El regreso de Juan José Padilla o de cómo el torero salvó a la persona
El diestro, protagonista absoluto del día en las Jornadas de Tauromaquia de Algeciras. El maestro repasa su trayectoria y emociona al público al rememorar su grave cogida y su posterior y milagrosa reaparición
El toreo lo llevó a las faldas de la muerte y el toreo lo salvó. No lo salvó en la camilla del quirófano. Lo hizo después. Quien sepa de tauromaquia y de vida lo entiende. Es Juan José Padilla, el torero jerezano por todos conocido tras su gravísima cogida del pasado octubre en Zaragoza. El parche en el ojo izquierdo atestigua la victoria que sucedió a aquella tarde.
Padilla fue ayer el protagonista exclusivo de las Jornadas de Tauromaquia de Algeciras y llenó el claustro del edificio José Luis Cano. Bajo el título Padilla, vivir y torear, la convocatoria reunió en la mesa al diestro, al ganadero Álvaro Domecq y a José López Guzmán, exvicerrector de la Universidad de Navarra. Condujo el periodista José Manuel Laza.
Hablar de y sobre Padilla ahora, probablemente también ya a partir de ahora, encuentra en esa cornada que le atravesó el rostro un inevitable punto de inflexión. Fue, por lo tanto, asunto fundamental tratado ayer, paso obligado en torno al cual el torero repasó su vida, que fue como hacerlo a su trayectoria y viceversa. Desde los siete años, contó, desde que era un crío, tuvo claro que su mundo era un ruedo.
Padilla, guiado por las preguntas de Laza, trazó un itinerario que visitó los tentaderos de la juventud, la llegada a la Escuela de Tauromaquia de la Diputación de Cádiz, su primer novillo, que era del maestro Miguelín, en 1985, su alternativa, en la Feria de Algeciras, en 1994, su primer recordado gran triunfo en Pamplona, los carteles de las ferias que se fijan en su toreo, las corridas duras, aquella tarde de Zaragoza, la reaparición en Olivenza, lo de anoche, Algeciras, las Jornadas de Tauromaquia.
El maestro jerezano se abrió y emocionó al rememorar lo vivido desde octubre y su empeño en regresar a las plazas. No tanto relacionado, claro, con la preparación para volver a vestirse de luces, sino con la pelea interior contra la pena y la angustia.
"La vida y la muerte van paseando por la calle, se encuentran y se saludan. A veces pasan de largo. Tuve la suerte de caer en Zaragoza y con el doctor Valcarredes. Tuve la suerte de despertar y poderlo contar", narró Padilla en uno de los momentos de su intervención, que arrancó el aplauso de quienes acudieron al edificio José Luis Cano a escuchar al diestro. Quiso continuar para agradecer que Dios le devolviera la vida, para acordarse de su familia y de todo el mundo del toreo, por transmitirle "fuerza y cariño".
El jerezano contó que se encuentra muy bien y feliz. "Era consciente de la lucha y el tiempo que conlleva esta recuperación. Para mí también es muy importante llevar mi profesión a cabo. Sabía que el torero salvaría a la persona", manifestó.
La organización de las jornadas algecireñas reunió a Padilla con Domecq por conocer el ganadero al torero desde que éste era un joven lleno de sueños y con un López Guzmán que se refirió a cómo el jerezano se convirtió en la figura más querida de los encuentros taurinos que en su día nacieron en la Universidad de Navarra.
"Tiene una afición al toreo como tienen pocos. Tiene muchas cicatrices y muchos triunfos", lo definió Domecq.
El profesor López Guzmán, de formación sanitaria, llegó a decir que "humanamente, médicamente", se observa la recuperación de Padilla y no se comprende.
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