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Morante: la vuelta del genio

EL REPASO

El retorno del artista de La Puebla ha coronado informativamente una semana taurina en la que también se habló de la recuperación forzada de Borja Jiménez o las novilladas de promoción de Sevilla 

Morante: fin a 45 días de incertidumbre

Borja Jiménez reaparece en La Línea con seis 'victorinos'

Morante, a contraluz, en la plaza de toros de Los Califas de Córdoba. / EFE/Rafael Alcalde

22 de julio 2024 - 12:59

Morante tiene la virtud de convertir en noticia cualquier movimiento aunque su política de comunicación está bastante lejos de su alcurnia artística. En las últimas semanas, mientras arreciaban los rumores de su vuelta inminente y se le veía o fotografiaba furtivamente aquí o allá, se intentaba poner lugar y fecha a esa reaparición que se verificará finalmente este mismo martes en la plaza de Santander. Se pone fin así a 52 días de exilio interior que ha empleado en poner orden en sus demonios interiores. La pretensión inicial se ha cumplido: volver a la primera línea de frente en pleno fragor de la temporada, dando carta de verosimilitud al impresionante chorreo de carteles que se han ido presentando a la vez que se nombraban sustitutos o se urdían componendas para parchear su ausencia. 

Esa ausencia ha sido demasiado elocuente y ha servido para subrayar la atonía de una campaña que avanza con ritmo cansina. La dictadura de la mediocridad, el mantenimiento artificial de toreros amortizados y cargados de trienios y el cortoplacismo del búnker taurino están brindando una campaña de grisallas que, con excepciones, está encontrando la respuesta del público en una hermosa reacción protaurina que no siempre tiene reflejo en el espejo del ruedo. 

La necesidad de una reaparición 

En medio de ese panorama, el retorno de Morante se recibe como un manantial de agua fresca en medio de un camino polvoriento. Pero la duda persiste: el torero deseado es el de ese trienio prodigioso que comenzó en la pandemia y se cerró con el histórico rabo de Sevilla. Después llegarían las cogidas de Badajoz y Vilafranca de Xira, el calvario de la lesión de muñeca, la vuelta de esos fantasmas que queríamos olvidados… 

Todo suma en un crisol de infortunios al que hay que sumar el desgaste de esas temporadas a tan alto y exigente nivel –asumió el reto de matar cien corridas de toros en 2022- y el vacío artístico que pudo seguir a ese rabo de 2023, guinda de varios recitales inolvidables que forman parte de la antología de la propia plaza de la Maestranza. La vuelta de Morante es ilusionante y necesaria; también está cargada de interrogantes. La cita con el toro es este martes en las arenas oscuras del coso de Cuatro Caminos de Santander. Se le desea la mejor de las suertes. 

Borja Jiménez al frente de las cuadrillas en su encerrona del pasado viernes en La Línea. / Juan Viedma

Borja: del yunque y el martillo 

Es una de las anécdotas más difundidas del toreo. El viejo Camará, que condujo a Paquirri en su eclosión como figura, refirió un día al coloso de Barbate, asaltado por las dudas de su propia capacidad, que había que aprender a ser yunque para cuando le llegara el momento de convertirse en martillo. Esa sentencia lapidaria acabaría siendo inscrita en dos azulejos gemelos. Uno está o debería estar en la finca Cantora; el otro sigue en una casa de Córdoba. Pero esa es otra historia… 

A Borja Jiménez le toca ahora asumir ese papel de yunque a pesar de las miserias de un sistema cerrado que está valorando a cuenta gotas su definitiva eclosión con los toros de Victorino Martín. Fue en la última Feria de Otoño de Madrid, plaza que le ha visto salir como único gran triunfador de la pasada isidrada. ¿Qué está pasando aquí? El diestro de Espartinas ha tenido que forzar la máquina más allá de lo razonable para poder cumplir con el solo de la Línea de la Concepción, de nuevo con sus grises. Fue una moneda al aire, prácticamente sin entrenar ni ponerse delante, con la herida que había sufrido dos semanas antes en Pamplona sin curar. Pero Borja sabía que tenía que estar en la puerta de cuadrillas para abrir la grande después. Lo hizo a hombros de Ruiz Miguel, leyenda de los antiguos albaserradas. El torero cumplió con creces el reto pero, tal y como tenía asumido, se resintió del percance y no pudo viajar al día siguiente a Mont de Marsan para despachar otra ración de victorinos. Así está esto… 

Ruiz Velasco mostró una extraordinaria proyección como torero, más allá del trofeo que paseó. / Arjona-Pagés

Ruiz de Velasco: un valor seguro en la cantera 

La pasada semana se celebró el tercer festejo clasificatorio del tradicional ciclo de promoción de nuevos valores que ocupa los jueves de julio en la plaza de la Maestranza. La gran sorpresa llegó de la mano de Jorge Hurtado, un extremeño de Coria que se presentaba por libre. Fue una faena completa, redonda y maciza que reveló sus grandes posibilidades y que habría merecido las dos orejas si la espada hubiera entrado antes y mejor. Su pase a la final del próximo jueves se consideraba impepinable. También se daba por hecho que Pepe Martínez, aspirante de Valencina de la Concepción que también acudía por su cuenta, tenía plaza en propiedad en el duelo definitivo. 

Pero en la mente del aficionado se había subrayado otro nombre: el del burgalés Ruiz de Velasco, que finalmente no figuró en la terna escogida por el jurado que se decantó por la actuación de Manuel Troncoso, un palaciego presentado por la escuela de Utrera que también puntuó en ese tercer festejo clasificatorio. El jurado de asesores es legítimo y soberano pero desde estas líneas también es justo reividincar la actuación más solvente, capaz y redonda de todo el ciclo. Y la firmó Ruiz de Velasco. 

Pero ya que hablamos de novilladas es obligado recordar el festejo que abrió la feria de Santander el pasado sábado, televisado por One Toro. Samuel Navalón, Marco Pérez y Javier Zulueta conformaban una terna de sólido argumento interior -un cartel muy bien trazado por Lances de Futuro- que luego enseñaría sus mejores armas: la solvencia y madurez del valenciano; la raza del salmantino, más allá de los candores pasados de niño prodigio; la personalidad del sevillano... Las novilladas son necesarias en las primeras ferias. Debe primar siempre esta excelencia.

El gran momento de Santiago Domecq 

Vamos recogiendo velas, felicitando como merece a don Santiago Domecq, propietario del toro Escondido merecidamente indultado en Valencia por Román. El éxito de la divisa jerezana se suma al que ya alcanzó en Sevilla y Madrid y certifica su extraordinario momento, ajeno a las preferencias de los toreros de la clase alta. Pues así estamos… Es el cuarto ejemplar que se indulta en el coso valenciano que ya contempló el perdón del célebre Gitanito, de Torrestrella, en manos de Dámaso González en 1993. La memoria rescata a don Álvaro saliendo al ruedo, saludando con el sombrero que le había tendido su mayoral, Juan Cid, impecablemente vestido de corto. Era uno de los primeros ejemplares que lograban lo que entonces era un rarísimo privilegio tras la promulgación de la llamada ley Corcuera que reguló el indulto. El primero, en 1992, se llamaba Bienvenido y era de Jandilla. Lo toreó Enrique Ponce en Murcia; 32 años después anda en trance de despedida. Los tres toros pertenecen a tres hierros de un mismo apellido, el de Domecq. Son historietas que rebotan en el recuerdo. Ya vamos para viejos. 

 

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