Manolete, Churchill y un toro de Isla Mínima: la 'V' de la victoria

Historias taurinas

En 1944 el ganadero sevillano José María Escobar remitió al premier británico la cabeza de un toro con la ‘V’ marcada en su testuz que había estoqueado Manolete en la feria de julio de Valencia, hace justo 80 años 

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Manolete estoqueó el toro que Escobar envió a Winston Churchill. / Archivo A.R.M.

Señora: 

Estoy muy impresionado al conocer la trágica muerte de vuestro hijo en Linares y querría enviarle la expresión de mi más profunda simpatía. 

Quedé conmovido cuando recibí el noble trofeo de su hijo, la cabeza de toro superiormente muerto en el ruedo, que me envió con ocasión de nuestra victoria en Europa. 

Desearía añadir mis sinceras condolencias a todos los reconocimientos que ya ha recibido. 

Suyo afectísimo, Winston Churchill. 

Carta de condolencia enviada por Winston Churchill a Angustias Sánchez, madre de Manolete. / EFE

Es la traducción más fiel de la carta, escrita en inglés, enviada por el célebre premier británico el 10 de octubre de 1947 a doña Angustias Sánchez, la desconsolada madre de Manuel Rodríguez Manolete. Ya había pasado mes y medio del mazazo de Linares pero aquella misiva enviada desde su residencia privada de Chartwell escondía una historia que había comenzado en el verano de 1944, justo hace 80 años… Hay que hacer un poco de historia. El 6 de junio de aquel año se había producido el desembarco de Normandía que iba a marcar el definitivo signo de la II Guerra Mundial: la aplastante victoria de los aliados menos de un año después. España, sumida en los rigores de la posguerra, seguía atrapada en la autarquía y la difícil neutralidad que había seguido al apoyo de la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini en la Guerra Civil. Pero la vida seguía y, con ella, la Fiesta Nacional que había logrado renacer de sus propias cenizas en torno a la figura de Manolete, ese ciprés vestido de luces al que Soto Viñolo definió como “un torero para olvidar una guerra”. 

Se celebraba la feria de julio de Valencia, que en aquella época ganaba en longitud, calidad y repercusión a los carteles falleros. Pocos días después del desembarco aliado, el 23 de julio, Manolete iba a hacer el paseíllo junto a El Andaluz y Antonio Bienvenida para estoquear una corrida de José Escobar, una ganadería que pastaba en la Isla Mínima del Guadalquivir. Manolete se había anunciado en cinco de las diez corridas de las que constaba aquel año el ciclo veraniego valenciano. La de Escobar era la tercera que lidiaba, después de despachar las de Murube y Galache; aún le quedaban las de Sánchez Cobaleda y Muriel. El Monstruo cordobés, era evidente, era la base indiscutible del serial levantino. Manolete cortó las dos orejas y un rabo a uno de los toros de Escobar y lidió otro al que pinchó, dejando el triunfo en una apoteósica vuelta al ruedo. Se trataba de un curioso ejemplar con un lucero en forma de ‘V’ marcado en blanco sobre la testuz rizada. Se llamaba Perdigón y estaba destinado a entrar en la historia… 

Fue el propio ganadero, don José María Escobar, el que vio la oportunidad de disecar aquella cabeza. No sabemos si el criador –de tendencias anglófilas y un avezado hombre de negocios- ya contemplaba la oportunidad de enviarla a Winston Churchill, que había popularizado el gesto de esbozar la ‘V’ de la victoria con los dedos. Los acontecimientos hacían prever la aplastante victoria de los aliados en el conflicto europeo y, por qué no decirlo, no estaba de más tomar precauciones de cara al futuro inmediato. Escobar, eso sí, supo esperar al definitivo aplastamiento del III Reich para hacer efectivo un envío que se produjo en diciembre de 1945 gracias a los oficios secretos de Walter Starkie, tal y como reseña Jimmy Burns Marañón –nieto de Gregorio Marañón e hijo del espía Tom Burns- en el blog Voces Liberales, aclarando que se trataba del director del British Council. Ambos, tanto Starkie como Tom Burns, “eran aficionados a las corridas de toros y entre sus amigos se contaban Belmonte, Domingo Ortega y Manolete”. El mismo autor recoge que el 12 de diciembre de 1945, Starkie escribió a Churchill para explicarle –entretejiendo alguna mentira piadosa- que el aquel toro “había nacido con una señal profética en la frente y que era de destacar la extraña coincidencia de que había sido toreado y muerto por Manolete en el mismo día de la victoria aliada, el llamado ‘V-E Day’ (día de la victoria en Europa)”.  

