Pablo Aguado y su capote solidario: caridad con alma rociera

Los niños siguen queriendo o soñando con ser toreros y en las cartas de los Reyes Magos -quiera o no la monserga woke- tampoco faltan esos trastos de torear de juguete que permiten a los más pequeños esbozar lances y muletazos de ensueño al toro de la fantasía. Así de fácil, también así de sano. De esos pases al aire han salido no pocas figuras del toreo pero, sobre todo, se ha alimentado la afición de muchos de los que hoy se sientan en los tendidos de una plaza de toros.

Pero además de satisfacer esa afición y esos inocentes sueños de gloria se puede ayudar a engrosar la amplia Bolsa de Caridad de la Hermandad del Rocío de Triana "cuyos esfuerzos están dirigidos a la infancia, familias vulnerables, personas con diversidad funcional y proyectos benéficos de gran impacto" según explica el Circulo Cultural Taurino Pablo Aguado que coordina una original iniciativa que combina afición, solidaridad y espíritu navideño. Se han puesto a la venta capotes rotulados con el nombre de Pablo Aguado y la dotación económica de la venta de estos capotes solidarios se destinará íntegramente a esta causa que cuenta con la colaboración necesaria del propio Aguado y la juguetería Osorno.

De hecho, el capotillo solidario de Pablo Aguado ya se publicita en el atractivo escaparate de la calle San Pablo acompañado de uno de los trajes de luces más preciados del propio matador, estrechamente ligado a la Hermandad del Rocío de Triana de la que su padre, el recordado empresario Julio Aguado, fue hermano mayor. El torero, además, firmará personalmente los capotes a todos los niños que lo deseen el próximo domingo, 22 de diciembre, de las 17.00 a 18.30 horas.

Esta iniciativa, de alguna manera, sigue la estela del hashtag #ELCAPOTEDEAGUADO creado también en uníón del Cículo Cultural Taurino Pablo Aguado. Fue en la pasada primavera en Sevilla, cuando el torero sevillano regaló capotes con su nombre a multitud de niños con el compromiso de firmárselo a la salida del hotel. Varias decenas de niños aguardaban a las puertas del Hotel Colón y en el patio de cuadrillas de la calle Iris. Cuando el matador salió vestido de luces hacia la plaza de la Maestranza firmó multitud de capotes con una gran sonrisa.