Tras la expectación, el bostezo
5ª de abono de la maestranza | Crónica
Los toros de Juan Pedro Domecq, en el límite de presentación y vacíos de contenido, se cargaron el festejo
Una faena de Morante al primero y el capote de Aguado, lo destacable
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Ficha de la corrida
Plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla. GANADERÍA: Seis toros de Juan Pedro Domecq de presencia en el límite y vacíos de contenido. Lucieron divisa negra en señal de luto por el reciente fallecimiento de Ramón Ybarra. TOREROS: Morante de La Puebla, de rosa y azabache, petición de oreja con saludos y pitos. José María Manzanares, de rioja y oro, palmas y silencio. Pablo Aguado, de corinto y oro, silencio en ambos. CUADRILLAS: Destacó con capote y banderillas Curro Javier; también saludaron en banderillas Joao Ferreira y Alberto Zayas, destacando también Juan José Trujillo y Francisco Javier Sánchez Araújo. INCIDENCIAS: Quinta corrida de abono en tarde muy calurosa. Se colgó el cartel de ‘No hay billetes’.
SEGUNDO cartel de no hay billetes y segunda actuación de Morante, con lo que la expectación estaba servida. Terna de indudable tirón al conjuro del orfebre cigarrero y retorno a la Maestranza de los toros de Juan Pedro Domecq tras un año en la nevera. La Feria venía embalada por los corridones que trajeron Santiago Domecq y la familia Moya con los del Parralejo, por lo que todo se juntaba para que el ambiente fuese de farolillos. Corrida de puro y clavel que no respondería a lo esperado por obra y desgracia del ganado.
Como en una premonición, no más asomar por los toriles Mágico surgieron las malas vibraciones. La habitual divisa veragüeña rojiblanca la suplía la negra de luto por la muerte reciente de un muy cercano al ganadero, Ramón Ybarra Valdenebro. Y de luto estuvieron los seis toros, desde el negro Mágico al mulato Secuestrador, con lo que el festejo se desplomó con la excepción de cuanto Morante disertó con el que abrió plaza.
La tarde era de puro abril sevillano aunque con los mercurios muy venidos arriba y más pronto que tarde lo mejor que nos esperaba surgió de inmediato. Sin hacer concebir demasiadas esperanzas con el capote, el inicio de faena fue un regalo. Extravagantemente vestido de rosa y azabache, el genio cigarrero empezó a desgranar carteles de toros desde el primer muletazo, trincherilla monumental incluida en ese inicio tan esperanzador. Fue una sabrosa obra de las muchas que prodiga Morante por esos ruedos de Dios. No fue una cumbre de las suyas, pero sí un bonito regalo. Redondos redondísimos, un pase de pecho monumental como cierre a una serie al natural, la espada se le fue a lo que dio en llamarse el rincón de Ordóñez y el usía no consideró suficiente la petición de oreja que se demandaba desde el tendido. En otro tiempo, el torero habría dado la vuelta al ruedo, pero eso era en otro tiempo, no en éstos.
En su segundo no hay nada que hacer. Desde que sale está Ajerezado loco por irse a su querencia. Pedro Iturralde lo castiga a conciencia, Curro Javier hace una lidia sensacional llevándolo a una mano hasta donde lo demanda el matador y entre miradas a chiqueros y remoloneo a los cites de Morante, aquello discurre sin ton ni son. Otro toro vacío y para que no haya dudas fue a morir a chiqueros tras una estocada que hace guardia y una media que bastó.
En segundo lugar comparece Pendenciero y a fe que lo que menos pretendía el colorado era tener pendencias con nadie. Engaña al tendido derribando el caballo que monta Paco María, entretiene el tercio de quites entre Manzanares por chicuelinas y Pablo Aguado por el mismo palo. El toro no quiere pelea y Manzanares insiste sin el menos atisbo de que aquello prospere, la tarde va camino de entrar en barrena y de una estocada acaba Josemari con ese reino de la nada en el que está sumiéndose la tarde. En el quinto, más de lo mismo, pues Vareado se muestra como sus hermanos. Por cierto, la corrida sólo a excepción del tercero, que nació en marzo, era de enero de 2020. Y para no salirse del carril, pues este toro fue otro toro vacío de contenido. Y allá que estuvo Manzanares, pase tras pase y sin creer en lo que hacía, con el semoviente con el adobo de un sainete con los aceros.
Junto a la faena de Morante al primero, el capote de Pablo Aguado fue lo único que sacó a la tarde del tedio. No del todo, pero sí contribuyó con sus dos recitales a la verónica, primero con Barroco y luego con Secuestrador, a que la gente hiciese un receso en una sesión de bostezos sin solución de continuidad. Pablo incluso estuvo bien con la muleta en su primero, pero aquello no emocionaba. Una sesión de toreo de salón con mucha pulcritud, pero ayuna de riesgo. Y eso que el inicio fue rico en torería con unos redondos citando de frente que el toro se tragó como el que se traga un purgante. Y es que los lutos son lo que son y el envío de Juan Pedro Domecq llegó a Sevilla con el luto en sus entrañas y ya se sabe que de luto no está uno para nada. Fue triste camino el de la expectación al bostezo, a muchos bostezos.
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