Adoptar un abuelo, una relación de corazón
Más de 250 mayores de una veintena de ciudades participan en un proyecto que une a jóvenes con la tercera edad
El programa intergeneracional Adopta un Abuelo abandona las leyes genéticas o la consanguineidad para convertir a jóvenes de una veintena de ciudades de España en nietos de quienes no tienen compañía y llena las residencias de un amor aprendido que se forja con visitas semanales y un intercambio de cariño mutuo.
Trinidad Valencia supera los 90 años de vida y sueños, cifra a la que suma días y días con sonrisas y entretenida con la programación de actividades de la residencia que se convirtió en su hogar desde no sabe ya cuándo. En esa residencia, esta abuela sin nietos comparte momentos de charla con otros usuarios, pasea y embiste a la vida con el ánimo de un veinteañero, la edad de las dos chicas que la han adoptado como abuela.
El programa intergeneracional Adopta un Abuelo arrancó a finales del mes pasado de octubre. Una nueva temporada para unir a jóvenes con esa tercera edad que tanto tiene que aportarles y se ha convertido en el consuelo y la ilusión de ancianos que marcan en el calendario el día acordado de cada visita.
"Todo lo que necesitamos es cariño, nos gusta que vengan a visitarnos, que nos quieran, que nos cuenten qué hacen cada día y así hasta la próxima semana", explica Trinidad, usuaria de este proyecto que suma ya a medio millar de jóvenes que han ofrecido 15.000 horas de compañía a 250 ancianos en 20 ciudades.
El presidente y fundador de Adopta un Abuelo, Alberto Cabanes, ideó este proyecto tras comprobar, en las visitas que hacía a su abuelo, que muchos ancianos no disfrutaban de esa compañía de un nieto y anhelaban intercambiar caricias o historietas y una mano a la que aferrarse.
Y en eso se centra Cristina Benet, una opositora de 26 años que desde hace dos sumó a su familia una nueva abuela, Trinidad, con la que se reúne cada sábado por la tarde. Cristina descubrió Adopta un Abuelo en redes sociales y casi por casualidad, en las jornadas de formación y presentación de abuelos congenió con Trinidad y, aunque buscaban un voluntariado algo más temporal, acude desde hace dos años a disfrutarla. "Ella nos espera cada semana como agua de mayo y si llegamos tarde, se preocupa. Le habla a su familia de nosotras, nos pregunta por los estudios, por lo que comemos cada día y se comporta como una abuela más", explica Cristina. Esta joven tiene otra abuela, una de sangre que también está en una residencia aunque en otra ciudad. "Por eso, este voluntariado me conquistó, porque no todos los abuelos tienen alguien que pueda ir cada día a verlos".
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