Morante corta dos orejas al toro de su reaparición
CONCLUYE LA CORRIDA
El diestro cigarrero, que fue recibido con una fuerte ovación tras romperse el paseíllo, se ha mostrado en plena forma artística y física ante un noble ejemplar de Juan Pedro Domecq pero escuchó una fuerte bronca tras abreviar sin contemplaciones con el cuarto
Las actuaciones de mayor calado correspondieron a Emilio de Justo, que malogró con los aceros su entregada labor al excelente quinto, y a Borja Jiménez, imponiendo la ley espartaquista con el manso que hizo sexto
Morante de la Puebla: 210 días después

Morante de la Puebla, que ha llenado la plaza en la tarde de su reaparición, ha cortado las dos orejas al primer ejemplar de Juan Pedro Domecq gracias a una faena armoniosa, reunida y plena de personalidad que ha rematado de una estocada contundente. Con el cuarto no se iba a dar coba ninguna después de algunos apuntes capoteros. Apercibido de su escaso fondo salió con la espada de verdad y después de quitarle las moscas lo echó abajo de cualquier manera escuchando una fortísima bronca.
Emilio de Justo, que brindó al maestro cigarrero, también logró pasear un trofeo del segundo después de cuajarlo de cabo a rabo con el capote e instrumentar un trasteo entregado que brilló especialmente al natural. Lo mejor vendría con el quinto, un excelente juampedro que le iba a permitir construir una labor trepidante, no siempre relajada, desde que lo recibió con un farol a portagayola. Fue una faena arrebatada -las ganas ganaron demasiadas veces al relajo- en la que el diestro cacereño acabó toreando más asentado al natural mientras se producián los primeros conatos de un indulto que finalmente no llegó. Emilio de Justo se iba a atrancar con la espada y el descabello y lo que iba camino de un gran triunfo quedó en una oreja que paseó después de que volvieran a sacar al toro del desolladero para darle la merecida vuelta al ruedo que le había concedido el palco.
Borja Jiménez, por su parte, obligó siempre al tercero en una labor intensa y comprometida que ha rematado de un feo pero contundente bajonazo que no le impidió pasear otro trofeo. Pero lo mejor estaba por llegar, imponiendo la ley de Espartaco -su maestro y padrino- al manso que hizo sexto. Después de huir de todo y de todos acabó siendo sometido por la poderosa muleta del joven matador de Espartinas que tiró de todo su repertorio en una faena fresca y aclamada que le sirvió para pasear dos orejas.
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