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Colombinas
La plaza de la Merced calienta motores para una nueva feria de Colombinas que tiene algunas connotaciones muy especiales: se conmemora el 40 aniversario de la rehabilitación del histórico coso de la Vega Larga por parte del empresario José Luis Pereda, fallecido en enero de 2022 y padre del actual gestor del recinto. Desde entonces, con ésta, se habrán celebrado 41 ferias ininterrumpidas, sorteando hasta los rigores del covid cuando abrir una plaza de toros se consideraba una quimera. Pero conviene rebobinar aún más para asomarnos a la rica tradición taurina de la ciudad de Huelva, tan añeja como la de todos los confines de una provincia que puede presumir de afición: de la costa a la Sierra; del Condado al Andévalo.
A finales del siglo XIX ya existía una placita a la sombra del monte Conquero, justo en el mismo lugar en el que hoy se eleva el coso de la Merced. Era un recinto casi improvisado, construido en madera que ya estaba amortizado en 1898. Algo estaba cambiando… El primer Litri –hijo del célebre Mequi- había tomado la alternativa en Sevilla en 1893 y la afición choquera empezaba a demandar un escenario acorde con la efervescencia taurina y social que empezaba a tomar la emergente capital onubense, que entonces no superaba los veinte mil habitantes.
En esa tesitura se alentó la construcción del coso de la Merced, entonces llamado de Las Colonias, contando con el apoyo de las fuerzas vivas de la época. El primer ladrillo se colocó en la primavera de 1902. El 5 de septiembre de ese mismo año estaba lista para ser inaugurada por El Litri y Machaquito, que despacharon un encierro de Saltillo con más expectación que éxito. La pareja repitió al día siguiente formando terna con el olvidado diestro sevillano Bonarillo para echar abajo una corrida del marqués de Villamarta.
Pero hubo un segundo Litri, de nombre Manuel. Nieto del Mequi; hijo del primer Litri. Y consiguió llevar a la afición onubense a una nueva época dorada hasta su trágica y prematura muerte en 1926, después de ser cogido de forma brutal en Málaga por un toro de Guadalest en presencia de los reyes de España. Se trató de salvarle la vida amputándole la pierna herida pero el final fue irremediable. La muerte de Manolito Litri también marcó el inicio de cierta decadencia taurina en la ciudad que sólo despertaría a finales de los 40 con la fulgurante irrupción de su hermano Miguel, que también toreraría en el viejo coso de Las Colonias. El No-Do conserva unas curiosas imágenes de la plaza, con su antigua fisonomía interior, el mismo día que se impuso a Miguel Báez Litri la gran Cruz de Beneficencia. Fue en el transcurso de un festival benéfico celebrado en 1965 que acabaría resultando aciago para el ídolo choquero: sufrió una fractura vertebral. En ese momento, los días del viejo coso de La Vega Larga estaban contados.
La historia taurina, social y económica de la ciudad de Huelva había cambiado radicalmente con el paso de los años. Al abandono de la Merced le siguió el impulso de un moderno recinto taurino, hijo de su época, que se levantó a finales de los 60 en el antiguo recinto colombino, junto a la ría. Bautizada como Monumental, se inauguró el 2 de agosto de 1968 con una terna de auténticas campanillas. El nombre de los Litri volvía a estar ligado al estreno de una plaza de toros en Huelva. Miguel Báez alternó con Manuel Benítez El Cordobés -en la cresta de su volcánica fama- y el madrileño Ángel Teruel para estrenar la plaza. Los toros escogidos para la ocasión no pastaban demasiado lejos: eran los de Celestino Cuadri.
La historia de esa monumental fue breve, brevísima… apenas catorce temporadas en las que la cercanía de las aguas salitrosas fueron un cáncer fulminante para el hormigón con el que estaba construido un edificio que también sufrió severos daños estructurales derivados de la naturaleza inestable del suelo sobre el que se había construido, en plena marisma. El terreno, literalmente, no soportaba el peso del edificio. El 5 de agosto de 1981, un humilde espectáculo cómico taurino –El Empastre- ponía fin a la historia taurina de ese efímero recinto que iba a resistir en pie hasta 1997, cuando fue derribado. En su solar se levanta hoy el estadio Nuevo Colombino.
En aquellos años se habló de planes para rehabilitar la maltrecha plaza que quedaron en nada. Se llegó a poner sobre la mesa un proyecto de remodelación que, por su envergadura y dificultades, no tardó en entrar en vía muerta. De hecho, la historia taurina de Huelva estuvo a punto de zozobrar en aquellos primeros ochenta. Los festejos taurinos de 1982 se celebraron en una portátil instalada junto a la plaza recién clausurada. En 1983 ni siquiera se dieron toros por Colombinas pero sí hubo algunos festejos en torno al día 12 de octubre en otro recinto similar montado en la barriada de la Hispanidad.
Pero Huelva seguía teniendo dos plazas de toros… Una, la Monumental, clausurada y sin futuro. La otra era la vieja Merced que, a pesar de mantener su antigua fachada, se encontraba completamente desmantelada. El empresario José Luis Pereda, decidido a recuperar un hilo que estaba a punto de romperse, no tardó en ponerse manos a la obra y propuso al ayuntamiento adquirir lo que quedaba de la antigua plaza, más de tres lustros después de acoger su último festejo. El empeño estaba plagado de dificultades pero acabó llegando a buen puerto. Las obras –recuerda Vicente Parra- se hicieron en un tiempo record. “Los primeros trabajos de desescombro dieron comienzo el 17 de noviembre de 1983 y la plaza estaba lista para su reinauguración en julio del año siguiente, apenas ocho meses después”, explica el veterano periodista onubense.
El proyecto, que respetó la fachada original ampliando el aforo del recinto, se encargó al arquitecto Luis Marquínez. Pereda, que había sido el decidido promotor del empeño, también se iba a convertir en el nuevo empresario. Litri, que había participado en la inauguración de la Monumental en 1968, reapareció expresamente para el reestreno de La Merced. Fue el 29 de julio de 1984. Le acompañaban en el cartel Curro Romero y Pepe Luis Vázquez, que lidiaron una corrida de Jandilla. Comenzaba la segunda vida de la Merced. Ya han pasado 40 años.
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