Ruiz de Velasco marcó la diferencia

Segundo festejo del Ciclo de Promoción de Nuevos Valores

El novillero burgalés, más allá de la oreja cortada, mostró una gran proyección

Guillermo Luna, que se presentaba por la escuela de La Algaba, logró otro trofeo en un festejo que elevó el nivel respecto al anterior

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Los aspirantes del II festejo del promoción antes de hacer el paseíllo.
Los aspirantes del II festejo del promoción antes de hacer el paseíllo. / Juan Carlos Muñoz

Sevilla/El calor reapareció, seguramente para quedarse, aunque el peculiar ambiente de estos festejos anda de mudanza, cediendo cada vez más sitio a ese turismo invasivo e inevitable que aguanta dos o tres novillos antes de marcharse con la música a otra parte. Debe ser el signo de los tiempos. Qué se le va a hacer...

En cualquier caso se trataba de una jornada variada por las procedencias geográficas -de Écija a Salamanca, pasando por Palencia- en la que pesaba la importancia del trofeo -que debieron ser dos- lucrado la semana anterior por un aspirante valencinero, Pepe Martínez, que aprovechó la oportunidad. Pero ya podría haber otros candidatos para la gran final del día 25 que, en función del dictamen del jurado de asesores de la presidencia, se jugarán el preciado vestido de torear que regala la Real Maestranza. Este jueves, por lo pronto, se cortaron dos orejas pero, sobre todo, se pudo ver la dimensión de un novillero llegado de la Tierra de Campos. 

El cartel lo había abierto un novillero de Osuna, Julio Romero, que llegaba presentado por la escuela de Écija. Le tocó un eral chiquitín al que lanceó con cierto aplomo. El tal Romero impuso trazo y mando en los doblones iniciales de su faena aunque no encontró el mismo acople en el toreo fundamental ante una embestida más pronta que enclasada, casi nunca humillada, que pedía otras distancias. La cosa fluyó mejor por el izquierdo y acabó en las cercanías. Lo mejor: su firmeza y disposición. En el primer encuentro con la espada resultó alcanzado. La cosa se iba a complicar después. 

Guillermo Luna enseño buenas maneras y cortó una oreja.
Guillermo Luna enseño buenas maneras y cortó una oreja. / Arjona-Pagés

De Écija, y por libre, llegaba Ortiz Montes que se marchó a portagayola para recibir al segundo con una larga que hiló con lances de todos los colores. Fue un novillo bronquete y mansurrón que brindó a Julio Romero. El eral iba a mantener ese aire protestón, tomando la muleta a trompicones mientras el chaval pugnaba por hacer las cosas bien. Con ese gazapeo y esas tarascadas de buey de carreta le acabó echando mano en el confín de la faena. Andar delante de él con dignidad ya era un mérito.  

Guillermo Luna, de Trigueros, llegaba a la plaza de la Maestranza representando a la escuela algabeña. Lanceó al tercero con templadas y sentidas verónicas. Con la muleta en la mano, después de abrir con pases cambiados, buscó siempre la composición y la estética del muletazo, a veces sacrificando el mando sobre una embestida manejable que entendió mejor en el final de su faena. Eso sí: el chico aportó sentido de la expresión y personalidad diferenciada que puso en sus manos una oreja. No es poco para los tiempos que corren...

Ruiz Velasco mostró una extraordinaria proyección como torero, más allá del trofeo que paseó.
Ruiz Velasco mostró una extraordinaria proyección como torero, más allá del trofeo que paseó. / Arjona-Pagés

Pero los titulares de la novillada se los iba a lleva el burgalés Ruiz de Velascoque acudía al ciclo por la escuela de Palencia. Para él fue un cuarto informalete, suelto y de muchos pies que brindó a la parroquia. Hubo sabor y contenido en los ayudados iniciales de una faena asentada que siguió fluyendo en el toreo fundamental gracias al exquisito temple del novillero castellano. Ligó naturales de altísima nota y se deleitó en los remates. Pero es que el burgalés también toreó con clásica naturalidad, pleno de cadencia, sobre la mano diestra, puliendo los defectos de su enemigo, finiquitado de una estocada contundente. Iba a ser, con mucho, lo mejor de la noche. Más allá de la oreja que cortó, está su proyección como torero. La final tiene otro nombre. 

Sergio Rollón, madrileño, era el hombre de la escuela El Juli de Arganda del Rey que saludó al quinto con lances de capote vuelto y se empleó en una faena templada y bien estructurada en la que, si acaso, se echó de menos algo más de reunión con un novillo de picante movilidad al que se hartó de torear evidenciando capacidad su buena preparación. Ahora hace falta poso, sello...

Cerraba el cartel Julio Norte, hijo del cuerpo y alumno de la escuela de Salamanca que recibió al sexto en la puerta de chiqueros. El novillero charro mantuvo ese ánimo en una labor iniciada de rodillas que enseñó su mejor tono -por templado, reposado y capaz- en el toreo fundamental. El tío, que cobró al final, está puesto y el eral -lo toreó como una becerrita de tentadero- le viene ya muy chico. La vuelta por su cuenta no añadía nada.

FICHA DEL FESTEJO

GANADERÍA: Se lidiaron seis erales de Dolores Rufino, desigualmente presentados. El primero tuvo tosca movilidad; manso y deslucido el segundo; potable y manejable el tercero; se dejó el cuarto; informal el quinto y soso y noblón el sexto.  

ASPIRANTES: Julio Romero (Escuela de Écija), de fucsia y oro, ovación tras aviso; Ortiz Montes (Écija), de maquillaje y oro, palmas; Guillermo Luna (Escuela de La Algaba), de teja y oro, oreja tras aviso; Ruiz de Velasco (Escuela de Palencia), de celeste y oro, oreja tras aviso; Sergio Rollón (Escuela El Juli), de verde botella y oro, ovación tras aviso; Julio Norte (Escuela de Salamanca), de pistacho y oro, vuelta tras aviso.              

INCIDENCIAS: La plaza registró menos de media entrada en tarde noche muy calurosa. Ortiz Montes fue atendido en la enfermería en la que ingresó por su propio pie tras pasaportar al segundo.

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