Morante, en el corazón de La Puebla
Espartaco lanzó el clásico ‘chupinazo’ para dar salida al encierro de reses bravas en el cénit de las fiestas de San Sebastián, revolucionadas por el diestro cigarrero hace una década
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No cabía un alfiler y el ambientazo se respiraba en todas las calles del pueblo mucho antes de la hora prevista para la suelta de los novillos. El multitudinario encierro de reses bravas, que este año llega por partida doble, ha vuelto a convertirse en el acto central de las fiestas de San Sebastián de La Puebla del Río desde que Morante de la Puebla revolucionara el concepto de la fiesta hace ya una década.
La presencia del torero es sal, alma y son de una celebración que ha sabido ganarse un hueco en el calendario festivo de la provincia, de la región, de toda España… Y el programa, un año más, no iba a desviarse del guión previsto, acumulando cierto retraso que no logró derrotar el entusiasmo. Pasaban trece minutos de las doce del mediodía cuando la alcaldesa de la localidad, Lola Prósper, se asomó al balcón del antiguo Ayuntamiento para dar unos sonoros buenos días. Junto a ella aparecieron Morante, el párroco don Rafael, el gran banderillero cigarrero Rafael Sobrino y Espartaco, encargado de lanzar el preceptivo chupinazo que terminó de desatar el entusiasmo.
¡Que bote Morante! ¡Que bote Espartaco! ¡Que bote La Puebla! El veterano maestro de Espartinas dio vivas al pueblo, a San Sebastián y al propio Morante que esbozaba una sonrisa desde el balcón contemplando una auténtica catartis colectiva que no se puede entender sin su impulso. Unos minutos antes el paso del santo patrón había ocupado su puesto junto a la Esquina del Reloj como espectador privilegiado. Por allí andaba el delegado del gobierno, Ricardo Sánchez; el periodista Juan del Val, el cantante Manuel Lombo, el pintor José Tomás Pérez Indiano, el diestro –y ahora parlamentario valenciano de VOX Vicente Barrera; el consejero Antonio Sanz… También había venido a La Puebla el mismísimo presidente de la Junta, Juanma Moreno, que acompañó al santo con vara de presidencia y recibiría después, en la Huerta de San Antonio, uno de los más preciados vestidos de torear de manos de Morante, prometiendo instalarlo en San Telmo.
Aún hubo que esperar algunos minutos más para que fueran soltados los erales de los hierros de Fermín Bohórquez, Garcigrande, Macandro, Espartaco, García Jiménez y Talavante. A las cuatro habrán sido lidiados en formato de concurso de ganaderías, con premio para el mejor ejemplar, por Vicente Sánchez Bermejo (escuela taurina de Vila Franca de Xira), Rafael de la Cueva (escuela taurina José Cubero Yiyo de Madrid), Diego Mateos (escuela taurina de Salamanca), Alejandro González (escuela taurina de Albacete), Manuel Domínguez, (Escuela Taurina de Sevilla) y El Gali (escuela taurina de Málaga).
Comenzaba la carrera, envuelta en el esquileo de los rotundos mansos. Fue breve, intensa, trepidante, recorriendo en muy pocos minutos los casi 700 metros que abarca la calle Larga para desembocar en la plaza portátil instalada en la explanada de las antiguas cocheras del tranvía. El encierro se desarrolló a gran velocidad, y deparó bonitos lances y carreras de los mozos, en algunos casos llegados a La Puebla del Río de otros puntos remotos de la geografía del toro atraídos por la intensidad y la fama de esta fiesta que no se puede entender sin Morante de la Puebla.
Pero aún quedaba fiesta, la capea de la plaza, la vuelta del Santo, la paella popular y finalmente la novillada de promoción, televisada en directo por Canal Sur TV que estará precedida del vistoso pasacalles de los jóvenes lidiadores desde el Ayuntamiento a la coqueta y amplia plaza de toros que ya demanda una construcción fija para tiempos venideros. Este domingo se repite el guión. Punto por punto.
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