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Los Altos Colegios lucha por recuperar su historia

Los frescos datan del siglo XIX y son obra del pintor Antonio Cavallini, que decoró los frisos y los techos del centro

Fachada de los Altos Colegios de la Macarena. / Belén Vargas
Álvaro Ochoa

12 de diciembre 2016 - 02:32

Los Altos Colegios de la Macarena han sido el referente en la infancia de muchos antiguos vecino de la zona. Muchos de ellos tuvieron el privilegio de que sus primeras cartillas fueran unos frescos del siglo XIX donde las letras cobraban vida a través de dibujos. Cordilleras, constelaciones, mapas o refranes decoraban las salas cuando no existían los libros de texto. Ahora sólo se intuyen porque desde su inauguración, en 1894, el paso del tiempo y la dejadez han hecho que algunas de estas pinturas formen parte del pasado.

Azucena Sanz, directora del centro, quiere detener la progresiva desaparición de estas singulares pinturas didácticas, y para conseguirlo ha contactado con la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, propietaria del edificio. La corporación les ha prometido aproximadamente la mitad de los casi 25.000 euros que cuestan los trabajos de conservación.

También se ha puesto en contacto con la Junta de Andalucía, que por el momento no se ha pronunciado sobre este asunto pero que desde el colegio esperan que se sume a este necesario proyecto. Sí se ha sumado desinteresadamente la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla, que pone a disposición del centro a sus profesores y alumnos para llevar a cabo las labores necesarias.

Las pinturas que ilustran las aulas son obra del pintor suizo Antonio Cavallini, que las realizó a finales del siglo XIX, cuando este colegio, uno de los más antiguos de Andalucía, se abrió. En aquel tiempo, los frisos y techos de los cuatro pabellones de los que constaba la instalación fueron el lugar elegido para que estuvieran a la vista de todos en todo momento.

Esto dotó a los profesores de un material de apoyo extra, que no ha tenido control ni seguimiento para mantenerlo como se ideó. Fueron realizadas sobre yeso, lo que, unido a la humedad, las filtraciones de agua desde la cubierta del recinto y un falso techo que las ocultó en 1928, ha acelerado la descomposición o desaparición de algunas de ellas. Es el caso de las constelaciones que ocupaban los techos, de las que sólo quedan los bocetos enmarcados en una pared. Más suerte han tenido los frescos del relieve montañoso o las 28 letras del abecedario, que se distinguen con facilidad si uno las conoce y que muestran como estaban basadas en las cartillas de aprendizaje de la época.

Este problema no es nuevo pero sí conocido por las administraciones públicas, puesto que ya el informe que realizaron técnicos del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH) en febrero de 2012 concluyó que las pinturas "muestran graves pérdidas, poniendo en evidencia la urgente necesidad de intervención". De esa conclusión se va a cumplir un lustro sin que nadie haya puesto remedio.

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