La Virgen del Rocío del Salvador: la ofrenda de un converso
Historias taurinas
La figura del ganadero sevillano José Anastasio Martín se sitúa en el centro de la génesis de esta imagen, encargada por el médico Antonio Leyva a comienzo de los años 20, que sería remodelada a fondo por Sebastián Santos en 1952
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La salida de la imagen vicaria de la Virgen del Rocío que recibe culto en la iglesia del Salvador forma parte de las vísperas inconfundibles de la Navidad según Sevilla. Pero su llegada al templo colegial es anterior a la fundación de la propia hermandad del Rocío de Sevilla, erigida en 1933 con la curiosa prohibición de ir en romería a la aldea almonteña –exclusiva de la Hermandad de Triana- que sólo lograrían revocar en 1951.
¿Cuál era la procedencia de la imagen? El investigador y erudito taurino Luis Rufino Charlo, descendiente de las sagas ganaderas de los Martín y los Moreno Santa María fue el responsable de alumbrar la verdadera pista, enhebrada directamente con su propia familia. Aquí entra en escena la figura del ganadero y terrateniente José Anastasio Martín, un personaje fundamental en la historia de la ciudad y el campo de Sevilla en los primeros años del siglo XX.
José Anastasio Martín era hijo de Anastasio Martín Suárez, eterno benefactor de la hermandad de Coria del Río –el solar de su casa coriana lo ocupa hoy una plaza y la propia capilla de la hermandad- y uno de los grandes impulsores del rocierismo moderno. “No hay que olvidar que el primer cuarto de baño que llegó al Rocío lo puso él para el duque de Montpensier, en una tienda de campaña con un retrete”, apunta Rufino Charlo desvelando otros datos que refuerzan esos fortísimos y antiguos lazos familiares con el movimiento rociero que abonó la explosión actual que no se puede entender sin el concurso de la burguesía agraria y ganadera del campo de Sevilla
Una conversión que alumbra una imagen
Pero nos interesa ahora el papel jugado por su hijo José Anastasio, que además de heredar la condición de benefactor de la hermanad de Coria llegó a ser presidente de la Diputación Provincial. Era íntimo del conde de Romanones que, incluso, llegó a ser padrino de su hija Rocío Casilda Martín Carmona, nieta del célebre diestro Antonio Carmona El Gordito y abuela de los Rufino Charlo. “La Virgen del Rocío llegó a la iglesia del Salvador por mediación de mi bisabuelo, José Anastasio Martín”, reseña Rufino.
“Había llevado al Rocío a Antonio Leyva, médico y amigo personal y un hombre descreído que se convirtió al ver la Virgen en una romería de comienzos de los años 20”. Ése fue el comienzo real de esta historia. “Leyva, en agradecimiento, encargó la imagen llevando al escultor a nuestra casa del Rocío para tomar modelo”. La imagen fue entregada a la hija de José Anastasio Martín, Rocío, la ahijada de Romanones. La Virgen pasaría brevemente por la casa familiar de la calle de San Isidoro antes de ser depositada en la parroquia del Salvador para recibir culto.
Del escultor que realizó la imagen nada se sabía. Vicky Muñoz -hermana del Rocío del Salvador y descendiente de otra dinastía taurina, la de los Lebrija- sabría coser el hilo enhebrado por Luis Rufino para encontrar esa pieza suelta. Había sido gubiada por José Gallego Muñoz, un olvidado escultor y tallista de la época con taller en la calle Céspedes. A partir de ahí se pueden rescatar otros hitos protagonizados por la imagen que llegó a ser incluida en la gran exposición que acompañó al I Congreso Mariano Hispano-Americano organizado en torno a la muestra del 29.
“La imagen fue cedida a la parroquia del Salvador”, recalca Luis Rufino aportando un documento excepcional para aclarar las marañas en torno a la historia material de la imagen. Se trata del recibo expedido por Sebastián Santos Rojas el 7 de mayo de 1952 en el que acusaba el pago de 6.000 pesetas por parte de Rocío Martín Carmona –abuela de Luis Rufino; hija de José Anastasio Martín- en concepto, ojo, de la “restauración de la imagen de la Virgen del Rocío propiedad de la mencionada señora y camarera de la misma imagen”.
Pero aquella intervención pudo escaparse de los moldes que hoy entendemos por restauración, dato que argumenta Luis Rufino Charlo al afirmar que los trabajos de Santos Rojas abarcaron la remodelación de la mascarilla y las manos aunque, eso sí, siempre sobre la imagen anterior, con una devoción más que consolidada y vinculada a su familia. Así lo atestigua el dato de haber sido vestida con el traje de novia de la propia Rocío Martín Carmona, su propietaria, para la solemne bendición de la imagen en la iglesia del Salvador el 12 de mayo de 1923 entronizada en el altar de plata que hoy sirve de retablo al Señor de Pasión.
Su nieto aporta otros datos que refuerzan ese estrecho vínculo familiar con la popular Lotera como el primer traslado de la Virgen al altar mayor del templo colegial para la boda de su propio padre, Francisco Rufino, que llegó a ser número uno de la corporación rociera, alcalde perpetuo de carretas y abanderado honorario que –como su propio abuelo en Coria- renovó el compromiso familiar de prestar una yunta de bueyes a perpetuidad para conducir el simpecado cuando la hermandad del Salvador pudo, por fin, peregrinar a la aldea almonteña. Así lo atestigua un oficio fechado en octubre de 1950 –la primera peregrinación fue en 1951- en el que se agradece el ofrecimiento. En esa misma fecha se rubrican otros documentos similares en los que se nombra a Salud Charlo, su mujer, camarera tercera de la imagen u otro, de 1955, en el que se nombra a Paco Rufino como Alcalde de honor... Y fue Rufino, precisamente, el que acabaría formalizando la cesión de la imagen, subraya su hijo Luis, a la parroquia.
Es la misma imagen, la más antigua de las vicarias, que llegó a procesionar –no sin cierto malestar del universo almonteño- en carreta de plata desde el templo colegial hasta la parroquia de San Juan de Aznalfarache, donde era sustituida por el Simpecado, que había sido llevado a caballo. La operación se realizaba a la inversa a en el camino de vuelta. La imagen de la Virgen volvía a ser entronizada en la carreta en el regreso de los romeros, que la acompañaban hasta su llegada al Salvador. Así sucedió entre 1953 y 1959, sustituyendo en los últimos años el templo de San Juan por la primitiva e incipiente parroquia de Los Remedios.
Pero… ¿qué fue de las antiguas mascarilla y manos? ¿Es verdad que el niño podría pertenecer a la producción de Castillo Lastrucci? Luis Rufino sostiene que las que pudo labrar Gallego Muñoz pudieron quedar en una antigua casa familiar de la localidad de Pilas sin que pudieran ser recuperadas. Ahí se abre otro enigma…
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