Análisis 'Atelier Lulua: The Scion of Arland'
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Acompañamos a Lulua en su viaje para convertirse en una alquimista de renombre
La serie Atelier se ha convertido en una de las franquicias más reconocidas dentro de los videojuegos de rol de corte nipón. Su estructura, generalmente formada por trilogías, ha ido calando poco a poco dentro de los amantes del género hasta cristalizar en un universo propio repleto de color y aventuras que vivir. Alejada del tradicionalismo que impera dentro del género, la saga hace honor a su nombre introduciendo los elementos de la alquimia, cuyo peso se siente tanto dentro de la trama como en el apartado jugable.
Ahora, celebrando las dos décadas desde el lanzamiento del original, nos llega un nuevo título que promete expandir el mundo de Atelier con algunas adiciones interesantes en su desarrollo. Hablamos de Atelier Lulua: The Scion of Arland, obra que nos devuelve a las tierras de Arland -una de los más queridas de la serie- estrenando protagonista, pero compartiendo vínculos que vivimos en etapas pasadas. Revisad fórmulas y preparad las materias primas, que comenzamos.
Una hija condenada por su legado familiar
The Scion of Arland nos lleva, directamente, a controlar a la hija de la que fue la protagonista de Atelier Rorona: Lulua. Su legado como alquimista está presente en cada esquina, por lo que nuestra pequeña protagonista tendrá que lidiar con la sombra de lo que fue su madre. Por desgracia, Lulua no está a la altura de lo esperado, con algunos errores tanto en técnica como en formulación. Éste es el punto de partida de la trama argumental que, sin reinventar la rueda, sigue la estela de los demás videojuegos de la franquicia.
Ahora el conocido personaje recorrerá, justo en el momento en el que un misterioso libro surge de la nada, una aventura en la que conocerá multitud de compañeros, siguiendo así los cánones tradicionales del género. Lulua, como alquimista primeriza, tendrá que descifrar los acertijos que esconde el misterioso libro -que únicamente puede leer ella- para convertirse, cómo no, en una alquimista a la altura del legado familiar.
A partir de aquí podéis imaginaros lo que nos espera, que, de hecho, sigue la misma fórmula que los anteriores títulos, porque si algo funciona para qué cambiarlo: explorar cada rincón en busca de materias primas con las que elaborar nuevos elementos, sintetizar y seleccionar los necesarios para poder crear una fórmula determinada y continuar con nuestra aventura. Lo interesante es que será el tomo desconocido el que vaya guiando los pasos de nuestra protagonista, lanzando pistas sobre los nuevos objetivos y descifrando los componentes necesarios para echar al caldero. Y, por supuesto, Lulua no estará sola en esta empresa, sino que irán añadiéndose a nuestro grupo alquímico diferentes personajes con sus propios intereses y metas, materializando así una trama argumental que, sin ser inolvidable, deja un buen sabor de boca.
En este sentido debemos decir que, al tratarse de un mundo compartido y generado en otro título de la franquicia, las referencias hacia personajes o eventos pasados será una constante. Y no es que sea necesario haber disfrutado de los anteriores para comprender la trama de The Scion of Arland, pero sí es cierto que aquel que tenga fresco el viaje de Rorona será capaz de contemplar el guion de forma más completa.
Mejorando lo presente y simplificando el futuro
Entrando en materia jugable, y si bien es cierto que el título se escuda dentro del género de rol, hay diferentes elementos que hacen única la serie Atelier. El primero de ellos es la alquimia, presente en la trama, pero también dentro de los combates. Lulua será la encargada de crear objetos y brebajes con los que apoyar al resto del equipo, así como utilizarlos en contra de los monstruos que nos sorprendan.
