Drones cada vez más humanos

El catedrático de la Hispalense Aníbal Ollero recibe 2,5 millones de la UE para sus naves robóticas que obtienen datos de lugares inaccesibles

El profesor Aníbal Ollero junto al dron con brazos articulados del proyecto Aeroarms.
El profesor Aníbal Ollero junto al dron con brazos articulados del proyecto Aeroarms. / José Ángel García
Cristina Díaz

13 de abril 2018 - 02:00

Muchos relatos futuristas hablan de robots que adquieren cualidades casi humanas. El director de cine Ridley Scott pronosticó en los años ochenta en su película Blade Runner que en 2019 se fabricarían humanos artificiales y juguetes que interactuarían con las personas. Quizás el futuro no esté tan lejos, pues ya se desarrollan máquinas que van más allá de las cualidades propias de un simple robot. Un ejemplo de ello son los drones con brazos articulados que desarrolla el grupo de Robótica de la Universidad de Sevilla y la Asociación de Investigación y Cooperación Industrial de Andalucía (Aicia), que dirige el catedrático Aníbal Ollero, y que se inspira ahora en los pájaros para que estas naves no tripuladas puedan interactuar con las personas.

El Consejo Europeo de Investigación (ERC) acaba de conceder a este proyecto, denominado Griffin (grifo en español), una beca Advanced Grants de 2,5 millones de euros para su desarrollo. Se trata del decimotercer proyecto con financiación europea que tiene actualmente en vigor el catedrático sevillano, asesor científico del Centro Avanzado de Tecnologías Aeroespaciales (Catec).

"El nuevo reto que se nos presenta es resolver dos problemas no resueltos hasta ahora. Uno de ellos es la energía, aumentar el tiempo de vuelo; y el otro, la seguridad de las personas que están alrededor del dron y evitar accidentes. Y lo vamos a resolver con soluciones bioinspiradas, es decir, inspirándonos en los pájaros", comenta Ollero, candidato, además, al premio Innovador Europeo del Año. "Queremos que nuestros drones sean más ligeros y vuelen como los pájaros, no con los rotores, sino con alas fijas y alas batientes. Que puedan batir sus alas y que sea capaces de posarse con precisión en una cornisa o en un sitio de difícil acceso como hacen los pájaros y que puedan interactuar con las personas, que se pose en tu mano y lo lances a realizar una tarea, como las palomas mensajeras".

Este proyecto es la continuación de Aeroarms, que ha conseguido desarrollar el primer sistema robótico aéreo con múltiples brazos articulados y capacidades avanzadas de manipulación aérea para aplicaciones de inspección y mantenimiento de plantas industriales, un proyecto que el pasado mes de noviembre recibió el premio Innovation Radar de 2017, una iniciativa de la Comisión Europea que reconoce las mejores innovaciones creadas en la Unión Europea y con un alto potencial de mercado. Aeroarms se impuso en la final celebrada en Budapest (Hungría) a otros 20 equipos gracias a un prototipo desarrollado en el Catec.

Parte del equipo de Aeroarms realizaba esta semana en el Centro Avanzado de Tecnologías Aeroespaciales los últimos ajustes al prototipo que el próximo miércoles presentará en Rotterdam, en los Países Bajos, ante numerosos agentes del sector de la industria petroquímica.

"Vamos a hacer unas pruebas en el circuito de Karting que hay en Alcalá del Río antes de viajar a Rotterdam. Aún tenemos que resolver algunos problemas", comenta Aníbal Ollero. "Toda demo supone un gran riesgo", continua el profesor que, a pesar de la tensión que supondrá la demostración del nuevo sistema, se muestra bastante tranquilo.

Aeroarms es un proyecto del grupo de Robótica de Aicia, que coordina un consorcio en el que además de la Universidad de Sevilla se integran otras nueves entidades del sector público y privado del ámbito académico y tecnológico de España, Suiza, Alemania, Francia e Italia.

"Hace algunos años creamos una nueva disciplina, una nueva tecnología inexistente hasta ahora, la manipulación robótica aérea, que nos ha permitido desarrollar los proyectos posteriores, entre ellos Aeroarms", explica Aníbal Ollero. El proyecto primitivo se llamaba Aerin Robotics Cooperative Assembly System (Arcas). "Lo que hemos hecho ahora en Aeroarms es aplicar toda esa nueva tecnología que creamos y ampliarla. Por ejemplo, en Arcas los drones sólo tenían un brazo robótico y ahora tienen dos. Es una tecnología muy compleja. Es muy difícil coordinar el vuelo del dron con los movimientos de los brazos, se puede desequilibrar y caerse".

