La tarde se llamó Borja Jiménez
vigésimoquinto festejo del abono de san isidro / corrida de la cultura
El presidente pudo impedir la Puerta Grande del diestro de Espartinas
Roca Rey estuvo poderoso y con los tendidos mirándolo con lupa
Emilio de Justo se quedó en los detalles
Ficha
Plaza de Toros de Las Ventas de Madrid
Ganadería: Seis toros de Victoriano del Río muy bien presentados y de juego interesante; el segundo debió ser premiado con la vuelta al ruedo. El quinto fue devuelto y sustituido por uno de Torrealta que dio buen juego.
TOREROS: Emilio de Justo, de turquesa y oro, aviso y palmas en ambos. Borja Jiménez, de gris perla y oro, oreja en ambos con gran petición de la segunda en su primero. Andrés Roca Rey, de azul marino y oro, silencio y ovación.
CUADRILLAS: Destacaron a pie Antonio Chacón, Antonio Manuel Punta, Abraham Neiro y Viruta. A caballo, Juan Bernal y Alberto Sandoval.
INCIDENCIAS: Corrida de la Cultura y vigesimoquinta de la Feria de San Isidro en tarde nublada y ventosa. Se colgó el cartel de ‘no hay billetes’. Borja Jiménez salió en hombros por la Puerta Grande.
CON la triste noticia del adiós de Morante a la presente temporada se afrontaba uno de los carteles más interesantes de este San Isidro tan opaco. Y al conjuro de Andrés Roca Rey, el no hay billetes habitual colgado en taquilla. Era un cartel ciertamente prometedor y que iba a dar de sí más de lo esperado por distintos motivos y no todos halagüeños. Hacía tiempo que un servidor no veía la prevaricación de un presidente como la que salió de un caprichoso que de una tacada le negaba la segunda oreja a Borja Jiménez y la vuelta al ruedo póstuma de Dulce, un sensacional toro negro salpicado que se entregó de forma incondicional al diálogo con su matador. Con los tendidos de Las Ventas nevados de pañuelos tras la antológica faena de Borja, el señor presidente, de nombre José Luis González y González, decidió hacer de su capa un sayo y dejar al torero sin el premio merecido. Y cómo tendría la conciencia que no tuvo el menor reparo en concederle la oreja que le permitía abrir la Puerta Grande en una compensación que lo descalifica para seguir en el palco de Las Ventas.
La corrida de Victoriano del Río tuvo de todo y en el platillo de la balanza hay que poner la excelencia del susodicho Dulce y la falta de trapío de Bisonte, un toro inapropiado para ser lidiado en Madrid. Cariavacado y sin remate parecía inaudito que ese ejemplar hubiera pasado el fielato, aunque viendo luego el comportamiento del encargado no extrañaba en absoluto su presencia en el ruedo venteño. Eso en la parte negativa, pues la cara de la moneda en cuanto a presentación la ponía Soleares, un galán de 620 kilos primero del lote de Roca Rey y con el que el limeño se empeñó en sacarle lo que tenía, pero lo que encerraba aquella mole era más bien poco y de muy poca duración.
Todo empezó con un Emilio de Justo al que Madrid trata estupendamente desde aquel terrible percance cierto Domingo de Ramos. Madrid siempre lo acoge con cariño, pero en esta ocasión los hados no estuvieron de su parte. En su primero, un castaño llamado Tordillo estuvo muy activo con el capote y vibrante en el inicio con la muleta ante un toro muy exigente que sabía lo que se dejaba atrás y que, curiosamente, fue aplaudido por la cátedra en el arrastre. En su segundo, el feo Bisonte que fue protestado ruidosamente y que claudicó en el caballo, Emilio lo brindó a la plaza y hasta sacó muletazos relajado, pero aquello fue a menos porque el toro dio por terminado su capítulo de embestidas y porque el viento arreciaba.
El protagonista de la tarde fue Borja Jiménez, que salió a revienta calderas con el objetivo de callar bocas. Y cómo saldría que se fue tres veces a portagayola, que cuajó una faena extraordinaria con Dulce, que realizó un recital de capote con el desechado Tallista y que tuvo un inicio extraordinario con Volandero, el sobrero de Torrealta. Tarde grandiosa del torero de Espartinas, atracado en su primero por el palco y compensado luego a fin de que pudiera salir por la Puerta Grande. Extraordinaria actuación de Borja Jiménez, un torero que fuer de perseverancia se ha situado en lugar preferente. Y es que la tarde se llamó Borja Jiménez.
Y eso sucedía con Andrés Roca Rey en escena, el torero que obra a diario el milagro de acabar con el papel. Un torero que está soportando con personalidad el peso de la púrpura. Le miran con lupa, pero suele resolver esos contratiempos a base de valor y de un poderío fuera de dudas con la muleta. Con Soleares, un galán, estuvo a punto de triunfo grande, pero el ambiente de los tendidos con él no propiciaban el éxito. En el que cerró plaza, que tenía un nombre muy a propósito, Cóndor, el cóndor andino estuvo a gorros con él, hasta el punto de que apeló a su condición de manso pregonado para echar la persiana como con prisas. La corrida acabó y en el sentir generalizado estaba la actuación inaceptable del palco con un torero que polarizó la tarde y que sale de San Isidro con el cartel por las nubes. Y hoy, cartel de cante grande con Urdiales, Ortega y Aguado, casi nada.
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