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Contracrónica de Colombinas
Hay que recalcar que la plaza de la Merced, el viejo coso de las Colonias, anda en estas Colombinas de aniversario. Se cumplen 40 años del empeño de José Luis Pereda -padre del actual empresario- para rescatar las ruinas de un recinto alentado por la eclosión del primer Litri, abuelo del último que se vistió de luces. El primer tramo de su historia, sujeto a los vaivenes sociales, económicos y taurinos de la ciudad, tampoco sería demasiado amplio y los vientos del desarrollismo promovieron la construcción de la efímera Monumental del Recinto Colombino, un gigante con pies de barro que tuvo una brevísima vida activa.
Huelva llegó a quedarse sin toros en la bisagra de los 70 y los 80; el asunto se solventó algún año con la instalación de una portátil que quedaba lejos de la categoría de la ciudad y su afición. Pero el concurso providencial de Pereda logró, en un tiempo récord, que la vieja plaza retomara su verdadera función conservando su piel y renovando su interior. Se trataba, al fin y al cabo, de devolver el pulso taurino a las fiestas colombinas. El apellido Báez, una vez más, iba a ser inseparable del acontecimiento. Miguel Báez Espuny, el tercer Litri, reaparecería por un día para oficiar la inauguración del renovado coso. Desde entonces no se ha apeado del primer circuito, pandemia incluida.
Era obligado pensar estas y otras cosas en estos días en los que Morante anda recuperando el pulso de la campaña después de más de 50 días de exilio interior. El año pasado, enredado con la traída y llevada lesión de muñeca, llegó a fijar el coso choquero como escenario de una reaparición que tuvo que esperar un poquito más. En realidad su temporada se convirtió en una sucesión de idas y venidas poco después de aquel histórico rabo de Sevilla que marcó su techo vital y artístico. El propio diestro de La Puebla ha admitido en una recentísima entrevista firmada por Paco Guerrero que ese día ya no andaban bien las cosas: los fantasmas interiores habían vuelto mientras se hablaba de la lesión, de los médicos de aquí y de allí, de este tratamiento o el otro pero la procesión, que era otra, iba por dentro.
Ayer volvía a Huelva después de sembrar en Santander y en Azpeitia. Es una de sus plazas talismán e hizo el paseo mostrando que ha vuelto para quedarse. Lo enseñó esbozando un concertino casi secreto con el primer ejemplar de Zalduendo. Pero su mejor ser y estar -pletórico, capaz y feliz en la cara del toro- llegaría con el cuarto. Morante se iba a hartar de torear por todos los palos, de encontrar toro en todos sitios, de enseñar que el toreo es algo más que trazo o esfuerzo. El palco anduvo cicatero pero la gran ovación del público estuvo por encima de la concesión del trofeo. El matador cigarrero, saludando con cortesía antigua, iba a renunciar a dar la vuelta.
Perera ya había mostrado su fresca madurez con uno y se pasó de rosca con otro; Luque llegaría a torear casi de salón a un tercero carente de casi todo y a un sexto falto de gasolina... En realidad se echó de menos una mayor apuesta en el apartado ganadero -la corrida adoleció de demasiadas cosas- para que la cita alcanzara otro calado. Queda media temporada entera para verlo. Tampoco hay mucho más que ver.
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