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De los toreros inevitables...

ESPECIAL MATADORES (VI)

El francés, el alicantino y el extremeño pertenecen a una generación taurina perpetuada en un sistema cerrado

Copan ferias y carteles sin dar opción a un verdadero relevo que amenaza con cerrar el escalafón

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Talavante abrió la Puerta del Príncipe en la pasada Feria de San Miguel. / José Ángel García

08 de diciembre 2024 - 05:00

La fotografía que ilustra esta página es reciente. Alejandro Talavante abrió la segunda puerta del Príncipe de su carrera en la pasada Feria de San Miguel después de lidiar uno de los muchos toros sobresalientes que saltaron en la temporada de 2024 en la plaza de la Maestranza. Lo hizo delante de un animal de altísima nota llamado Dalia y marcado con el hierro de Victoriano del Río. ¿Había logrado el diestro extremeño exprimir la impresionante boyantía de aquel toro de vacas? El Tala, con tablas de sobra, sí había sabido manejar la estadística. Dos orejas más una eran las tres que, en el moderno y mediocre cómputo de la gloria, validaba el paseo a hombros bajo el mítico arco de piedra que ya había traspasado casi dos décadas antes poniendo la guinda a aquella Feria de Abril, la de 2007, en la que embelesó con un natural eterno.

¿Dos décadas?Talavante sigue copando carteles y ferias con 18 años de alternativa a sus espaldas, a la vez que encuentra más discusión entre la crítica, los aficionados y los profesionales. Ha pasado todo tipo de etapas artísticas y organizativas en su trayectoria jugando en la liga de la independencia, abjurando del sistema, volviéndose a sumergirse en él... quiso convertir una retirada estratégica, la de 2018, en una vuelta de acontecimiento que nunca fue tal... El caso es que el diestro pacense, con 68 corridas toreadas y el segundo puesto en el escalafón en la temporada 2024, volvió a la palestra en 2022 -era pos covid- refugiado en las alas de Simón Casas, a lomos de su propia facilidad y muy lejos de profundizar en su propio concepto, que también ha vivido varias metamorfosis. Alejandro se apoya ahora una tauromaquia efectista y escasamente comprometida que, pese a su evidente productividad, queda lejos de sus auténticas posibilidades copando puestos y más puestos en un circuito cerrado y viciado que se retroalimenta de las mismas firmas que montan las ferias y colocan sus toreros.

Sebastián Castella abrió la Puerta del Príncipe en 2023. / Juan Carlos Muñoz

Sólo un año antes

De alguna forma, Talavante había repetido un guión conocido. Justo un año antes Sebastián Castella también había logrado marcharse del coso maestrante a hombros por la mitificada Puerta del Príncipe sin demasiados clamores, apoyado en esa nefasta dictadura numérica que tira del ábaco para forzar las apoteosis. No se le puede negar al francés la profesionalidad y la solidez de un oficio ganado; tampoco su paso firme por plazas como la de Madrid en su vuelta a la palestra -se había retirado al término de la extraña temporada de 2020 para emprender otros caminos artísticos- mientras se asoma al cuarto de siglo como matador. Pero había retornado, ésa es la verdad, sin que nadie se lo hubiera pedido. ¿Qué estaba pasando?

Perro viejo, sabía que ese retorno sólo podía ampararse bajo la sombra de Toño Matilla, verdadero fontanero de los entresijos de toreo del siglo XXI. Ahí llega el meollo del asunto: la permanencia en las ferias y el encaje en los sucesivos carteles es ajena a la expectación, los resultados o el bagaje conseguido a lo largo de unas campañas que tienen la mayor parte del guión escrito antes de que suene el primer clarinazo. Hay que subrayar el asunto, volver a mencionar ese sistema cerrado basado en el comisionismo -dirigido desde las sombras- que está dando oxígeno a la vida profesional de este puñado de veteranos que prolongan sus carreras sin rumbo, sentido ni trascendencia. Pero hablar de los Matilla, casa empresarial heredera de los activos y los resortes organizativos de un gigante como Balañá, nos conduce a la tercera parte de este banco tambaleante.

José María Manzanares se prepara para el paseíllo. / José Ángel García

Hablamos de José María Manzanares que, con 21 años de alternativa cumplidos, se suma a esta ensalada de trienios y a esos puestos en propiedad en las ferias que no siempre se justifican con el rendimiento en el ruedo. Los mejores años del alicantino empiezan a antojarse demasiado lejanos. Cimentó gran parte de su categoría de figura con sucesivos y emocionantes triunfos en la plaza de la Maestranza que acabaría adoptándolo como algo propio. Ahí que daron un puñado de temporadas para el recuerdo, aliado con el emocionante y evocador pasodoble Cielo Andaluz, convertido en la banda sonora de su vida taurina en el coso del Baratillo. 

Su capote y su muleta moldearon la embestida del célebre toro Arrojado, ese ejemplar de Núñez del Cuvillo que inauguró la lista de reses indultadas en la época contemporánea. Casualidades de la vida: uno de sus últimos recitales, en la plaza de Madrid, se produjo delante de otro toro de Victoriano del Río que también atendía al nombre de Dalia, idéntica gracia al ejemplar que enseñó algunas costuras de Talavante en la pasada feria de San Miguel...

Conclusiones

El curriculum taurino de Alejandro Talavante, Sebastián Castella y José María Manzanares -tan lejos de sí mismo- es amplio, rico y brillante. Pero su inevitable desgaste también es evidente. Los tres alcanzaron el rango de figuras y el interés de los públicos gracias a sus propios merecimientos, esfuerzos y triunfos en el estreno de un siglo, el XXI, que ya está a punto de rebasar su primer cuarto. Pero esa pujanza pertenece ya a otro tiempo en el que el conjuro de sus nombres acompañaba también la ilusión de los mismos aficionados que ahora contemplan en las ferias idénticos carteles a los que se colgaban hace casi dos décadas. 

Ahí están los datos: el extremeño, el francés y el alicantino han copado los puestos segundo, cuarto y sexto de un escalafón artificial en el que es casi imposible dar sitio a la novedad o el esfuerzo, abriendo esas combinaciones que en otro tiempo, cada vez más lejano, servían de trampolín para toreros en trance de lanzamiento. Mejor no dar más nombres... Pero el asunto -desde el respeto más exquisito a las carreras de estos tres toreros, ahora convertidos en inevitables- debe servir de reflexión para el futuro inmediato de un negocio con vocación cortoplacista y empeñado en echar fuego a sus propias guerras cainitas. Hay que bucear a los tiempos de Lagartijo, en la yema del siglo XIX, para encontrar una longevidad similar en una generación de figuras. Las ferias de 2025 ya están en plena confección. Habrá sitio para alguna novedad pero la mayor parte del guión es de copia y pega.

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