La gestación de la temporada maestrante entra en velocidad de crucero
EL REPASO
Con el paso de los Magos de Oriente se reactiva el trabajo en los despachos de la empresa Pagés después de confirmar a Morante como columna vertebral del abono
La ausencia de Roca Rey abre el cartel de Resurrección
La reaparición de Morante marca la feria de Olivenza
Pasaron las carrozas, se evaporó la magia de Oriente y finalizó, con un poquito de hartazgo, ese maratón de celebraciones, gastos y banquetes que sirven para despedir un año y recibir al que vendrá. Este Repaso taurino semanal también retorna con el año nuevo después del breve receso navideño. Vaya por delante el deseo de esa felicidad que, en estos tiempos de pan llevar, podría reducirse a la mera tranquilidad de seguir navegando. Todo es cíclico y si atendemos a los usos y los modos de la empresa Pagés podemos afirmar que la maquinaria ya está engrasada para poner en pie las combinaciones de toros y toreros que serán presentadas antes del tardío Miércoles de Ceniza de 2025.
Ya es sabido: Ramón Valencia, padre e hijo, ataron la presencia de Morante como columna vertebral del abono. Serán, previsiblemente, cinco tardes a desglosar entre el Domingo de Resurrección, los tres bolos primaverales y el pase otoñal. El diestro de La Puebla, que ultima los preparativos de las fiestas de San Sebastián de su pueblo, sigue dando pasos largos en la recuperación de los graves trastornos psiquiátricos que le obligaron a cortar el pasado año. Las redes le han mostrado sonriente y acompañado de los suyos aquí y allá: desde la inmensa explanada de Fátima –Portugal siempre en el corazón- hasta en un paisaje nevado en amable retrato familiar.
Dicen que los Valencia tuvieron que desplazarse a Portugal, precisamente, para confirmar su ajuste en la plaza de la Maestranza. Lo de Mahoma y la montaña… Pero la buena noticia es que, con o sin arroz con pato, Morante está puesto y dispuesto para torear en la plaza de la Maestranza en una temporada que, como es sabido, iniciará en Olivenza acompañado de Emilio de Justo y Borja Jiménez en un cartel fuera de norma que tiene atmósfera de aire fresco. El que le hace falta al toreo…
Carteles de todo signo
¿Ha tenido que ver el maestro cigarrero en la naturaleza del cartel? Apuesten a que sí… Y ya que mencionamos a Borja Jiménez es obligado mencionar las últimas noticias del mundillo. Los carteles de las Fallas, primera feria de la gran temporada, ya son de dominio público a falta del definitivo placet oficial. La ubicación del torero de Espartinas –mano a mano con Román y los buendías de La Quinta- ha sido costosa pero al final se ha logrado un cartel y una fecha adecuados para la proyección de Borja, uno de los nombres que deberían ser imprescindibles para planear una campaña que no se libera de ciertas alforjas. En Fallas, por cierto, no estará Morante por voluntad propia después de algunos tiras y aflojas. Sí lo estará Daniel Luque, otro torero clave para planear el 2025; también el novillero sevillano Javier Zulueta que figura anunciado en Olivenza en el inicio de una temporada trascendental que podría culminar con su doctorado en la plaza de la Maestranza. No tardaremos en saberlo.
Pero la reflexión es otra y apesta a naftalina. Torean los de siempre; y aburren los de siempre. Pero eso no parece preocupar demasiado a los fontaneros de un sistema mediocre. Presumen y abusan de un poder que sólo revela cortedad de miras. Es el triunfo de la mediocridad, el clientelismo y el comisionismo. La cosa, entre bastidores, está para salir corriendo. Así anda el patio…
Pero si hablamos de poder también hay que mencionar el que ejerce Roca Rey, apretando y aflojando a las empresas en la gestación de una temporada en la que quiere mandar mucho, torear menos y cobrar más. En la trastienda del toreo se cuenta de todo mientras el personal se ajusta al novdoso modus operandi de su hermano Fernando, que ahora lleva la batuta de la contratación del paladín peruano que es base en Fallas, ausencia en Olivenza y que habría decidido marcharse a Arlés el Domingo de Resurrección dejando pista libre en Sevilla para otros toreros que están en la mente de todos. En las quinielas del aficionado hay un nombre fijo: el de Juan Ortega. A partir de ahí, la empresa tiene el campo libre para hacer un cartel al gusto del aficionado o sucumbir a las estrategias y los tacticismos del sistema. En estos días hay que sentarse con unos y otros…
En la muerte de Jesús Martín Cartaya
El que firma estas líneas se sintió especialmente honrado la primera vez que recibió uno de esos pequeños sobrecitos marrones con fotos positivadas de éste o aquel evento taurino. Las había sacado, con la elegante discreción que le caracterizaba, ese notario de la vida doméstica de la ciudad que se llamaba Jesús Martín Cartaya. Su cámara se elevaba por encima del portón de la antigua enfermería retratando lances y muletazos pero sobre todo el sabor, la atmósfera y los tipos de un tiempo que es memoria íntima.
La cámara de Martín Cartaya tenía la virtud de descender a esos rincones de la cotidianidad que quedaban lejos de los grandes titulares. Su manera de ser y estar, su educada y afectuosa presencia era un espejo en el que mirarse en estos tiempos de estrellas impostadas y protagonismos innecesarios. Jesús, que ejerció como asesor artístico en el palco de la plaza de la Maestranza, era una persona querida; un hombre machadianamente bueno. Su legado y su memoria tienen dos guardianes de excepción: Álvaro Pastor Torres y Pepe Morán.
El fin de año también nos trajo la noticia del fallecimiento de Fermín Díaz, veterano rejoneador y excelente aficionado, discípulo de los Peralta, que hizo del coqueto ruedo de su Hacienda El Vizir una auténtica academia para los toreros del Aljarafe. Allí se forjaron algunos capítulos de la historia contemporánea del toreo y sirvió de centro de alto rendimiento para los discípulos de Antonio Ruiz, Espartaco padre, que hace muy poquitos días se ponía la edad por montera -84 añitos nada menos- pegando naturales de cante grande a una seria becerra de Torrealta. Es la sangre de los toreros…
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