Tres siglos de historia del toreo retratados en sus carteles

TOROS Y CULTURA

La Casa de la Provincia acoge esta muestra de los fondos de la Real Maestranza organizada por la Fundación de Estudios Taurinos

Morante de la Puebla, 210 días después

Belmonte, en primer plano, protagoniza el cartel de una remota Feria de San Miguel.
Belmonte, en primer plano, protagoniza el cartel de una remota Feria de San Miguel. / EFE

La muestra organizada por la Fundación de Estudios Taurinos en la Casa de la Provincia permite hacer un recorrido a lo largo de tres siglos de historia del toreo retratada en los impresionantes fondos cartelísticos de la Real Maestranza de Caballería. Entre la centuria dieciochesca -arranque del toreo profesional- y el hervor taurino del siglo XX se pueden contemplar decenas de afiches que dibujan de manera nítida el devenir de la profesión desde su primera codificación, que no es ajena a los vientos ilustrados, pasando por el apogeo de la Edad de Oro del toreo hasta llegar a nuestros días.

La muestra fue presentada ayer por la presidenta de la Fundación de Estudios Taurinos, Fátima Halcón, en un acto introducido por Casimiro Fernández, diputado provincial de Cultura y Ciudadanía, que contó con la intervención del teniente de Hermano Mayor de la Maestranza, Santiago de León y Domecq. Fátima Halcón aludió al “patrimonio cultural de incalculable valor” que supone ese legado cartelístico destacando que su evolución se desarrolla “al compás de uno de los principales espectáculos de masas de la era contemporánea”. Halcón señaló que a través de su estudio “no sólo podemos seguir la evolución de la propia tauromaquia sino que también actúan como testimonio histórico y social de cada época”.

Hay que advertir que la colección de carteles que atesora la Real Maestranza de Caballería de Sevilla alcanza los seis mil ejemplares en números redondos. Los que se exponen, reproducciones exactas de los originales que ha restaurado el cuerpo nobiliario, permiten también trazar un hilo exacto de la evolución de las artes plásticas, las costumbres y hasta los períodos artísticos a los que pertenecen. Los propios comisarios +-Fernando Olmedo y Diego Carrasco- aluden a la importancia publicitaria del cartel de toros, “que sirve para retratar el desarrollo de las artes gráficas desde los primeros impresos de la segunda mitad del siglo XVIII hasta los grandes murales del siglo XX ejecutados por reconocidos pintores”.

Comisarios, autoridades y anfitriones en la inaguración de la muestra.
Comisarios, autoridades y anfitriones en la inaguración de la muestra. / Europa Press

El cartel, en su origen, era el sutituto de los pregones callejeros pero en coincidencia con el llamado Siglo de las Luces se iba a regularizar la circulación de carteles impresos con las fechas, ganaderías, lidiadores y otros detalles de las corridas -funcionan casi como un contrato con el espectador- tal y como atestigua el ejemplar más antiguo que se expone, fechado en 1761. Son fechas coincidentes con el proceso constructivo de la propia plaza de la Real Maestranza que después de dejar atrás los recintos provisionales que se erigían en el paraje del Baratillo había comenzado a levantar el actual coso taurino en 1760. Es un momento crucial que también queda retratado en la muestra. A la vez que se abren los cimientos de la inconfundible plaza de la Maestranza se estaba poniendo el pie el modelo profesional, estrechamente vinculado a los lidiadores y espadas que presta el rico vivero humano y taurino del matadero de San Bernardo. Los carteles, como en un libro de historia, retratan la irrupción de diestros arqueológicos o fundacionales como Pedro Romero, Pepe Hillo o Curro Guillén.

El cartel romántico

Con el apogeo de la fiesta, en la yema de la centuria decimonónica, contemplaremos la llegada del cartel romántico a la vez que la propia tauromaquia se consolida como la gran fiesta nacional. Los comisarios de la muestra destacan la proliferación de costosos modelos tipográficos de impresión a la vez que se populariza el llamado modelo sevillano, correspondiente a anuncios horizontales destinados a exhibirse en escaparates. Pero el toreo no puede abstraerse la historia que lo enmarca. “Se suceden la invasión francesa, tres guerras carlistas, pronunciamientos, revoluciones, cambios de régimen y crisis variadas pero a la vez se levantan por toda la geografía numerosas plazas de toros”, advierten los gestores de la muestra. En ese caldo de cultivo germina la figura de otro torero legislador, Francisco Montes Paquiro, que abona el tiempo que vendrá después. Un ejemplo de la época, el tiempo y sus protagonistas es el cartel del 30 de enero de 1859 que anunciaba un festejo organizado con motivo del cumpleaños de la infanta María Luisa, duquesa de Montpensier, en un festejo protagonizado por los míticos diestros decimonónicos Curro Cúchares y Desperdicios.

Pero esa horizontalidad del Romanticismo va a dar paso a la verticalidad posterior, acompañada de otras técnicas tipográficas como el huecograbado o la litografía, con sus mayores posibilidades cromáticas y ornamentales. Era el primer paso para alumbrar esos inmensos carteles murales que dan carácter a la Edad de Oro del toreo. El anuncio de la alternativa de Joselito en 1912 es una buena muestra de aquel tiempo. Aunque el cartel no está exento de su propia anécdota. La incomparecencia de Limeño por enfermedad, su pareja novilleril, obligó a sustituirlo por un torero olvidado como Antonio Pazos. Un pasquín impreso a última hora resolvió el entuerto. Llegaba el tiempo del Regionalismo, seguramente la mejor envoltura sensorial del toreo. Entraban en liza esos pintores levantinos que aún siguen en la memoria doméstica de muchas generaciones.

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