El triunfo de la aritmética

FERIA DE SAN MIGUEL: LA CONTRACRÓNICA

La deriva del público que ahora colma los tendidos sevillanos infló el triunfo de Talavante

La plaza funciona como un espejo de la ciudad del turismo

Vídeo resumen de la primera de San Miguel

San Miguel: un ciclo marcado por la ausencia de Morante y la ruptura con One Toro

'Dalia', el segundo toro de Victoriano del Río recibió el honor de la vuelta al ruedo póstuma.
'Dalia', el segundo toro de Victoriano del Río recibió el honor de la vuelta al ruedo póstuma. / José Ángel García

La segunda Puerta del Príncipe en la ya larga carrera de Alejandro Talavante merece ser matizada, pero sobre todo hay que ubicarla en la deriva de una plaza que se ha convertido en uno de los mejores espejos de la babélica ciudad que la rodea, rendida al turismo y sus peajes. Pero hay más factores que valorar en la vertiente estrictamente taurina atendiendo a la maravillosa calidad de ese segundo toro de Victoriano del Río que cantaba con su nombre, Dalia, que pertenecía a una de las mejores reatas de la divisa madrileña.

En realidad habría que empezar cantando como merece el juego de ese ejemplar que se rebosó con infinita clase en los engaños del diestro extremeño sin cansarse de embestir. En la faena del Tala hubo de todo, bueno, menos bueno y hasta regular pero sobre todo quedó la sensación de falta de redondez y compromiso ante una embestida excelsa que merecía una obra a su altura: la que no fue capaz de redondear su matador, más preocupado de efectismos y guiños al tendido que de profundizar en una labor que tenía que haber marcado la diferencia. Si algo hizo bien la presidencia en una tarde de rumbo y excesos fue conceder la vuelta al ruedo póstuma a ese animal que se marchó al desolladero sin las dos orejas que se concedieron con prisas. Se atendía así la petición de ese público amable, de aluvión y de escasa exigencia que llena la plaza en estos bolos septembrinos con ganas de gin tonic, palmas y si es posible con Puerta del Príncipe que grabar en el móvil y contar a los amigos a la vuelta del viaje otoñal al Sur.

La deriva de ese público no es nueva y delata la deserción de aquel senado que daba carácter a una plaza que mantiene la monumentalidad, su arquitectura, las arcadas barrocas, los tendidos regionalistas, la vecindad del Guadalquivir y el trampantojo de la propia ciudad pero, posiblemente, ha perdido el alma. La Puerta del Príncipe de Alejandro Talavante puntuará en la estadística y servirá para componendas taurinas pero dejará un escaso rastro en la memoria, prueba definitiva del poso y la trascendencia del toreo por encima de esos despojos que sólo importan a los taurinos de medio pelo. 

En realidad la historia se estaba repitiendo. Sebastián Castella, que paseó otro trofeo menor con un toro más que notable, ya rentabilizó su propia Puerta del Príncipe el pasado año. Los líos y los vetos -que le pregunten al propio Daniel Luque- le acabaron dando sitio el pasado Domingo de Resurrección. Ese nombre, el del diestro de Gerena -que se entregó con raza de verdadera figura- quedaba emparedado en este cartel tan falto de química sobre el papel desde que fue presentado en el confín del invierno. En realidad servía para delatar el hilo argumental de una temporada en la que se ha seguido perpetuando artificialmente la carrera de una generación de toreros amortizados y más que vistos. Es el triunfo del comisionismo y la fontanería del toreo que hace y deshace carteles con sentido cortoplacista sin abrir ventanas al futuro. Mejor no seguimos por ahí...

Ya lo saben: dos más uno son tres. Es la sencilla cuenta que valida estos paseos a hombros bajo el mítico arco orlado de cadenas que ha quedado reducido a una mera cuestión aritmética y a un precepto reglamentario que nada tiene que ver con el poso, la trascendencia, la memoria o el impacto del toreo. La emoción ha sido sustituida por una foto en el celular. El que fuera un raro honor ya no es la consecuencia de los triunfos sino un fin en sí mismo, un componente más de un espectáculo interminable que debe despojarse de su exasperante falta de ritmo. El triunfo de la primera de San Miguel acaparará portadas pero no pasará a la historia más allá de la excelsa bravura de Dalia que se une al cuadro de honor de los buenos toros que han saltado en Sevilla en esta extraña temporada que ya entona su propio gori gori

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