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Morante y Manzanares en Linares: entre todos la mataron y ella sola se murió

EL REPASO

La tocata y fuga de ambos matadores sigue pesando en el fragor de la temporada mientras se invoca el mismo respeto que no se contempló para honrar la memoria de Manolete ni compensar la santa paciencia del público pagano 

La espantada de Morante y Manzanares ensombrece el aniversario de Manolete en Linares

Tampoco pudo ser en Tarazona. La reaparición de Morante tuvo que esperar

Morante y Manzanares, en una imagen de archivo / M.G.

La espantada del verano sigue coleando a la vez que se plantean nuevas dudas e interrogantes sobre el verdadero motor de una drástica decisión que dejó en mantillas el sacrosanto aniversario de Manolete y con un pasmo de narices al público que se había retratado en la taquilla para asistir al cartel estrella de la feria de San Agustín de Linares. Fue el pasado día 28, una fecha marcada a fuego en el imaginario taurino; con Morante, Manzanares y Curro Díaz en un cartel que se completaba con los toros de Álvaro Núñez.  

Y en los corrales, precisamente, se empezó a enredar el asunto. Tomamos nota del relato riguroso de un compañero, Luis Miguel Parrado, para resumir la secuencia de los hechos: el día anterior se habían desembarcado nueve ejemplares marcados con el hierro anunciado, el de Álvaro Núñez. De ellos fueron rechazados cuatro aunque la cosa se enredaría especialmente con uno de ellos, el número 10, “por claudicación manifiesta de la mano derecha” según determinó la evidencia y el juicio de los veterinarios.  

En la mañana del día 28 se habían embarcado otros tres toros de Román Sorando que fueron aprobados sin problema por lo que, con ocho reses aptas, el festejo podía celebrarse sin mayores contratiempos. Con la llegada de las cuadrillas antes del preceptivo sorteo empezarían a enredarse las cosas con la autoridad. Se invocaba la lidia del número 10 argumentando que la cojera había desaparecido en contra de la opinión sostenida de los veterinarios que en este caso vinculaba al presidente. El empresario, Juan Reverte, propuso sortearlo con la condición de que fuera devuelto al más mínimo signo de debilidad asumiendo el gasto. La autoridad desestimó esa propuesta. 

Espantada consumada 

A partir de ahí las cosas empezaron a calentarse, con conatos de plante si la corrida no se cerraba al completo con los toros de Núñez. Y se fueron… Parrado apunta que, posiblemente, fueron los hombres de Manzanares los primeros en tomar la puerta. Los de Morante le siguieron. El orden de los factores sí altera el producto: los apoderados del alicantino, la casa Matilla, formaron sociedad con Juan Reverte para llevar algunas plazas, incluida la de Linares que formaba parte del imperio Balañá, heredado por los taurinos charros que estuvieron al frente del coso de manera directa hasta 2012. ¿Por qué dejaron a su antiguo socio en la estacada? ¿Por qué se tomó una determinación tan drástica? ¿Tan graves fueron las presuntas faltas de respeto a las que aludía el ganadero? 

Pero hay que retomar la secuencia de los hechos: con las cuadrillas de Morante y Manzanares en retirada, a las 14.10 de la tarde, el presidente decidió repescar otro toro, el número 9, que había sido desechado inicialmente por falta de trapío para el coso de Linares que ostenta la segunda categoría administrativa. Ya era tarde: el alicantino y el cigarrero habían tomado carretera y manta. Curro Díaz, tal y como ha declarado en el programa Clarín de RNE, iba a tener conocimiento del delirante proceso en torno a las 15.00 horas decidiendo asumir el compromiso en solitario. Linares no se iba a quedar sin toros en el 77 aniversario de la cogida mortal de Manolete. Zanjaría el empeño, lidiando los seis de Álvaro Nuñez y cortando cinco orejas. Estaba salvando muchos, muchísimos muebles. No había recibido ni una llamada de sus compañeros alertándoles del asunto. 

La invocación del respeto: Manolete y el público 

El ganadero, ya lo hemos dicho, habló de posibles faltas de respeto por parte de la autoridad y los facultativos a las cuadrillas y los representantes de los toreros huidos. Pero los tiras y aflojas en los corrales y los sorteos forman parte de la idiosincrasia del espectáculo taurino. En Linares y en Pequín, de toda la vida... No quitamos ni ponemos rey –la verdad sólo la conocen los interesados- pero sí nos extrañamos de la finura de piel en torno a unos lances que no tienen nada de extraordinario en los prolegómenos de una corrida de toros.  

¿Tan fina tenían la piel? Estamos hablando de un toro, ¡de un único toro¡ para completar la corrida prevista aunque si el palco estaba dispuesto a ceder podía haberlo hecho antes de que la huida se consumara. Aunque admitamos que el tono o el comportamiento de la autoridad –que no lo sabemos- pudiera haber sido inadecuado... ¿Es un argumento con el peso suficiente para romper la baraja y salir de naja?  

Los toreros sediciosos, seguramente, no habían medido bien las consecuencias reglamentarias de su marcha. Ni siquiera firmaron las actas. En esa tesitura se emitieron, firmaron y enviaron a la empresa sendos partes facultativos que sólo agrandan el esperpento. Morante se caería al día siguiente del cartel de Tomelloso para no agrandar la brecha con la empresa de Linares. Se habían roto todos los platos.

Se ha invocado hasta la saciedad la palabra “respeto”. Se le debe a los que se ponen delante, máxime si se trata de una figura histórica del rango de Morante o un torero de ferias como Manzanares. ¿Quién lo duda? Pero ese respeto se le hurtó sin miramientos al público que se retrata en la ventanilla, carga el coche de gasolina, reserva hoteles y restaurantes y viaja en pos de ciertos toreros, muy pocos, que merecen la peregrinación por las plazas de toros. No, nadie tuvo respeto por los paganos, tampoco por la memoria de uno de los toreros más importantes de la historia, Manuel Rodríguez Manolete, mártir de un mundillo que se alimenta por igual de los triunfos y la sangre de los toreros. Lo decía un excelente aficionado que hace mucho, muchísimo, por esta fiesta nuestra. “Las decisiones no se toman por los sentimientos, sino por los valores y principios que te mueven”. No hay más preguntas, señoría… 

En la muerte de Miguel Ruiz de Vargas 

Nos marchamos ya, variando completamente el rumbo. Nos ha dejado un aficionado ejemplar, currista del antiguo testamento, rociero de cuna, tertuliano de Los 13 y abonado de aquel irrepetible tendido 3 que marcaba el pulso de la sombra en la plaza de la Maestranza. Allí repartía aquellos caramelos de café con leche –sus cafelitos- antes de que toreara “López”, que es como llamaba al camero. Hablamos de Miguel Ruiz de Vargas, de Hinojos y sobrino de aquel canónigo impar llamado Juan Francisco Muñoz y Pabón, íntimo de Joselito, que muñó la coronación de la Reina de las Marismas y regaló a la Macarena esa pluma de oro que defendió los funerales del rey de los toreros en la catedral de Sevilla. Se escribió como epitafio para Cúchares, pero lo parafraseamos ahora para el amigo que ha ido: “dichoso aquel que fuera llorado sin dejar en la tierra un enemigo…” 

 

 

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