Juan Ortega: el hombre a seguir

EL REPASO

El matador sevillano, máximo intérprete de la feria de la Virgen del Mar de Almería, logró ‘entrar’ en Bilbao esgrimiendo sus mejores armas: la cadencia, la naturalidad y el clasicismo 

El agosto feliz de Morante

La Algaba sigue apostando por la cantera del toreo

Juan Ortega, toreando al natural en su gran actuación de la feria de Almería. / Arjona-Lances de Futuro

Son noticias recientes: Juan Ortega ya había firmado en la feria de la Virgen del Mar la faena más redonda de esa inmenso serial del litoral andaluz que cose en uno solo los ciclos taurinos de Huelva, El Puerto, Málaga y Almería. El torero de Sevilla volvía a cuajar uno de los trasteos trascendentales de un año que había comenzado a contrapelo en lo personal y se había lanzado en lo artístico y lo profesional, especialmente a raíz de su inolvidable obra en Sevilla vestido, precisamente, con el mismo terno de color tornasol que escogió para presentarse como matador de toros en Bilbao.    

Y en las arenas cenicientas del Bocho, a pesar del escaso concurso del público –había que competir con la apuesta futbolera y la decadencia de la afición bilbaína- volvió a mostrar que el mejor eco del toreo es el halo y la memoria, por encima de las estadísticas y la mera productividad. No hay dudas: Ortega es el hombre a seguir en esta extraña temporada en la que se mantiene la eterna transición entre una generación amortizada de toreros –mantenida con vida desde un despacho concreto en aras del comisionismo y el cortoplacismo- que no termina de ser sustituida por un frente compacto de coletudos a los que tampoco se les ha dado ninguna cancha.  

A Roca pongo por testigo… 

Ésa es la pura verdad. Es un asunto que ya hemos mareado hasta la saciedad pero nos interesa ahora recalcar el papel cualitativo de Juan Ortega en el senado de un escalafón en el que Roca Rey –las cosas como son- mantiene intacto su tirón taquillero. Eso sí: el paladín peruano ha estandarizado un trasteo demasiado previsible, más preocupado de mantener la estadística que de profundizar o buscar nuevos registros. No dejan de ser las servidumbres de un poder que obliga a triunfar a golpe cantado por encima de las circunstancias y hasta de la propia satisfacción personal. Siempre fue así y su doble bolo en Bilbao así abre algunos interrogantes recurrentes: ¿Torear para el gran público que puede llenar la plaza o para el reducido ámbito de los buenos aficionados? That’s the question… 

No nos resistimos a consignar un dato curioso. Roca Rey se ha erigido en el testigo privilegiado de una serie de faenas maestras que han marcado la línea de actualidad de estos intensos días de toros y toreros. Podríamos comenzar, a toro pasado, por el recital de Pablo Aguado en San Sebastián, que le ha valido para llevarse a Sevilla la Concha de Oro que premia la mejor faena del ciclo donostiarra. La cuajó al toro Violeta, un ejemplar de Núñez del Cuvillo que convirtió en partitura de su más genuino concepto natural. Pero el diestro sevillano, más allá del buen sabor de boca, se entretuvo en cortar tres orejas que le convirtieron en triunfador del serial vasco. Aguado, que le ha cogido el aire a la espada, parece encontrarse a sus anchas en el norte. En la feria de San Fermín dejó un puñado de naturales para el recuerdo y el pasado Bilbao con Ponce y Roca, otra vez en el cartel, también dejó un dulce regusto. 

Roca también andaba de testigo del suceso orteguista en Almería y también tuvo que contemplar –era un mano a mano con espoleta- la victoria del valioso concepto de Fortes en el vis a vis de Málaga. El irresistible imán taquillero del peruano volvió a llenar la plaza pero el regusto –la memoria y el halo, otra vez- lo otorgaron las faenas del diestro malagueño, que llevaba un año entero sin vestirse de torero revelando las miserias del llamado sistema. Eso sí, Fortes no se libró de caer herido, una vez más…  

Borja Jiménez: un año para recordar 

Pero la semana taurina ha brindado otros titulares que necesitan ser subrayados, empezando por la infalibilidad de Borja Jiménez, debutante en Bilbao en un peculiar mano a mano con Daniel Luque. Se saldó con la salida a hombros del diestro de Espartinas que aprovechó la oportunidad que le brindó el mejor lote de Fuente Ymbro para rendir un nuevo escenario. No hay que olvidar que Luque, sin la misma suerte matinal, cuajó una faena científica al primero de la tarde que revela su excelente momento técnico y artístico. 

Pero el festejo escondía otras certezas que hay que recalcar: la primera corrida de la Aste Nagusia bilbaína volvió a encender la alarma de la calamitosa situación de la afición del Bocho en particular y del escaso eco o retorno del toreo actual. Daniel Luque es uno de los toreros más capaces e interesantes del momento –un auténtico virtuoso del capote y la muleta- y Borja Jiménez reafirma su papel de torero de ferias después de rendir la plaza de Las Ventas en el otoño de 2023 y en la última isidrada, que culminó como triunfador. ¿Qué está pasando aquí entonces? El momento social y político del entorno no ayuda y si prestamos atención a los detalles –que revelan el fondo del asunto- nos daremos cuenta de la decadencia: desde la ausencia de los lujosos clarineros, la incomparecencia de la gran banda de música de siempre y hasta la falta de un percherón en el tiro de arrastre, reducido a dos caballos. Así está la cosa, con una empresa demasiado lejana… 

Y ya que hablamos de Bilbao hay que recordar que Ponce volvió a recoger el cariño de una de las plazas más emblemáticas de su carrera pero también hay que reconocer que equivocó el orden de los factores para entonar un adiós acorde con el hilo de su trayectoria. Un apunte más. Pablo Hermoso también se despidió de un ruedo clave en su trayectoria, escenario de su propia revolución, sí, pero también de ese indisimulado veto a su competidor natural que ha empobrecido el estrato ecuestre de la profesión hasta convertirlo en un residuo lo que fue no hace tanto. No nos olvidamos de  

Recordando a Manolete, adiós a Pepe Luis 

Culminamos el último Repaso del mes de agosto en las orillas de una de esas fechas que permanecen grabadas a fuego en el imaginario del toreo. El 28 de agosto de 1947  despidió toda una época a la vez que Manolete se entregaba en la postrera estocada a Islero. Han pasado 77 años pero la memoria del Monstruo cordobés permanece intacta. Se lo contaremos en una de nuestras historias taurinas. Nos vamos ya, recordando que el próximo 12 de septiembre, jueves, la familia del toro de Sevilla tiene una cita en la parroquia de San Bernardo a las 19.30 horas para celebrar el funeral de Pepe Luis Vázquez Silva a las plantas del Cristo de la Salud, la más íntima devoción de esta saga enraizada en la historia más honda del toreo sevillano.  

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