ESPECIAL MATADORES (IV)
Roca Rey: ¿Estadística o regusto?
ESPECIAL MATADORES (IV)
El paladín limeño tiene la virtud de mantenerse en candelero. Roca Rey ha sabido conectar con cierto estrato de la juventud actual –espoleada por sus amistades de acá- y ha conservado intacto el tirón taquillero y la victoria en la estadística. Pero su nombre ha sido noticia en las últimas semanas por otras causas, entrelazadas entre sí. Es público y notorio: el torero peruano dio por finalizada la relación profesional que le unía a Roberto Domínguez que, a su vez, se había implicado personalmente en la realización de Tardes de soledad, la película de Albert Serra premiada con la Concha de Oro del Festival de San Sebastián –de la que Roca abomina- que acabaría desatando la ruptura.
El caso es que sin haber alcanzado la treintena y en los umbrales de su primera década como matador de alternativa –la tomó en Nimes en septiembre de 2015- ya puede presumir de una carrera definida y una indudable primacía profesional que no oculta el desgaste evidente de su propio concepto, lastrado por la ambición de puntuar cada tarde que, de una u otra forma, va en detrimento de su crecimiento artístico o en la profundización de su tauromaquia.
En esta nueva etapa, con su hermano de representante y convertido en apoderado de sí mismo, tiene delante esos dos caminos: mantener la política de acelerador apretado o la búsqueda de nuevos registros más allá de un esquema de faena que, por previsible, comienza a estar quemado a pesar de la indeclinable entrega del limeño y la contrastada infalibilidad en la taquilla.
Hablamos de una temporada imbatible en la estadística que le ha vuelto a colocar en el número uno del escalafón basando su agenda en plazas de primera y segunda categoría sin renunciar a doblar en varias ferias. Ahí está el dato: de las 70 funciones toreadas sólo 18 se han celebrado en escenarios de tercera. Su vocación de mandón es irrebatible pero el poder también tiene sus excesos. De hecho la campaña iba a empezar enredada con el inoperante veto ejercido sobre su vecino Daniel Luque por una serie de cuitas personales que no nos interesan. El resultado ha sido empobrecer el guión de la propia temporada y hasta cierto ostracismo profesional para Luque mientras los principales puestos de la mayor parte de las ferias los ocupaban ciertos toreros mantenidos artificialmente por el sistema.
En una agenda tan extensa nos interesa el paso por los principales escenarios, empezando por la puerta grande cobrada en Fallas. Pero lo de Sevilla era otra cosa. Roca cortó una oreja en Resurrección el mismo día que se lidió el sobrero fantasmal de Román Sorando. Pero en esa jornada pasada por agua iba a escuchar las primeras voces discordantes que invocaban el nombre de Daniel Luque. El clima iba a ser especialmente hostil en su malogrado gesto –que pasó desapercibido a lomos del dichoso veto- de estoquear la corrida de Victorino Martín. Pero todo iba a dar la vuelta en su tercer bolo abrileño, descerrajando su segunda Puerta del Príncipe con vocación dominguinista en una feria especialmente bizcochona.
Subido a las olas saldría a hombros en Zaragoza y haría una breve y triunfal gira mexicana antes de recuperar el pulso de la temporada española triunfando en la Feria del Caballo de Jerez, puntuando en Nimes y saliendo a hombros en Córdoba. Pero le esperaba el doble fielato madrileño, en una primera tarde en la que le escamotearon una oreja y acabó perdiendo otra. En medio hubo otros triunfos menores pero le esperaba un segundo pase venteño, el 7 de junio, que se iba a resolver sin pena ni gloria la misma tarde que Borja Jiménez se convertía en definitivo triunfador de la isidrada.
Tocaba mirar al verano con su larga secuencia de ferias. Tampoco faltaron los triunfos en plazas como Algeciras o Burgos y especialmente en el doblete de Pamplona. Roca navegaba ya a todo trapo, garantizaba la taquilla y mantenía la estadística apoyado en un modelo demasiado previsible. No dejaba de ser la servidumbre de un poder que obliga a triunfar a golpe cantado por encima de las circunstancias y hasta de la propia satisfacción personal. Siempre fue así y en su doble bolo de Bilbao volvió a abrir un interrogante recurrente: ¿Torear para el gran público que puede llenar la plaza o para el reducido ámbito de los buenos aficionados? That’s the question…
Casualidad o no, Roca Rey se había erigido en el testigo privilegiado de una serie de faenas maestras que marcarían la línea de actualidad del verano taurino. Podemos recordar el recital de Pablo Aguado en San Sebastián, que le valió para llevarse a Sevilla la Concha de Oro que premiaba la mejor faena del ciclo donostiarra. Pero es que Roca también anduvo de testigo del suceso orteguista en Almería y tuvo que contemplar –era un mano a mano con espoleta- la victoria del valioso concepto de Fortes en el vis a vis de Málaga. El irresistible imán taquillero del peruano llenaba la plaza pero el regusto –la memoria y el halo del toreo- lo otorgaron las faenas del diestro malagueño, que llevaba un año entero sin vestirse de torero revelando las miserias del llamado sistema. ¿Puntuar o dejar huella? ¿Lírica épica? Ésa era la cuestión…
Pero la vida y la temporada seguían. Roca había exhibido su poder en todo el circuito. No se le habían resistido a resistir las plazas de La Línea, Roquetas, Santander, Tudela, Huelva, El Puerto, Palma, Huesca, Beziers, Almagro… Con el calendario mirando a septiembre también salió a hombros en San Sebastián de los Reyes, Bayona, Palencia, Melilla, Villena, Santoña, Murcia, Salamanca… Quedaba rematar en Sevilla y Madrid, dos tardes que a la postre tendrían sabor agridulce. En la Maestranza, anunciado con Manzanares y Borja Jiménez iba a contemplar al de Espartinas firmando la mejor actuación en una tarde a contrapelo en la que nunca encontró el rumbo. El cierre se había preparado en Las Ventas sufriendo como nunca el peso de la púrpura hasta caer herido -y premiado con una oreja- en medio de la galerna entre los dos sectores de la plaza. Reaparecido en América, con el timón en sus manos, podría abrazar otras estrategias de cara a la campaña europea que vendrá.
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