Pobre de mí...

EL REPASO

Con el fin de las fiestas de San Fermín la temporada dobla su propio ecuador adoleciendo de mayores y mejores alicientes mientras se sigue aguardando la reaparición de Morante 

El Repaso: A Pamplona hemos de ir...

Morante de la Puebla: tampoco podrá ser en Pamplona

Inconfundible imagen de la Monumental pamplonica / EFE

Se acabaron las fiestas de San Fermín, esa semana inclasificable que –como la peregrinación a La Meca- habría que vivir al menos una vez en la vida. El toro, siempre el toro, es el emblema inseparable de una celebración apta para todos los públicos y edades –hay sanfermines para todas las observancias- que debe mucho a la amplificación internacional que supuso la obra literaria de Ernest Hemingway. La difusión del encierro supera en eco mediático a la soledad del ruedo pero hay que reiterar, las veces que haga falta, que son las dos caras de una misma moneda.  

En realidad la personalidad dionisíaca de las fiestas de San Fermín fagocita todas sus órbitas. La jarana, los cantos y la juerga de los tendidos de sol forma parte de un espectáculo al que, tantas veces, supera. La llamada Feria del Toro ha arrojado su propia lista de triunfadores –Roca Rey, Emilio de Justo, Borja Jiménez, Rufo Colombo y la familia Hermoso- y ha incluido un concertino de Pablo Aguado en medio de la tormenta. Sigue la temporada… 

De los encierros y la puntualidad 

Pero mientras se guardan los pañuelicos –una San Fermín más, un San Fermín menos- y la lavadora hace horas extras arrecian las críticas al actual formato del encierro y se avivan las nostalgias de unos tiempos que no sabemos si volverán. El vigía de esta atalaya semanal no es muy ducho en esos arcanos pero no dejan de interesar y llamar la atención las críticas a los productos antideslizantes que evitan los derrapes de las reses y hasta del moderno manejo de las ganaderías que exige trote periódico de los animales en los llamados tauródromos para fortalecerlos. El resultado es que el ritmo de las carreras ha cambiado por completo. Doctores tendrá este mundillo que no debe perder de vista una premisa: los toros se crían, por encima de todo, para ser lidiados en la plaza. A partir de ahí cada uno cuenta la feria según le va en ella… 

Pero las fiestas pamplonicas también dan lugar para extendernos en otros asuntos. Roca Rey, gran triunfador de la Feria del Toro, fue propuesto para sanción por llegar con el tiempo justo a la Monumental pamplonica llegando a demorar el paseíllo mientras sus compañeros aguardaban en el túnel de cuadrillas. La sanción es necesaria y debería ser ejemplar. El innecesario gesto del peruano no es nuevo pero tampoco es ajeno a una insoportable moda, seguida por otros coletudos, que demora hasta el límite la llegada a la plaza. Es una constante en los últimos tiempos: en algunas ocasiones, cada vez más frecuentes, los toreros ni siquiera se han liado los capotes de paseo cuando los alguaciles esperan delante de las rayas.  

Es el primer capítulo de un exasperante catálogo de tiempos muertos –que dará para otro repaso- que alarga el espectáculo hasta la desesperación. Los primeros espadas, tirando de galones, deberían acabar con esta deriva dando el primer paso a la hora del paseo sin esperar al tardón. Es una deriva de la vida moderna: los puntuales tienen que aguardar a los que nunca llegan a tiempo. Nada empieza ya a su hora, ni algunas misas… Mientras tanto avanza la campaña y se suceden carteles sin pulso ni argumento alargando la vida activa de algunos matadores más que amortizados. Ya saben quién tiene la culpa: el maestro armero. 

Morante está anunciado el próximo sábado en la plaza de La Línea. / Juan Carlos Muñoz

Tampoco podrá ser en Valencia 

Y una semana más hay que hablar de la esperada, y demorada, reaparición de Morante de la Puebla. A la vez que han trascendido algunas fotos de sus entrenamientos, siempre cerca del fiel Pedro Marques, parecía que el anuncio de esa vuelta era inminente. Pero no hablamos de una cornada o fractura al uso, que suelen tener sus períodos de rehabilitación más o menos estandarizados. Los fantasmas que atormentan a Morante no entienden de plazos concretos y el reto, tan complejo, es retomar la temporada para terminarla. Ahí está la clave del asunto; la verdadera dificultad de un empeño que debe estar causando un sufrimiento añadido a un torero al que no se le puede negar una constante: compromiso con su vocación. 

El diestro cigarrero tenía que haber toreado este mismo miércoles en la localidad francesa de Mont de Marsan. Le sustituirá Alejandro Talavante. Y el viernes, sin ir más lejos, estaba anunciado en la feria de San Jaime de Valencia donde será suplido por Fernando Adrián. ¿Podrá ser en La Línea, en Santander, Azpeitia, Huelva, El Puerto…? El chorreo de ferias y carteles en los que figura el nombre del torero de La Puebla es interminable. Pero resulta chocante que sigan apalabrando o firmando contratos a la vez que se demora la reencarnación del genio. Este mismo lunes se ha presentado la feria de la Virgen del Mar de Almería y su nombre también figura en el ciclo mediterráneo que cierra la gran temporada del litoral andaluz. Eso sí, en la Aste Nagusia de Bilbao no lo han anunciado. No las tenían todas consigo… 

Nos marchamos ya, pero volveremos en una semana. Felicitamos efusivamente a la selección española por su victoria en Berlín por más que un puñado de abertzales anduvieran hiperventilando en la última de San Fermín. Estas victorias futbolísticas nos otorgan la oportunidad de gozar unidos como país, de vernos reflejados en un empeño común; hasta de tremolar esas banderas que, tantas veces, exhiben en su corazón un rotundo toro negro. Es el alma de España. 

 

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