En el 'top ten' de los toreros del siglo XX

Adiós a una figura del toreo

Medalla de Oro de las Bellas Artes en 1998, está considerado uno de los diez mejores matadores.

En el 'top ten' de los toreros del siglo XX
En el 'top ten' de los toreros del siglo XX
R. C. / Sevilla

20 de mayo 2013 - 05:03

Fue en 1998. Pepe Luis Vázquez ya había tenido todos los reconocimientos de los que se fue haciendo acreedor a lo largo de su trayectoria, tal era la admiración que despertó durante su carrera. Pero faltaba uno, y llegó aquel año: fue la Medalla de Oro de las Bellas Artes. Además, el galardón llegó en paralelo a una consideración unánime por parte de la prensa especializada. El Sócrates de San Bernardo fue incluido en la nómina de los diez toreros más importantes del siglo XX.

No era un capricho de los cronistas de la tauromaquia. El diestro sevillano, nacido en el seno de una familia humilde, se aupó por derecho propio al Olimpo de la tauromaquia con cumbres como la histórica faena del 30 de mayo de 1949 en Aranjuez, que llegó a ser llamada, por su belleza, como la del Concierto de Aranjuez. Dos años más tarde, sobre la arena de Madrid, brinda otro espectáculo inolvidable con el toro Misionero de Castillo de Higares. Y ese mismo año tiene lugar la que él mismo consideró siempre como su mejor faena. Fue en Valladolid a un ejemplar de la ganadería de Villagodio.

Fueron tres momentos de la carrera de Pepe Luis Vázquez que contribuyeron a su inclusión en el top ten de los maestros del siglo XX, de una época en la que la sola mención de algunos de sus coetáneos en los ruedos da la verdadera dimensión de los artistas que presenciaba el respetable de entonces: Gitanillo de Triana, Manolete, Antonio Bienvenida, Luis Miguel Dominguín... entre otros.

Y Sevilla, donde completando terna con los dos últimos citados realizó en el 48 otra faena grandiosa a un toro de Villamarta.

Fue la suya una carrera jalonada de éxitos, una trayectoria con la que no pudo la tarde de Santander. Mucho más que eso pudieron su elegancia, embrujo y pureza asentado en el tercio, que le valieron la entrada en la élite de los toreros.

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