¿Sabes qué detalle esconde la estatua de Aníbal González en la Plaza de España?
Esta escultura en honor al arquitecto más importante de la historia de Sevilla tiene un pequeño secreto que no todos conocen
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La Plaza de España, construida en 1929 para la Exposición Iberoamericana celebrada en Sevilla, es uno de los conjuntos arquitectónicos más importantes de toda la ciudad, por lo que cada día atrae a miles de habitantes y visitantes. Además, el idílico entorno a su alrededor (el parque de María Luisa) convierte esta plaza en una visita obligada.
Coronando esta bella estampa están la fuente central y una estatua de Aníbal González, a quien se homenajea en esta escultura por su labor como arquitecto director de este proyecto y por su carrera en general, la cual contribuyó a que aún hoy en día se le considere el arquitecto más importante de toda Sevilla.
Ahora bien, en esta misma estatua se encuentra un secreto que no todas las personas que visitan tan conocido punto de interés turístico conocen. Para verlo, basta con acercarse a ella y observar lo que se encuentra debajo del abrigo, junto a las piernas de esta estatua. Ahí veremos las marcas de tres manos pequeñas, como si de las de unos niños se trataran, marcadas en el metal.
Estas pequeñas marcas, aunque ciertamente puedan resultar perturbadoras, sobre todo si visitamos este punto cuando ya ha caído el sol, en realidad vienen de una historia fácil de contar y que de hecho tiene un componente emocional muy positivo.
Resulta que allá por 2010 el Ayuntamiento de Sevilla convocó un concurso en el que elegir artistas para ocuparse de erigir la estatua que ahora conocemos. El resultado de este concurso confirmó que esta tarea recaería sobre dos escultores y un arquitecto conocidos en la ciudad: Manuel Nieto, Guillermo Plaza y Manuel Osuna, quienes de hecho tienen su nombre inmortalizado en una placa junto a la estatua.
Este monumento en honor al arquitecto sevillano por excelencia fue finalmente inaugurado el 27 de mayo de 2011, y en su proceso de construcción, Nieto, Plaza y Osuna (los profesionales previamente mencionados) vivieron uno de los momentos más importantes de sus vidas a la vez, teniendo cada uno un hijo en el año que les tomó desarrollar este proyecto. Para conmemorar este evento, tan curioso como marcado por la casualidad, decidieron añadir este pequeño detalle a la estatua.
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