Sólo Talavante encontró agua
Feria de Sevilla | Novena de abono de la Real Maestranza
Exceptuando el quinto toro, los deseados 'garcigrandes' se mostraron como pozos sin una gota de agua
La prueba es que El Juli, el gran especialista, no tuvo opciones para triunfar
Así hemos contado la corrida toro a toro
Ficha
Plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla
GANADERÍA: Cinco toros de Domingo Hernández y uno de Garcigrande corrido en sexto lugar. Corrida muy deslucida con un buen toro, el quinto.
TOREROS: El Juli, de purísima y azabache, silencio en ambos. Alejandro Talavante, de grana y oro, saludos y oreja. Tomás Rufo, de azul azafata y plata, saludos y palmas.
CUADRILLAS: Destacó a caballo Manuel Jesús Ruiz y en banderillas Fernando Sánchez, Miguel Murillo, Fini y Álvaro Montes.
INCIDENCIAS: Novena corrida de abono en tarde de calor africano. Se llenó la sombra y sólo en tres cuartos el sol.
No era el cartel más esperado, bien que se notó en la demanda taquillera y lo cierto es que la cosa iba de aburrimiento hasta que salió el quinto toro. Era una tarde en la que el tiempo se mataba viendo el espectáculo de la plaza más bella del mundo y la vista se iba a cada momento en dirección a un objetivo mágico, el de embelesarse en cómo la Giralda se asoma por encima del tejadillo del 12. También en la charla con el compañero de localidad, habitualmente versando sobre recuerdos más o menos lejanos. Esas corridas que sobreviven en lo más profundo de cada arcano y que se desempolvan cuando lo que ocurre en el albero no merece demasiado la pena.
Y en esas estamos cuando apareció el quinto de la tarde, segundo de un Alejandro Talavante que, aunque estuvo muy por encima de su enemigo, no fue para romperse la camisa con lo que pudo realizar. La corrida de Garcigrande ni siquiera le estaba sirviendo a su gran especialista, conque la salida del quinto no hizo concebir grandes esperanzas.
Pero vino a ocurrir algo que se estaba dando con frecuencia y es que el punto exitoso de la tarde coincidiese con el toro quinto. Y se volvió a repetir dicha casualidad. Se llamaba Serrador y era el primer toro negro de la tarde. Llevaba el hierro de Domingo Hernández como todos sus hermanos anteriores y ya en el capote se vio que tenía otras intenciones muy distintas. Era el último cartucho de Alejandro Talavante en esta Feria, brindó a la plaza y se puso a torear con la apertura de unos estatuarios plenos de hieratismo y con el plus marca de la casa de las improvisaciones, que ahora me lo paso por aquí y luego por allá para vuelta la burra al trigo. Y bien que calentó Alejandro a los tendidos, mayormente en esos naturales largos hasta el infinito y que hacen rugir a los tendidos. Se estaba salvando la tarde, el extremeño gozaba con lo que hacía y hacía disfrutar con esas improvisaciones que forman parte clave de su personalidad. Redondos que remata no con el de pecho sino con un excelente natural, pedresinas, nada por aquí, nada por allá, todo con el sello de un torero con una personalidad tan definida como sorprendente. Pero de todo el repertorio me quedo con esos naturales que parecen interminables. Despenó a Serrador de una estocada y oreja al canto.
Cómo sería el deslucimiento de lo que había salido hasta entonces que el gran perito en la materia, ese torero que cumple sus bodas de plata como matador de toros y que atiende por Julián López El Juli no pudo sacarle un solo momento para el recuerdo. Son innumerables los triunfos del madrileño con este hierro y hasta a toros que prometían poco iba metiéndolos en el canasto en auténticas lecciones magistrales. Nada de eso fue posible en la asfixiante tarde sevillana y bien que se le notaba en el gesto a Julián. Hizo todo lo que pudo por convertir el cobre en oro pero que si quieres arroz, nada que hacer. Ello da una idea de la poca clase del lote y es que ni se recuerda una tarde en la que Julián la sufriese entre silencios, uno tras otro.
Volvía a la Maestranza Tomás Rufo, el hombre que logró el año pasado algo tan difícil y soñado como abrir la Puerta del Príncipe la tarde del debut. Puso todo lo que había que poner para reeditar aquel triunfo. Entró en quite en el lote de Talavante, cuidó al tercero en el caballo, brindó a la plaza y lo intentó todo, pero el toro no podía con su cuerpo, la transmisión era imposible y el torero hasta alargó demasiado el empeño para nada. Lo mejor de su tarde fue la sensación de seguridad que da en la cara del toro y, por supuesto, cómo mató a Pistolero y a Habanero de dos sopapos por arriba. Vuelve mañana con la corrida de Jandilla y a ver si logra con ese hierro recordarle a Sevilla lo que ocurrió en su debut. Ayer pasó la prueba con dignidad, pero eso fue lo único que le permitieron los garcigrandes.
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