De hecho, el grupo que va formado el plantel de personajes y que acompaña a la protagonista es bastante diferencial, siendo unos los encargados de mostrar músculo mientras que otros, como Lulua, servirán de apoyo. El videojuego plantea la alquimia como eje central, por lo que podemos ir olvidándonos de ganar si simplemente subimos de nivel a los personajes o compramos el mejor equipamiento. Advertimos desde este momento que, pese a ser un videojuego colorido y bastante blanco en cuanto a temática se refiere, Atelier Lulua es una obra más difícil de lo que puede parecer a simple vista, y será necesario el uso de la cabeza y el temple para poder acabar con los enemigos más poderosos.
En comparación con los demás títulos de la serie se han introducido algunas mecánicas nuevas en el combate, que son bien recibidas. Por ejemplo, ahora podremos interrumpir en cualquier momento -siempre que tengamos el indicador pertinente lleno- el movimiento del contrario, adelantando el turno de Lulua y permitiendo así gestionar mejor la estrategia a seguir. Por otra parte, la gestión alquímica se ha simplificado para hacerla más versátil. Simplemente tendremos que seleccionar los ingredientes adecuados o los que tengan la habilidad que queremos incorporar en el combate para sintetizarlo, dejando en el olvido los complejos puzles que antaño nos dieron más de un dolor de cabeza.
Por último, el concepto del tiempo, tan presente en anteriores títulos y que nos obligaba a medir bien nuestros pasos para no hacer viajes en vano, se ha eliminado por completo, dejando al jugador la libertad de explorar, sin ningún tipo de agobio, cada rincón de los parajes que están a nuestra disposición. Este hecho puede sorprender a más de uno, sobre todo teniendo en cuenta cómo influye el tiempo dentro de la franquicia, pero, por lo general, el cambio agradará a aquellos jugadores que quieren explorar sin temor a una penalización.
Una enorme aventura que descubrir
En cuanto al apartado audiovisual se refiere, Atelier Lulua sigue exactamente los mismos pasos que sus predecesores. Es decir, estamos ante de un videojuego de marcado corte japonés, con unos diseños más que reconocibles y que, dejando a un lado que puedan gustar más o menos, son sello de referencia de la franquicia. En este aspecto, tanto los protagonistas como enemigos cuentan con un diseño más que correcto, así como los escenarios, todos repletos de color gracias a una paleta de colores vívida y una dirección de arte muy marcada por las anteriores entregas.
Para revisar el juego, hemos probado el título en PlayStation 4 y Switch, que se nos antoja la versión más interesante, ya que ofrece en su pequeña pantalla un videojuego con gráficos resultones impensables hace unos años. Al otro lado de la balanza, y entrando ya en materia acústica, Atelier Lulua tiene una de las bandas sonoras más inspiradas de la franquicia, con multitud de temas alegres y optimistas que se repetirán una y otra vez en el cerebro del jugador. Además, y como guiño a los seguidores de la serie, el juego viene con las voces originales en japonés. El contrapunto lo pone, de nuevo, y como viene siendo habitual en la franquicia, los subtítulos: únicamente en inglés. Esperamos que, de cara a nuevas iteraciones de la serie, y más teniendo en cuenta que este tipo de títulos cuentan con una gran cantidad de textos, el castellano sea una de las opciones a escoger, pues puede ser una barrera para más de un jugador curioso que no se atreva a echarle el guante por la barrera lingüística.
Conclusiones
Gust firma con Atelier Lulua: The Scion of Arland el que será el cuarto juego basado en las tierras de Arland con un capítulo que contiene todos los ingredientes que hacen de la serie algo único dentro del mercado. La trama argumental, si fuimos seguidores de Rorona, añade nuevas capas y vínculos entre personajes nuevos y antiguos; el sistema de alquimia y de combate se ha revisado para actualizarlo de cara a los nuevos jugadores y, como no podía ser de otra manera, se ha confeccionado un videojuego robusto que juega muy bien sus cartas a la hora de entretener al jugador. Se trata de un gran exponente de género que busca nuevas fórmulas de entretener alejadas del estereotipo japonés. El sistema de alquimia es muy entretenido y la eliminación del tiempo permite al usuario explorar libremente cualquier paraje sin tensión.
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