SORTEO
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Pablo Aguado maquilló la tarde

Manzanares cuajó al mejor toro de la tarde, pero la espada le impidió tocar pelo

Morante se encontró con el peor lote de una corrida variopinta y a la que medio salvó el segundo toro

Las imágenes de la primera corrida de la Feria de San Miguel

Las imágenes de la primera corrida de la Feria de San Miguel / Juan Carlos Muñoz

Ficha de la corrida

Plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla

GANADERÍA: Tres toros de Hermanos García Jiménez y tres de Olga Jiménez. Corrida de presentación correcta con un gran toro para la muleta, el segundo de la tarde, perteneciente al hierro de Hermanos García Jiménez.

TOREROS: Morante de La Puebla, de buganvilla e hilo blanco y medias blancas, silencio en ambos. José María Manzanares, de tabaco y oro, saludos y silencio, Pablo Aguado, de verde y oro, oreja y silencio.

CUADRILLAS: Destacaron a pie Diego Carvalho y Abrahan Neiro. A caballo, Óscar Bernal.

INCIDENCIAS: Primera corrida de la Feria de San Miguel en tarde muy calurosa. Se colgó el cartel de ‘no hay billetes’. Tras el paseíllo, el publicó obligó a saludar a Morante, que compartió la ovación con sus compañeros.

Con un calor africano se inició la Feria de San Miguel más esperada de cuantas recordamos. Bellísima la plaza más bella del mundo abarrotada y con una expectación desbordante al rebufo de unos carteles extraordinarios. Y refulgía todo el Arenal al conjuro de una tarde de toros de esas que merecen la pena, aunque luego pase lo que pasó, que el torero dispone y el toro descompone. ¿Tanto descompuso el encierro de la familia Matilla? Pues qué quiere que le diga, ni poco ni mucho, pero lo cierto es que sólo dos toros admitieron el diálogo con sus matadores y fueron el segundo y el tercero de la tarde.

Todo arrancaba con un clima de euforia desbordada a la terminación del paseo. Aquel rabo que Morante le cortaba a Ligerito el miércoles de Feria seguía en la memoria del aficionado y una estruendosa ovación sonaría en honor del orfebre cigarrero, que tuvo la elegancia de compartir esas palmas con Manzanares y con Aguado.

Las imágenes de la primera corrida de la Feria de San Miguel / Juan Carlos Muñoz

Bien empezaba aquello y mejor continuaría con el capote de Morante cincelando unas verónicas a cámara lenta rematadas con media de cartel. Todo parecía encarrilado con unos estatuarios pegado a tablas para sacarlo a los medias trinchera a trinchera en un alarde de torería. Pero Veraneante no estaba por la labor y tras unos intentos de redondos y naturales sólo procedía ir por la espada y despenarlo de un pinchazo hondo en la yema.

Tampoco hubo opciones de triunfo en el cuarto, un colorado algo pasado de peso y que atendía por Caramelo. El de La Puebla le sopló unas verónicas sueltas y con desmayo, pero el toro estaba cortito de fuerza y todo iba a quedar en los buenos deseos de un torero que, demostrado está sobradamente, no tiene demasiada fortuna en los sorteos. Con la izquierda en la boca de riego esbozó algo de lo mucho que atesora, pero el toro estaba cogido con alfileres, se paró y a matar se ha dicho. Lo atronó de pinchazo y estocada y a esperar al domingo, que es mañana mismo.

Una tarde con un calor asfixiante que bien pudo influir en el juego del envío de Matilla

Pudo Manzanares tocar pelo de Principal, un cinqueño negro que resultaría buenísimo para la muleta. El alicantino se puso muy de verdad desde el primer momento, le sopló unas verónicas de esas suyas de capote grande y las palmas de las manos encarando al burel. El toro le avisó con el izquierdo y volvió a colársele en la muleta por ese pitón, pero el alicantino lo entendió para una faena maciza, quizás la mejor de estos sus últimas citas con Sevilla. Redondos redondísimos y naturales inacabables que ponían en sus manos las dos orejas de este gran toro de Hermanos García Jiménez. Pero el que fuera enorme matador ha entrado en un bucle pernicioso que le priva de triunfar más a menudo. Lo pinchó antes de la estocada y Principal se fue al desolladero con sus dos orejas en su sitio.

Las imágenes de la primera corrida de la Feria de San Miguel / Juan Carlos Muñoz

Carcelario se llamaba el quinto, un toro bastito que salió con poca fijeza y que derribó al caballo que montaba Paco María. En banderillas le puso los pitones en el pecho a Abrahan Neiro, pero el toro no tenía bravura y andaba cortito de fuerza, Josemari lo intentó con ambas manos, pero el toro no se empleaba y no era cosa de aburrir a los tendidos, por lo que lo mató, esta vez a la primera.

El triunfador de una tarde en la que no hubo grandes triunfos fue Pablo Aguado, que se encontró con un toro que le permitió desgranar su personalísima torería de naturalidad, improvisación, toreo de frente o de perfil con el sello de una sevillanía indiscutible. Se entendió con Derribado, primero de su lote, desde el minuto uno con verónicas para empezar y chicuelinas de pura Alameda después que llenaron de gozo los tendidos. Desde los naturales preñados de naturalidad, a los redondos a pies juntos rematada cada serie de forma distinta, ora con una trinchera, ora con un molinete más de Pepín que de Belmonte, Pablo fue desgranando su personalísimo concepto y cuando mató de certera estocada, la oreja, única oreja de la tarde, fue a sus manos. En el sexto, un toro protestado tras un volantín casi de salida, Pablo quiso mucho, pero Descreído no estaba por la labor y así acabó un festejo que volvió a recordar aquello de corrida de expectación, corrida de decepción. Para hoy, otro lleno y llega Andrés Roca Rey, la actual locomotora del toreo. Que Dios reparta suerte.

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