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La noticia ya es sabida: Morante de la Puebla ha decidido interrumpir su temporada aunque aún tiene la esperanza de poder recuperarse, al menos para torear la tercera corrida de la Feria de San Miguel de Sevilla que debía haber puesto punto y final a su campaña oficial. Su nombre también se barajaba para torear el festival organizado el próximo 12 de octubre en la plaza de la Maestranza a beneficio de las obras sociales y asistenciales de la Hermandad de los Gitanos y la Fundación Nuevo Futuro aunque será muy difícil que pueda cumplir ese compromiso.
El torero ya se había visto obligado a interrumpir sus actuaciones durante 53 días, desde el primero de junio, cuando hizo el paseíllo en Cáceres, hasta el 23 de julio, fecha en la que volvió a torear en el coso de Cuatro Caminos de Santander. Lo hizo en plenitud, anunciado junto a Enrique Ponce –que le brindó su primer toro- y Fernando Adrián, uno de los toreros revelación de esta anodina temporada que vuelve a empobrecerse en su recta final con la ausencia irreparable del diestro de La Puebla
Morante se acercó aquel día a sus mejores registros, dibujando tímidas sonrisas que invitaban a pensar que su recuperación podía ser un hecho por más que el matador pusiera límites a ese estado cuando fue interpelado tras dar muerte a su segundo enemigo, al que cortó una oreja que se sumaba a la que ya había pasado del toro anterior. “Lo mejor ha sido el esfuerzo conseguido y romper la barrera de estar parado”, admitió el diestro. “¿Feliz?”, le preguntó el comentarista Víctor Soria. “Bueno, bien…”, fue la matización de Morante esbozando una nueva y tímida sonrisa que no disimulaba cierto rictus de sufrimiento en su mirada
Antes de hacer el paseíllo el torero ya había sido interrogado en los mismos micrófonos de One Toro sobre su estado personal. “La verdad es que ha sido difícil; estamos haciendo un esfuerzo, a ver si tenemos suerte y se ve la recompensa” afirmó Morante aquel 23 de julio. “Estoy en la lucha, porque esto es una cosa muy pesada que necesita mucha constancia pero aquí estamos”, remachó el lidiador dejando patente el gran esfuerzo personal que supuso estar aquel día en la puerta de cuadrillas del coso santanderino. Visiblemente emocionado, había brindado el toro de su reaparición a su apoderado Pedro Marques, apoderado, hombre de confianza, amigo, manos y pies del diestro de La Puebla que se ha implicado en la recuperación del hombre de una forma que trasciende cualquier límite profesional. “Por todo lo que estamos luchando”, musitó el torero que ha encontrado en Portugal, patria de su apoderado, uno de los mejores refugios de este tiempo de tribulaciones.
Fuentes muy cercanas a su entorno habían explicado que “le es más beneficioso estar activo que estar parado”. Había sido uno de los consejos de los especialistas que le atienden: que se pusiera a torear, que retomara el contacto con la cara del toro, las ganaderías, los entrenamientos... Los efectos secundarios de un nuevo tratamiento habrían sido el freno de ese empeño. Es imposible continuar…
Algunos días después de aquella reaparición Morante iba a encontrarse con el informador taurino Paco Guerrero en el transcurso de un tentadero celebrado en la finca de José Luis Pereda. Era la primera entrevista que concedía el torero desde su largo eclipse, la única para un medio español. El torero ponía las cartas boca arriba poniendo voz y cara a los fantasmas que le atenazan. “Esto es algo muy lento y angustioso” reconocía el matador. “Aunque para mí no es nuevo y llevo sufriéndolo desde que tenía 20 años, en esta ocasión me ha dado más fuerte y aquí vivo con la ilusión de que se vaya. Que se arrincone en algún sitio. Que se esconda ya de una vez”, suplicaba.
Morante confesaba al periodista de Huelva Información que las visitas al campo, la preparación y el contacto con el toro eran “una forma de terapia” mostrando su satisfacción por el buen resultado de la tarde de Santander. “Era una tarde especial porque venía de mucho tiempo sin torear en público; aunque no había dejado de torear en el campo, sí es verdad que era una tarde de muchas dudas, mucho médico, de una vida como triste. Un muro grande para afrontar un compromiso como ese. Pero mira, hasta ahora nos hemos interpuesto a todos los condicionantes y vamos tirando para adelante”, refería el torero sin poder adivinar que un mes largo después se vería obligado a volver a parar.
Si me veis con el rabo veréis también que ya hay mucho sufrimiento en mi cara. Fue el inicio de esta recaída"
Pero la revelación más importante, la más sorprendente, llegó cuando José Antonio Morante adelantó el inicio de esta recaída a la temporada anterior, marcada aparentemente por la lesión de muñeca que le obligó a ir y venir. El día del rabo de Sevilla, cumbre personal y taurina del diestro de La Puebla, ya estaba atenazado por los mismos fantasmas que le han obligado a cortar ahora. “Aquella tarde yo ya no estaba bien”, confesaba el torero. “Si me veis con el rabo veréis también que ya hay mucho sufrimiento en mi cara. Fue el inicio de esta recaída. ¿Si pasa factura o no pasa? Yo creo que no. Las circunstancias van dándose, la suerte, el azar, te hacen llegar a ese momento y ya está. En parte también es cierto que desde entonces vengo sufriendo muchísimo, viendo a muchísimos especialistas y esperando a ver si dan con la tecla” se sinceraba Morante aludiendo a una “desesperación grande y frustrante”.
Estoy luchando contra una enfermedad, un trastorno disociativo que no me deja vivir", explicaba el torero en una entrevista concedida a The Times
Diez días después de su reaparición santanderina iba a conceder otra entrevista, publicada en inglés, al prestigioso diario británico The Times. “Estoy luchando contra una enfermedad, un trastorno disociativo que no me deja vivir”. Morante definía así la dolencia que le atenaza, un trastorno de despersonalización y agorafobia que le provoca mialgias, dolores de cabeza y ataques de llanto, además de confusión y desorientación: “Esta vez me golpeó más fuerte que antes”, relataba al diario británico. “Sigo con el tratamiento pero con mucha angustia. La verdad es que sufro mucho”, admitía el matador que ya había sido diagnosticado hace 20 años, en 2004, año en el que se vio obligado a retirarse temporalmente y en el que llegó a sufrir sesiones de electroshock en Miami.
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