Tres joyas de Victorino y un sexto toro de bisutería
Del dios toro
Todos de acuerdo: tercero, cuarto y quinto de corrida fueron toros sobresalientes · La muerte tan de bravo del cuarto y las embestidas profundas del quinto, gran espectáculo
HACÍA tiempo que en un compromiso de lujo no echaba Victorino Martín seguidos tres toros de tanta categoría como tres de los seis de ayer. Los tres de nota: un tercero Lazarillo, un cuarto Gallareto y un quinto Melonito. Los ganaderos llaman a los toros por su número. Los empresarios, los toreros, los veterinarios y los enterados también. El 137, el 136 y el 121.
Cada ganadero tiene su librillo. Cada número tendrá una razón. Los tres toros sobresalientes eran de la cuota de centena y los otros tres, no. El 8, el 23 y el 13. Una casualidad o un enigma. El 13 fue el peor de todos. Aquí no procede lo del menos bueno. Nunca se sabrá si fue o no toro perverso, porque eso no termina de saberse nunca.
Era como un aparador de cárdeno mármol. La pieza entera en el mostrador de la carnicería. Más acarnerado que propiamente degollado, largo y montuoso, vuelta y abierta la cuerna casi pasa, negros los pitones, flaco y triste, 550 kilos pero parecía que le faltaban o cabían otros cien.
Salió frío, los remos en tembleque, al trote cochinero, las manos por delante. Zancudo y feo. Sobre gustos de toro no puede decirse que no haya nada escrito, sino que existen enciclopedias, libros y librillos de ganaderías, literatura lírica y épica en abundancia, de toda laya y variada especie, y hasta un tratado extraordinario por todo: la Taurofilia racial. De Fernando Villalón, poeta y ganadero sevillano del 1900. No habrá nadie que con tanto refinamiento haya nunca escrito de toros como Villalón.
El ganadero de verdad exquisito está obligado a atender y cuidar en un toro las formas casi tanto como el fondo. El imán plástico de una corrida tiene más polos que un simple imán. Pero ninguno de los ganchos serviría para prender a nadie ni nada si no fuera por la magnética presencia del toro, que es el dios de todo esto. Totémico poder. Un toro en cualquier postura y hasta en cualquier estado.
Muriendo incluso. Ayer, por ejemplo, la hermosa muerte del 136. En la boca de riego, y tan resistida que cuesta recordar una agonía tan entera pero tan fatal. De pronto, rodó sin puntilla el toro. Y al rodar el toro, la gente, que mientras agonizaba lo estuvo aplaudiendo con devoción y asombro, se puso de pie. Un clamor singular. Contra el sentido vicioso de los indultos parecía proclamarse provocativa esa muerte tan larga de toro bravo. Tan bravo y tan bello. Cuarto de la tarde. Tan serio y tan armonioso. Proporción de manos, cabeza, caja y cuello.De manera que cuando hubo que galopar, lo hizo con el temple de los galopes limpios, que tienen por delante un golpe de cuello descolgado. El tranco de las embestidas al tomar los capotes ya fue de rotundo, vivo compás. Y hasta morir se estuvo entero. Soberbio.
Muy bello fue el 137, que vino a hacer lote con el 13 y a ser por la cara de la moneda. Y una linda maravilla un 121 cárdeno, terciadito y musculado, corto y agilísimo que embistió tal vez con más profundidad que ningún otro. Se coreaba cada uno de sus viajes mientras los viajes fueron hasta donde más ya no daba. Ni de largo ni por tan abajo, que por eso se habla de profundidad y hondura. Es probable que a los puntos sumara más que ninguno también. El quinto de corrida. Le dieron la vuelta al ruedo. Con algún voto en contra. No sin razón.
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