Winston Churchill haciendo el célebre gesto de la victoria / M.G.

En realidad, prosigue Burns, el ‘V-E Day’ fue el 8 de mayo de 1945, cuando los aliados aceptaron la rendición incondicional de la Alemania nazi. “Ahora bien, Starkie era un propagandista hábil y no estaba dispuesto a perder una oportunidad que no podía más que beneficiar las relaciones anglo-españolas”, aclara. Escobar adornó el envío con su propia dedicatoria: “Ofrezco este toro que ha sido el más noble por su bravura y que nació con el signo de la Victoria en la frente al magnífico señor Winston Churchill, quien, con un valor, una nobleza y una humanidad ejemplares, forjó la victoria que ha salvado el mundo”. 

Churchill supo agradecer aquel regalo enviando una carta al avispado Escobar en la que agradecía “profundamente los sentimientos que han motivado su decisión y sus palabras”. Pero el político británico también expresó su reconocimiento a Manolete en otra misiva en la que, pese a esas inexactitudes intencionadas, se hace patente cierta emoción. “Me dicen que (el toro) fue muerto por usted en el día de la Victoria” señalaba Churchill, aprovechando para tender puentes con un país que, de alguna manera, tenía que sacudirse las evidentes simpatías con el extinto Eje para abrazar el nuevo frente anticomunista que dio origen a la Guerra Fría. “Quiero darle las gracias por la parte que usted ha tomado de proporcionarme esta prueba que es expresión de la amistad y buenos deseos de España. Le ruego acepte mi felicitación por el feliz resultado de lo que debió ser dura lucha” expresaba el político inglés que ya había hecho célebre un puñado de frases durante aquella larga y cruentísima guerra que cambió la historia del mundo. Aquel “sangre, sudor y lágrimas” podría haber sido esbozado perfectamente para los hombres que se visten de luces. 

Entrega de la cabeza del célebre toro, gracias a la mediación del ganadero José Escobar. / Archivo Regional Comunidad de Madrid

Manolete escribe a Churchill 

Manolete, recoge Jimmy Burns Marañón, le contestó desde Córdoba: “Me es grato manifestarle que ha sido para mí un honor, del que conservaré imborrable recuerdo, recibir su muy valiosa felicitación, así como me enorgullece haber hecho posible la expresión agradable de amistad que tan cordialmente acoge en su carta… Con todo respeto y admiración, haciendo fervientes votos por que Dios conserve muchos años su preciada existencia. Queda suyo, Manuel Rodríguez Manolete”, que firmaba de su puño y letra. 

Conviene centrarse en la figura de José María Escobar, que había convertido la Isla Mínima del Guadalquivir en el centro de operaciones de sus negocios agropecuarios. Su filiación anglófila la reafirma Burns Marañón recordando que su abuelo había sido director de la filial española de la compañía de seguros Norwich Insurance Company y había sido distinguido con la medalla de la Orden del Imperio Británico al terminar la I Guerra Mundial. Escobar había formado su ganadería en 1939 al adquirir gran parte de la vacada de Graciliano Pérez Tabernero que, a su vez, la había formado con reses del conde de Santa Coloma. El ganadero y agriculor, casado con Victoria Mac Kinlay, fue uno de los pioneros del cultivo del arroz en las marismas del Guadalquivir y el verdadero catalizador de aquel puente anglo español que tuvo como protagonistas a Manolete, Churchill y un curioso toro con la ‘V’ marcada en la testuz que había pastado en la Isla Mínima del Guadalquivir. 

 

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