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OPINIÓN TAURINA

La Córdoba taurina atraviesa una crisis preocupante con pocos visos, al menos, a corto plazo, de recuperación

Guerrita ante el toro Cocinero en Madrid / El Día
Salvador Giménez

03 de marzo 2019 - 07:00

Cuando las primeras ferias taurinas de la temporada se vislumbran en el horizonte, Córdoba continúa penando en el purgatorio del ostracismo. Ya se conoce que el, antes, tradicional festival de la Asociación Española Contra el Cáncer no se celebrará y ha sido sustituido por un espectáculo ecuestre. Lástima, pues el festival era una fecha consolidada de pleno en el almanaque taurino cordobés.

Con esta ausencia otro año más se pierde, posiblemente, el último acto taurino social importante que se celebraba en el Coso de los Califas. Sobre la Feria poco se sabe. Sólo que continuará la misma empresa, al ejercer su derecho a prórroga, y que el esquema de la Feria de Mayo, según ha podido trascender, poco variará de lo celebrado en años pasados.

O lo que es lo mismo, dos festejos mayores, otro de rejones, aunque se habla de una novillada con picadores. Poca cosa para lo que debe ser una ciudad que, taurinamente hablando, atraviesa una crisis profundamente preocupante y con pocos visos, al menos a corto plazo, de recuperación.

También es triste que en las primeras ferias importantes de la temporada la representación cordobesa sea prácticamente nula. Solo la aportación ganadera de Alcurrucén, aunque sus toros prácticamente yo no pastan en el término de Pedro Abad, y la vacada de Fuente Ymbro, propiedad del cordobés Ricardo Gallardo, ponen una ínfima gota de cordobesismo en unas combinaciones, donde se refleja que Córdoba taurina está tocando un preocupante fondo.

Sin matadores relevantes en el escalafón superior, aunque Finito podría abrir y revestir de categoría muchas combinaciones, y con un escalafón inferior destrozado por el sistema, donde es prácticamente imposible provocar un necesario cambio generacional, el panorama comienza a ser preocupante y, cada vez, más desolador.

El panorama comienza a ser preocupante y, cada vez, más desolador

La Córdoba taurina sigue con el puso muy débil, solo aliviado por los actos culturales y coloquios que se siguen organizando, en los que en numerosas ocasiones se masculla con amargor la triste situación que vive la fiesta de toros en una ciudad universal.

No obstante, estos actos son los que mantienen el rescoldo de lo que fue Córdoba en el planeta de los toros y, sobre todo, los que continúan demostrando, citando a Baroja, que "Córdoba no está muerta, solo es un pueblo que duerme", a lo que apuntamos que ojalá despierte pronto, porque nunca es tarde si la dicha es buena.

Destacar también a la Juventud Taurina de La Carlota, que organizó días pasados un tentadero solidario en las instalaciones taurinas del Hotel El Pilar. Tuvo enorme éxito y un beneficio económico que será destinado a la labor altruista de la Asociación Española Contra el Cáncer.

Elogio y aplauso hacia estos jóvenes que han promovido un espectáculo taurino en tiempos convulsos, luchando posiblemente contra multitud de obstáculos, pero que a la postre han podido celebrar el festejo que pretendían, convirtiéndose este, sin ellos saberlo, en la apertura taurina en la provincia de Córdoba de este año de 2019. Enhorabuena y a seguir en la lucha.

Guerrita y el toro Cocinero

Circuló estos días por las redes sociales una foto de Guerrita estoqueando un monumental torazo. Para que luego digan que el II Califa se aliviaba. La fotografía impresiona. Pero puestos a indagar aquella lidia, cuando el siglo XIX agonizaba, tiene su historia oculta.

Para la fiesta de San Isidro se programó una monumental corrida de toros, en la que se anunciaban Guerrita, Antonio Fuentes y El Espartero, ante una corrida colmenareña, de la hoy casi extinta casta jijona, perteneciente a la ganadería de Félix Gómez. De entre los toros había uno que destacaba por el desarrollo de su cornamenta e imponente trapío.

Guerrita, monarca absoluto de la tauromaquia de la época, le dice al mayoral que le diga al ganadero que sustituya ese toro por otro más acorde a sus hermanos. El conocedor de la ganadería responde, que ese toro, de nombre Cocinero, no venía reseñado para él.

Entonces no existía el sorteo, por lo que Guerrita, picado en su amor propio, hizo que el toro fuese enchiquerado para ser lidiado y estoqueado por él mismo, obteniendo un resonante triunfo en la vieja plaza de la Carretera de Aragón, ante un público que siempre fue duro con él.

Las cosas del Guerra y un pundonor profesional, llamada vergüenza torera, que hoy están ayunas en muchas figuras del escalafón que solo matan lo que le es, no ya más propicio, sino lo más cómodo y fácil para el ejercicio de su profesión.

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