En las pavesas de la supresión del Premio Nacional de Tauromaquia
EL REPASO
El comportamiento dictatorial del ministro Urtasun, que ha levantado una nueva fila de sillares en el muro de Sánchez, sólo ha servido para unir a un sector tradicionalmente invertebrado
Urtasun inicia su cruzada antitaurina suprimiendo el Premio Nacional de Tauromaquia
El mundo del toro reacciona ante la batalla de Urtasun
Hablar de minorías puede ser un empeño peligroso, sobre todo si el predicador se ha colado en el gobierno por esas carambolas aritméticas que apuntalan ese gobierno, el de Pedro Sánchez, que nada en la orilla apoyado en lo mejor de cada casa. No estaría de más comparar –es un poner- el número de espectadores que se retrataron en la taquilla durante la pasada Feria de Abril con el número de votos –es otro poner- que logró la gallega Yolanda Díaz en las elecciones autonómicas de su propia región. La susurrante vicepresidenta ya se distinguió en su día, saltándose la ley y la más elemental decencia a piola, por negar las ayudas legales por cese de actividad a los profesionales taurinos que se habían quedado mano sobre mano por efecto de la pandemia…
Pero esa es otra historia que ya fue revocada en los tribunales, como la del célebre bono cultural que el ministro Iceta quiso escamotear a la fiesta de los toros. Los jueces pusieron orden en el desatino y los chavales pueden gastarse la paguita para ver a Morante, a Roca Rey o soñar con una nueva faena de Juan Ortega. Así estaba y está el patio; ese era el caldo de cultivo anterior a la arbitraria decisión del señor Urtasun, un personaje radicalizado y de ideas extremas que nunca debió recoger la cartera de ministro. Poco hay que añadir a la polvareda que ha rodeado la polémica decisión de suprimir el Premio Nacional de Tauromaquia, uno de los escasísimos gastos que el mundo del toreo anotaba en los presupuestos generales del estado. La supresión del galardón no cambia nada para un mundo que navega sin necesidad de subvenciones pero tiene un enorme valor simbólico. No deja de ser el primer capítulo de una cruzada antitaurina que tendrá el mismo alcance que el tiempo que sobreviva este gobierno.
Es una cuestión de libertad…
El nuevo socialismo se mueve en esos precipicios y ha hecho de la confrontación, la división y el guerracivilismo –la espita la abrió el nefasto Zapatero- la dudosa gasolina para seguir huyendo hacia delante. El objetivo está claro: encerrar en un gueto no tan imaginario a todos los que no se sometan a sus dictados. Eso sí: el ministro de Sumar ha conseguido lo que a duras penas esboza la mismísima Fundación del Toro de Lidia dejándose un pastón en el intento: unir a todos los sectores del toreo con una sola voz –suelen remar en direcciones contrapuestas- en contra de una injusticia flagrante. La medida delata los modos dictatoriales de esta nueva izquierda que chapotea en los charcos turbios de turno para seguir vendiendo la moto. Apunten ahí el veganismo, el feminismo radical, el animalismo, el ataque a los ancestrales valores del mundo rural… ¿Seguimos?
El problema de fondo es que unos pocos quieran decidir lo que nos gusta a muchos. Volvemos al asunto de las minorías, como las que acuden a las salas de cine o consumen esas películas hipersubvencionadas que registran sonrojantes y ridículas cifras de espectadores. Nadie se plantea suprimirlas, ni siquiera dejarlas morir de inanición. El problema llega cuando alguien quiere legislar el gusto de otro. A nadie se le obliga a jugar a la petanca, a asistir a la ópera o a jugar la brisca pero el bolchevismo, aunque se vista de Dior y eche horas extra en la pelu, es así. Del debate antitaurino mejor hablamos otro día. Ya agota.
De Asturias a Sevilla, pasando por la UGT
Así anda la cosa y mientras nos sacudimos las pavesas del asunto del difunto Premio Nacional de Tauromaquia el secretario general de UGT, el tal Pepe Álvarez, no dudó en acudir a una mesa en la que se recogían firmas para la abolición de la tauromaquia para estampar la suya. El baranda obvió que el mundo de las cuadrillas –picadores, banderilleros y mozos de espada- está fuertemente sindicado y pertenece al proletariado que aseguran defender. También habría olvidado que su formación se sienta a la mesa del convenio colectivo nacional taurino. No estaría de más recordarle la lucha de ciertos subalternos que en su momento lucharon por dignificar las condiciones laborales de esos hombres que se visten de plata y pagan su hipoteca poniendo banderillas y pegando capotazos al toro y a la vida.
Pero no se vayan todavía, que aún hay más. Si en Asturias quieren prohibir la entrada a los toros a los menores –sí pueden cambiar de sexo o abortar sin avisar en casa- en la empresa Pagés se ha puesto en marcha una encomiable iniciativa que permitirá que los niños menores de ocho años entren gratis a las novilladas de abono celebradas en la plaza de la Maestranza acompañados de un adulto que adquiera o ya tuviera su localidad. La juventud ya se beneficiaba de localidades gratuitas en los altos de sol certificando el creciente interés que despierta la fiesta en las nuevas generaciones. Ya lo dijo el propio Ramón Valencia en el maremágnum que siguió al mandoble autoritario del tal Urtasun: “los ministros van y vienen...” Se le puede añadir otra coletilla, de la cosecha del difunto Canorea: “y la plaza seguirá ahí”.
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