Seis ovaciones en tarde de mansos y de aceros desafilados en Huelva
FERIA LAS COLOMBINAS Ganadería: Cinco toros de Santiago Domecq y un sobrero -el primero- de Victoriano del Río, muy pobres de presentación, mansos, la gran mayoría rajándose a mitad de la lidia, y de escasa fortaleza. TOREROS: El Juli, ovación tras aviso y ovación. Miguel Ángel Perera, ovación tras aviso y ovación. Andrés Roca Rey, ovación tras aviso y ovación tras aviso. INCIDENCIAS: Plaza de La Merced. Casi lleno.
Seis ovaciones fue el escaso balance de la tarde en Huelva, donde la mansedumbre y blandura de los toros de Santiago Domecq condicionaron sobremanera un espectáculo en el que también los reiterados fallos con los aceros propiciaron que los tres toreros perdieran algún trofeo que otro.
El primero de El Juli, un becerrito, fue devuelto a los corrales por su manifiesta invalidez. En su lugar saltó al ruedo un sobrero de Victoriano del Río, que, como los de la víspera, fue manso y apenas se prestó al lucimiento. El madrileño anduvo muy tesonero durante toda la lidia, e incluso logró un par de series sobre la derecha de mucho mérito. Se atascó con la espada y todo quedó en una ovación con saludos. El cuarto fue otro manso que, por si fuera poco, desarrolló también genio y malas ideas. El Juli volvió a estar muy tesonero con él a lo largo de un breve trasteo en el que acabaron imponiéndose las excelsas complicaciones del de Santiago Domecq.
Perera se mostró a muy buen nivel con su primero, un toro de Santiago Domecq que se vino abajo a las primeras de cambio y con el que, tras algunas series de redondos de buena factura, acabó metiéndose entre los pitones en lo que fue un arrimón de lo más sincero. No estuvo nada fino con los aceros el extremeño y cambió el triunfo por una ovación desde el tercio. El quinto, que se rajó de buenas a primeras, obligó a Perera a meterse con él en los terrenos de cercanías y al hilo de las tablas en otra faena de querer a toda costa, y en la que hubo hasta circulares y otras florituras, antes de echarlo otra vez todo por la borda con la tizona.
Andrés Roca Rey fue todo entrega y disposición en el primero de su lote, un toro que tampoco acabó de romper lo suficiente y al que tuvo que hacerlo todo él, sacando a relucir el valiente y muy variado repertorio, destacando en las manoletinas finales, las cuales instrumentó tanto de pie como de rodillas, provocando el fervor en los tendidos onubenses. Pero, al igual que sus compañeros en sus primeros toros, manejó con desacierto la espada, perdiendo un triunfo más que cantado. Otro arrimón de órdago tuvo que pegarse Roca Rey con el rajado y aplomado sexto, con el que volvió a marrar reiteradamente en la suerte suprema.
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