Tribuna Económica
José Ignacio Castillo Manzano
Las Tres Gracias del presupuesto andaluz y Séneca
AUTOBIOGRAFÍA
Sevilla/Si hay una vida que resume todos los resortes del toreo es la de Manuel Escribano: el triunfo, el fracaso y el ostracismo se enhebran con la certeza real de la muerte en una trayectoria marcada por una constante irrenunciable: el afán de superación. El diestro de Gerena ha volcado todos esos hitos vitales en un libro que sorprende por su descarnada sinceridad y un fresco estilo directo que ha encontrado en el profesor Antonio Ramírez de Arellano la mano amiga para transcribir, de forma prácticamente textual, las confesiones de un torero que ha cumplido veinte años de alternativa después de viajar por todos los estratos de la profesión.
“Se trataba de contar todo lo que ha sido mi vida, hacerlo de pe a pa... las cosas buenas, las cosas bonitas, las cosas que duelen, las dificultades que entraña esta profesión; por eso va titulado así el libro:Tauromaquia y verdad; es mi verdad, la que he vivido, la que cuento y narro en este libro”, explica el valeroso torero sevillano que, figuradamente, iba a escribrir las últimas páginas del libro con el hermoso y emocionante gesto del día de los victorinos, el pasado 13 de abril. La muerte del sexto toro de aquel día, con la ropa destrozada y vestido con unos vaqueros, ilustra este reportaje. El primero de la tarde le había enviado a la enfermería. Manuel, que llevaba una cornada, exigió ser operado con anestesia local para poder salir a matar a su segundo. Le cortó las orejas en medio de una impresionante emoción. El libro ya estaba maquetado pero Ramírez de Arellano, requerido por el editor David González, añadió la gesta a modo de posdata. No podía faltar...
Pero este libro esconde otras claves y hasta podría funcionar como un manual para los chavales que quieren afrontar la aventura azarosa del toreo. “Era la primera idea que tuve; por suerte o por desgracia he pasado por todo lo que puede pasar un torero y tenía que aprovecharlo para que fuera didáctico. Hay personas que pueden atravesar estados parecidos a los que yo he experimentado y podría servirle para verse reflejados en esas situaciones; al final son experiencias que yo también he bebido de otros toreros, de deportistas de élite y de personajes que han hecho algo importante a lo largo de sus vidas; eso es lo que más me animaba a la hora de afrontar este proyecto", explica el matador que logra sobrecoger, con sencilla naturalidad, a la hora de narrar dos percances que han marcado su vida personal y taurina junto a dos faenas trascendentales a dos toros inolvidables.
El primero de ellos fue Datilero, el miura que le sacó del ostracismo en la providencial sustitucion de El Juli en el confín de la Feria de Abril de 2013. El otro, el célebre Cobradiezmos, ese ejemplar de Victorino Martín, indultado en las manos de Escribano, que ha dejado una impresionante simiente en la vacada cacereña. Inseparablemente de esos dos triunfos, en las mismas temporadas, se dibujan dos cornadas horripilantes que le colocaron en los umbrales de la muerte y dieron la medida del gran torero y la fortaleza del hombre. El primero de ellos, el mismo año de su resurrección taurina, lo sufrió en la placita de Sotillo de la Adrada. El traslado agónico a un hospital de Móstoles al que llegó desangrado, evocando a su madre y casi expirando nos traslada a aquel viaje a ninguna parte del gran Paquirri. Tres años después, en Alicante, iba a sufrir otra espantosa cornada cuando entraba a matar un toro de Adolfo Martín. Ninguno de ellos lograron quebrar las confianzas...
“Son puntos que marcan mi carrera. Con Datilero y Cobradiezmos logré tocar el cielo con las manos, llegué a encontrar lo que buscaba cuando soñaba con ser torero pero la dureza y lo cruel está en esas cornadas casi mortales” reflexiona el matador que cuenta en primera persona, con asombrosa sencillez, las sensaciones que se experimentan cuando la vida se escapa a borbotones. “Cuento en primera persona que sentía que me estaba muriendo en Sotillo pero la de Alicante, que no podía ser mortal por las manos en las que caigo, me ha dejado secuelas que arrastraré de por vida;eso es el blanco y el negro del toro porque todo puede cambiar en un segundo”. El torero de Gerena cuenta con la misma naturalidad aquellos años en los que descendió al sótano del toreo y desapareció de las ferias. “Lo más duro que yo he vivido es eso, más que esas cornadas que llegaron cuando ya estaba funcionando; te para un toro pero lo otro es distinto, son cosas feas que te van ocurriendo pero tenía que contarlo. A pesar de pasar por esos momentos tan negros seguía entrenando y preparándome con la misma ilusión, sin rencor ninguno a mi profesión. Eso es lo que hizo que pudiera salir a flote y hoy esté donde estoy” rememora el torero.
Hay que subrayar que este libro -es el décimo que ha editado El Paseíllo, el sello editorial de David González y Fernando González Viñas- no habría sido posible sin el rol de amanuense de Antonio Ramírez de Arellano. La amistad entre el torero y el catedrático que, degenerando como el banderillero de Belmonte, llegó a consejero de la Junta, ha sido clave en la redacción del libro. “Escuchando a Manuel, compartiendo tantos ratos con él, llegué al convencimiento de que era imporante que alguien contara su historia” explica Ramírez de Arellano. “Sólo podía ser un relato en primera persona: se trataba de contar de forma didáctica y comprensible la razón y la forma de su propia tauromaquia pero esa voz estaba vacía de rencor o ira;no sé cuantas personas pueden contar que se han desvanecido pensando que habían muerto, eso es una cosa brutal pero lo evoca sin amargura o dolor y lo asume como una parte más de la profesión, le duele mucho más esa etapa de ostracismo” afirma este colaborador fundamental en la redacción de esta obra que se gestó en las navidades de 2022 y se acabó forjando a través de innumerables conversaciones en las que el propio Manuel llegaba a olvidar que estaban escribiendo un libro que se ha basado en cientos de horas de grabación. “He pasado por todo, he vivido de todo en estos veinte años y pensaba que lo podía contar. Tenía miedo de volver atrás de recordar todo, revivir tantas cosas; son muchas experiencias y he vuelto a evocarlas. He aprendido de mí mismo; es mi tauromaquia y mi verdad”, finaliza el torero.
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