Villita fue la única luz de un festejo que enseñó demasiadas carencias
VI NOVILLADA DE ABONO
La sexta y última novillada incluida en el abono de la temporada hispalense enseñó la proyección, la entrega y el buen concepto del novillero conquense y evidenció las goteras profesionales de sus compañeros de terna ante un desigual encierro de Albarreal
La plaza de la Maestranza abre paso a las bases del toreo
El Repaso: a retortero con el tema de las novilladas
Sevilla/Las novilladas de abono de la temporada 2024 ya son historia. El festejo de anoche cerró este particular tramo de oportunidades que ha dejado un amargo sabor de boca. Han sido seis festejos seguidos con contados acontecimientos, un bajo nivel ganadero y una baraja demasiado amplia de novilleros sin demasiada proyección que invitan a hacer algunas reflexiones sobre la vigencia de un modelo que pide a gritos explorar otras posibilidades para devolver a este ciclo el interés, la oportunidad y el sentido de la competencia. ¿Se le pone el cascabel al gato?.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de la Real Maestranza de Sevilla
Ganadería: Se lidiaron seis utreros de Albarreal, desigualmente presentados. El primero resultó manso y Deslucido; humilló el segundo; manejable el tercero; tardo y espeso el cuarto; bruto y manso el quinto y deslucido el sexto.
Novilleros: Villita, de Macarena y oro, ovación y vuelta al ruedo.
David López, de aftereight y oro, palmas y silencio tras aviso.
Aarón Infantes, de marino y oro, silencio y palmas
Incidencias: La plaza registró algo menos de media entrada en tarde noche de agradable temperatura. Raúl Palancar saludó tras banderillear al segundo.
La novillada de esta primera noche de verano -que se vivió con tempertaturas muy suaves- no se iba a escapar de esa constante aunque pudimos consolarnos con la proyección, las buenas maneras y la entrega de un novillero de Cuenca que ha tardado la friolera de seis años en volver a pisar el ruedo de la Maestranza del que salió como triunfador en el ciclo de promoción de nuevos valores celebrado en el verano de 2018. De sus compañeros, sin entrar en demasiados detalles, sólo cabe preguntarse qué pintaban anunciados en la plaza de Sevilla. Alguien les hizo un flaco favor...
Villita lidió un primer ejemplar descaradito de pitones y muy abanto de salida que iba a marcar su condición mansa desde la mismísima puerta de chiqueros. Mentiroso en el caballo, el novillo de Albarreal llegó a la muleta huyendo de todo pero Villita, que brindó a El Cid, supo cogerle las vueltas en una labor templada, un punto discontinua y salpicada de detalles de buen gusto. El novillero de Cuenca supo poner suavidad en la aspereza de un animal rajado y berreón sin que la banda de Tejera, que permaneció muda, estuviera a la altura de las circunstancias. A lo mejor habría cambiado la decoración... El desarrollo del trasteo, ésa es la verdad, adoleció de un hilo más continuado y un mejor refrendo con la espada.
Villita iba a dibujar dos o tres lances de buena factura a un cuarto mansón y tardo con el que volvió a enseñar la calidad de su toreo y su capacidad de entrega. Llegó a torearlo por ambas manos, poniéndolo todo y tirando de él, muy cruzado, muletazo a muletazo, en una labor de denso argumento interior que remató de un feísimo espadazo trasero que emborronó en parte todo lo hecho. La vuelta al ruedo, en cualquier caso, fue merecida.
David López, de Colmenar Viejo, sorteó un segundo de buenas hechuras al que lanceó sin brillo. Le dieron fuerte en el caballo y no se desplazó mal en banderillas pero en la labor del colmenareño, que fue alcanzado sin consecuencias en el inicio de su faena, hubo demasiadas lagunas y carencias. López iba a repetir idéntica decoración con un quinto abanto y distraído, de embestida descompuesta y aire rajado que marcó sus querencias desde el principio hasta quedar aplomado. La papeleta, con tan escasa preparación, era más que complicada y pasó una eternidad en la cara sin concretar nada.
Aarón Infantes, de Alcázar de San Juan, saludó al tercero con una larga de rodillas en el tercio y un puñado de lances, a su aire, en los que no faltó el temple. El manchego comenzó su faena de rodillas y se esforzó en un trasteo tan voluntarioso cómo opaco -la embestida era más o menos manejable- que reveló demasiadas goteras profesionales.
Se iba a marchar a portagayola para recibir al sexto antes de trufar lances de todas las marcas con aire efectista que fueron celebrados por ese peculiar público que nutre ahora los tendidos. El animal se quedó prácticamente sin picar y llegó a la muleta moviéndose sin calidad. El manchego, una vez más, iba a evidenciar que la papeleta le venía larga. Dos horas y media después del primer clarinazo había que responder a demasiadas preguntas.
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