargo, que su base es portuguesa.
Durante siglos, hubo mayoría española en los registros municipales, recuerda a Efe Dulce Simoes, doctora en Antropología, que ha estudiado en profundidad la historia de Barrancos, en especial, el capítulo sobre el único campo de refugiados republicanos reconocido en Portugal, en la finca Coitadinha, al pie del castillo, y que permitió salvar la vida de más de mil españoles durante la guerra civil.
Epicentro del contrabando
Desde los años 40 del siglo pasado y hasta bien entrados los 60, fue uno de los epicentros del contrabando en la frontera. Por el Ardila cruzaron toneladas de café y carne escondidas en mochilas.
El contrabando, apunta Carlos, agente de Protección Civil local, alimentó la cultura común: "Dos tíos de Barrancos hablaban barranqueño y ni españoles ni portugueses entendían". Y lo explica en perfecto español. Cosas del trilingüismo.
José se junta a diario con sus amigos en el bar de la plaza. Rondan los 80 y viven los toros enganchados a la televisión española, en especial a la feria de San Isidro de Madrid.
Los del contrabando -evoca- fueron años difíciles para ambos lados: "Íbamos a llevar café a Encinasola, a varios sitios, a Oliva.. era más la vida del contrabando, donde había guardias y miseria ...".
Hoy, los vecinos de Barrancos siguen frecuentando Encinasola.
"La gasolina es más barata, el supermercado es más barato, y podemos tener asistencia médica gratuita". Argumentos de peso, resume Fátima, que regenta una cafetería.
Al otro lado de la frontera, mirando al río y a Barrancos, una empinada calle en Encinasola recuerda parte de esa historia. Es la Cuesta de los Contrabandistas.
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