AMÉRICA TAURINA
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ENTREVISTA
El escritor y novelista Miguel Aranguren (Madrid, 1970) presenta este miércoles en la Fundación Madariaga de Sevilla su Toros para antitaurinos, un libro dividido en cinco relatos -ilustrado por el propio autor- que se acerca a los secretos de la fiesta con una visión poliédrica apta para el profano y el erudito pero, sobre todo, necesaria para el detractor que, dejando atrás sus propios prejuicios, quiera profundizar en un mundo ayuno de didáctica. La obra cuenta con el prólogo de Diego Urdiales y será presentada por el diestro José Ruiz Muñoz y el notario Fernando Gomá, presidente del Instituto Belmonte ascrito a la Fundación del Toro de Lidia.
Pregunta.–Víctor Barrio decía que los toros no hay que defenderlos sino enseñarlos...
Respuesta.–Parece que hay que defender la tauromaquia como si tuviera algo de ilegal pero ése es un planteamiento equivocado. No tenemos que defendernos de nada; los que tienen que justificar por qué la quieren abolir son los que defienden otras teorías. Cuando alguien no sabe nada de toros e incluso tiene la sensación de que le repugna la sangre o el padecimiento del animal, si tiene la oportunidad de contar con alguien que le explique la liturgia y el sentido de las cosas a lo mejor no se hará aficionado pero sí tendrá la seguridad de haber participado en un espectáculo cultural con unas raíces profundísimas y una riqueza asombrosa.
P.–Pero este es un debate tan viejo como la propia tauromaquia, cada vez más enconado…
R.–No creo que esté más enconado pero sí contamos con medios de comunicación instantáneos y eso hace que quién hace ruido lo haga aún más. No quiero hablar de censura pero tampoco tienen sentido tantos ataques anónimos de gente que ataca e insulta detrás de una careta. Esa dicotomía ha existido siempre: los que no entienden cómo se puede utilizar un animal para un fin cultural y artístico y los que pensamos que ese animal ha sido preparado para ese fin y es un honor participar en la lidia, reglamentada siempre desde el respeto al toro.
Los toros salen del campo siendo un número pero se lidian con un nombre que les otorga individualidad y que puede suponer su paso a la historia en reconocimiento a su bravura"
P.–Esa palabra, el respeto, forma parte indisoluble del mundo del toro: a los mayores, al toro, a la tradición, a la liturgia… Se echa de menos en otros ámbitos.
R.–Quién ve desde fuera una plaza de toros podría pensar que la llenan una panda de salvajes que está deseando que salga el animal para que le hagan el mayor daño posible sin razón alguna y con el único fin de celebrar una especie de bacanal. Pero no tiene nada que ver. Ni el reglamento ni la propia disposición del público o el torero van por ahí. Se venera a un animal, a la única especie que muere atacando. En ese sentido hay que resaltar un dato: los toros salen del campo siendo un número pero se lidian con un nombre que les otorga individualidad y que puede suponer su paso a la historia en reconocimiento a su bravura o a las dificultades que mostró durante la lidia.
P.–El actual clima sociopolítico infla ese antitaurinismo que, en realidad, no es tan numeroso.
R.–Es así: el clima se ha enrarecido desde arriba. Nosotros elegimos a los políticos para que nos sirvan pero una vez que llegan al poder lo que hacen es jugar con el ciudadano que le ha votado. Todo se corresponde con este tiempo de ideologías oficiales en el que parece que estamos obligados a comulgar y en las que, curiosamente, el individuo siempre sale muy mal parado. Parece que hay confundirse en la masa y decir todos amén a lo que dicen unos supuestos pensadores que no sabemos ni quién son ni porqué les tenemos que hacer caso. Pero la tauromaquia tiene ahora mismo un punto de rebeldía apasionante; de grito de libertad. Como aficionado respeto al que no le gusta y defiendo que lo pueda manifestar pero también me arrogo la libertad de cuidar el espectáculo, al animal, de protegerlo y de disfrutar de su estética y su verdad.
Parece que hay confundirse en la masa y decir todos amén a lo que dicen unos supuestos pensadores que no sabemos ni quién son ni porqué les tenemos que hacer caso"
P.–La tauromaquia no deja de ser el trofeo perfecto para esa deriva woke…
R.–Completamente. Basta contemplar la vida de un torero: un chico del siglo XXI que por una vocación misteriosa que ya no tiene nada que ver con el hambre siente que ha venido al mundo con esa misión. Pero ésa es una labor de elegidos y además el precio es muy alto. Implica renunciar a años de infancia, recorrer las carreteras de arriba abajo para pegar dos muletazos en un tentadero, buscar puertas abiertas, sufrir zancadillas y el peligro del toro, que hace mucho daño. El torero es el paradigma del hombre libre que es capaz de escribir su propia historia.
P.–La pregunta es medio en serio medio en broma… ¿Ha logrado el libro alguna conversión?
R.–Ahí está el reto. En el caso más grave necesito un antitaurino que esté dispuesto a leer de forma pacífica como yo estoy dispuesto a leer sus propios postulados si alguien es capaz de razonármelos. Pero esto exige que no haya apriorismos sino la honradez de lanzarse a la lectura con ganas de descubrir qué hay dentro. A partir de ahí sí me he encontrado con jóvenes que contemplan la fiesta como algo lejano pero a la vez con cierto atractivo. Ven a otros jóvenes que van a los toros; cae en sus manos el libro; empiezan a arañar página tras página... y llegan a la conclusión de que eso lo tienen que ver en directo y sacar sus propias conclusiones.
El torero es el paradigma del hombre libre que es capaz de escribir su propia historia"
P.–El libro ya estaba circulando pero ha llegado el momento de ponerlo de largo en una plaza grande como Sevilla..
R.–Lo estoy viviendo con mucha emoción. Estoy muy ligado a José Ruiz Muñoz y no sé si Sevilla es mi segunda casa pero seguro que es la tercera. Aquí se respira el toreo, el campo… Para Toros para antitaurinos es una plaza fundamental: enseñarlo, presentarlo con la esperanza de que siga funcionando. Ya hemos alcanzado la tercera edición.
P.–Además de su torero, Ruiz Muñoz, le va a acompañar Fernando Gomá, estrechamente vinculado a la Fundación del Toro de Lidia.
R.–La FTL está haciendo muchas cosas y algunas hasta contestadas dentro del propio sector. Pero está haciendo un esfuerzo importante. Lo que más me gusta es su papel intelectual –hay gente muy preparada para descubrir y explicar la fiesta- y todo lo que están haciendo en defensa de la gente del toro que se ha visto maltratada en ese muro cobarde de las redes y hasta de las administraciones que en vez de servir al contribuyente hacen ideología desde sus cargos públicos.
P.–¿Escribirá algún día una novela de toros?
R.–Ésa era mi intención en principio. La fiesta está ligada a un costumbrismo bellísimo pero corre el riesgo de convertirse en un tópico. Lo que lees, salvo obras memorables como la narrativa de Chaves Nogales, suele caer en eso. En la tauromaquia somos protectores de un legado lingüístico bellísimo y me daba cuenta que cada dos líneas tenía que pararme para poner una nota a pie de página y explicar el significado de algún término. Ahí me di cuenta de que era más urgente explicar el toro, la lidia, la corrida, el interior del toreo y además poderlo acompañarlo con pequeñas narraciones que salieran de ese tópico contando la realidad de la fiesta.
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