Ollero y su equipo han aplicado esta nueva tecnología a los trabajos en altura que se realizan en las industrias petroquímicas principalmente, a los trabajos de inspección, recogida de datos y mantenimiento. La medida del espesor de una tubería de una refinería es una importante tarea, ya que permite ver el efecto de la corrosión y evitar posibles accidentes como por ejemplo escapes que puedan producir explosiones o contaminar. Estos trabajos se realizan en altura, con los operarios colgados con cuerdas, en andamios o grúas. El dron desarrollado puede volar hasta este punto tan inaccesible, moverse a lo largo de la tubería y mediante sensores tomar medidas de su estado.

Además, los trabajos de inspección y mantenimiento suponen un importante coste para las industrias, ya que, según Ollero, "sólo una refinería tiene 40.000 kilómetros de tuberías, eso es darle la vuelta al mundo". El profesor indica que al año se realizan 50.000 inspecciones. "Eso significa un coste mundial de 2.000 millones de euros al año".

Con Aeroarms se reducirían los costes y también los accidentes que se producen en los trabajos en altura. "Con este dron será posible realizar estas tareas con menos costes, un ahorro de 700.000 euros al año en una refinería, diez veces más rápido y sin accidentes debido a los trabajos en altura".

Otra de las aplicaciones de este dron es la inspección de grandes infraestructuras como puentes y evaluar daños que una cámara, a través de la captación de imágenes, no puede llegar a hacer. También se puede aplicar en caso de catástrofe natural, ya que el dron puede volar y llegar hasta una zona en la que se haya producido una importante inundación o terremoto, con la consiguiente pérdida de las comunicaciones, e instalar una antena. "Los brazos robóticos de los drones no solo pueden tomar datos e imágenes, sino también manipular mientras vuelan. Son capaces de montar una antena en un sitio inaccesible o instalar cámaras o sensores en sitios a los que no se pueden acceder o cuyo coste de acceso es muy complicado".

Aeroarms, con una financiación europea de 5,7 millones, comenzó a desarrollarse en junio de 2015 y finaliza en mayo de 2019. En él participan más de 30 personas. Éste ha sido, según cree el profesor Ollero, el proyecto definitivo que le ha metido en la lista de los European Leadership Awards, que se darán a conocer el 23 de mayo en Bruselas. El catedrático de la Universidad de Sevilla está seleccionado en la categoría de innovador del año junto al húngaro Krisztián Imre, que ha desarrollado un asistente dirigido a personas ciegas; y los hermanos suecos Max and Allen Mohammadi, cuyo proyecto se basa en el diagnóstico precoz de enfermedades cardíacas.

A estos galardones también está nominada la banquera española Ana Patricia Botín en la categoría de CEO del Año, además de Emmanuel Macron y Angela Merkel en la categoría de líder del año.

"Creo que estoy incluido en esta lista de líderes europeos por el éxito de una serie de proyectos consecutivos que han obtenido la calificación de excelente por parte de la Comisión Europea, entre ellos, y quizás el más importante, el de Aeroarms", indica Aníbal Ollero. "Todo premio es buen recibido, pero nosotros ya estamos satisfecho con lo conseguido. Estar entre los tres mejores innovadores europeos del año y el año pasado haber ganado el premio Innovation Radar, que abarca todo el campo de la Tecnología de la Información y las Comunicaciones de Europa y que nunca antes había conseguido un español, ya es una gran satisfacción", concluye el catedrático.

Europa también reconoce la investigación de Eduardo Camacho

El Consejo Europeo de Investigación (ERC) también ha reconocido este año el trabajo del profesor de la Universidad de Sevilla Eduardo Fernández Camacho, al que le ha concedido 2,5 millones de euros para avanzar en un proyecto que plantea integrar sensores móviles colocados sobre vehículos terrestres o dispositivos aéreos no tripulados en los sistemas de control. El proyecto plantea como caso de estudio una planta de energía solar. Sin embargo, los resultados podrán aplicarse a otros sistemas como el control del tráfico en ciudades y autopistas, la gestión energética de edificios, sistemas de riego y control de plagas en agricultura. Los datos proporcionados por estos sensores permitirán crear nuevos modelos predictivos de gran utilidad para gestionar estas instalaciones. Se trata de un importante reto para mejorar estos sistemas de control que plantea un potencial salto cualitativo a nivel mundial. En esta convocatoria, 2.167 proyectos de investigación aspiraban a conseguir financiación. Finalmente, el ERC ha repartido sus ayudas entre 269 investigadores, 18 de ellos españoles, entre los que están Eduardo Fernández Camacho y Aníbal Ollero, los dos profesores de la Universidad de Sevilla.

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