Urtasun, Alvise y... Morante
EL REPASO
La definitiva supresión del Premio Nacional de Tauromaquia, empeño personal del ministro de Cultura, ha coincidido con la votación de las subvenciones al ganado vacuno en Bruselas y el nuevo eclipse de Morante
Urtasun, el enredador
Urtasun inicia su cruzada antitaurina suprimiendo el Premio Nacional de Tauromaquia
El BOE ha dado oficialidad a lo que era una muerte anunciada. El Premio Nacional de Tauromaquia, única concesión económica de los presupuestos generales del Estado al mundo de las sedas, los oros y la sangre de los toros, ya está difunto. Era un empeño personal del neocomunista Ernest Urtasun, ministro de cuota en el babélico gobierno del señor Sánchez. El reloj se había puesto en marcha a primeros de mayo. No había vuelta atrás…
Urtasun destaco en sus años de eurodiputado Bruselas por su militancia ecologista desde el papel de vicepresidente del grupo Los Verdes/Alianza Libre Europea. En su opinión el toreo es “una actividad, injusta, sádica y despreciable” y lo tenía en el punto de mira cuando recibió esa codiciada cartera de cuero que cambia la vida de sus portadores. Al sentenciar el premio, hace cuatro meses largos, habló de una consulta fantasmal de la que nadie sabe un pimiento. El ministro habla ahora de un sonrojante apoyo masivo sin que dicha consulta haya salido a la palestra por más que se jacte de la participación “de más de 3.000 entidades jurídicas y personas físicas”. Sufragios a la búlgara, se entiende.
Lo curioso del caso es que el tal Urtasun invoque a esa supuesta mayoría social como aval de la supresión del galardón. Pero si hablamos de minorías hay que señalar la de su formación política. Los 31 escaños logrados por Sumar en las últimas elecciones generales no son precisamente una bicoca pero la artificiosidad de nuestro sistema parlamentario –que necesitaría de la buena fe de sus actores- no ha impedido colocarle como ministro y elevar a su jefa nada más y nada menos que a vicepresidenta del gobierno del Reino de España. La aritmética también puede estar a medida.
Demagogia y tauromaquia
Las casualidad ha querido que el gori gori del premio taurómaco –muerto está que yo lo vi- coincida con la última ocurrencia de Alvise Pérez, líder de la plataforma electoral Se acabó la fiesta, que se ha unido a las huestes antitaurinas en la poltrona del Parlamento de Bruselas. El asunto, que ya tiene un largo recorrido, gira en torno a la exclusión del toro de lidia de las subvenciones europeas que se conceden al ganado de lidia.
Alvise ha votado en contra hablando de “brutalidad, crueldad y cultura” por más que el empeño sólo oculte un afán electoralista que sucumbe a la demagogia más burda. Se trata, al fin y al cabo, de chapotear en los charcos que haga falta para ampliar la base electoral de la formación que dio el campanazo en los últimos comicios europeos. Pero el asunto chirría si atendemos a su participación desenfadada en un tentadero festivo celebrado en coincidencia con la pasada Feria de Abril en la finca Las Majadillas, enclavada en el término de Castillo de las Guardas y propiedad del empresario Pedro Trapote. El jolgorio contó con la participación de Diego Carrasco, Francisco Rivera y su grupo Una y nos vamos o el diestro Oliva Soto. A tenor de las fotos aireadas por las redes parece que no lo pasó mal del todo. Vivir para ver…
Mientras tanto, las cifras cantan. Ahí está el progresivo aumento de espectáculos celebrados entre 2019, antes de pandemia, y desde la supuesta normalidad que llegó en 2022. Más allá de la frialdad de los números –en 2023 se celebraron 18.809 eventos taurinos entre corridas, novilladas y festejos populares emulando cifras que no se alcanzaban desde 2012- está la hermosa reacción popular a la presión anti, convertida en estandarte de la extrema izquierda y el separatismo radical. Contra la imposición de un pensamiento único contamos con la libertad de seguir yendo a los toros. No sabemos hasta cuando…
El torero y el hombre
Pero una semana más toca hablar de Morante, más allá de las corridas que dejará de torear y los compromisos que perderá en una nueva temporada en dientes de sierra que evidencia sus graves problemas psiquiátricos. La secuencia de los hechos ya se la hemos contado de pe a pa desde que el diestro de La Puebla se ausentara de Linares el día de San Agustín en medio de una enorme polvareda mediática. Estaba claro que había algo más y ha quedado de manifiesto, más allá de esos lacónicos “problemas de salud” que se esgrimen en las escuetas notas de prensa que anuncian las sucesivas sustituciones del genio. Desde aquella supuesta espantada, Morante sólo ha llegado a hacer el paseíllo en la plaza de Palencia y ha ido cancelando, uno a uno, todos los compromisos contraídos en la bisagra de agosto y septiembre sin que sepamos a ciencia cierta si podrá cumplir con los contratos que aún figuran en una agenda que concluye en Sevilla por San Miguel.
Pero no se trata ahora de hablar de toros ni de toreros sino de una persona de enorme sensibilidad sumida en un profundo sufrimiento que se enfrenta a un futuro incierto cuando se apague el brillo de los trajes de luces. Eso es lo principal ahora, más allá del esplendor de sus fastuosos ternos o su impresionante tauromaquia, crisol y culmen de muchas épocas del toreo. Todo eso pasa a segundo plano si la persona no está. Son fantasmas que le han rondado desde su juventud, condicionando su vida y hasta su expresión artística y taurina. Llama la atención que el propio torero confesara que el día que cortó el rabo en Sevilla ya andaba sorteando esos viejos demonios conocidos. La fecha se antoja ahora una auténtica bisagra vital y creativa. Ahí cambió todo.
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