Diodoro Canorea: el fin de una era en la historia de la plaza de la Maestranza
XXV ANIVERSARIO
Se cumplen 25 años de la muerte con las botas puestas del recordado empresario manchego que había accedido a la gerencia del coso maestrante en 1959 a raíz de su matrimonio con Carmen, hija de Eduardo Pagés
2025: un año crucial en la historia de la plaza de toros
La Maestranza y Pagés... ¿A por el siglo?
La Feria de Abril, como ahora, se hallaba en plena gestación el 28 de enero de 2000. Diodoro Canorea daba las puntadas centrales de un abono que no podría ver. La muerte iba sorprender al recordado empresario manchego aquella noche, seguramente dándole vueltas al damero de toros y toreros que presentarían su hijo Eduardo y su yerno Ramón Valencia en un tardío 8 de marzo sin saber que, en el mismo envite, alumbraban la última temporada del mismísimo Curro Romero que había debutado en la Feria de Abril en coincidencia con el estreno de su amigo don Diodoro.
Canorea arrastraba sus achaques y había superado alguna operación de cierta relevancia pero seguía haciendo vida normal y, sobre todo, permanecía sumergido en la elaboración de lo que de verdad le gustaba: montar corridas, dar toros, alumbrar esa Feria de Abril que presentaba con la añorada mariscada de Río Grande... Fue su hija Mercedes la que le descubrió de madrugada, sentado en un sillón y con la televisión encendida. Estaba ya muy grave y cuando se le trasladó a la clínica del Sagrado Corazón sólo se pudo certificar su muerte. Tenía 77 años y de ellos, había pasado 40 al frente de la gerencia de Pagés.
Canorea había llegado al mando de la empresa y, por extensión de la plaza de la Maestranza, por matrimonio con Carmen, hija del célebre y polifacético empresario catalán Eduardo Pagés que se había hecho con las riendas del histórico coso en diciembre de 1932 sucediendo a un tal Abascal. Pagés firmó un primer contrato que le vinculaba a la Maestranza durante cuatro años pero ya han pasado 92 y casi la mitad de ese tiempo tuvo la impronta, el estilo y el alma del bueno de don Diodoro, eslabón fundamental en esta dinastía de empresarios que ahora encabeza Ramón Valencia Pastor, su yerno.
Eduardo Pagés había escrito su propio epitafio firmando cinco tardes a Manolete en 1945. Falleció en julio de aquel año y la dirección de la plaza pasó a manos de sus colaboradores Manolo Belmonte y Enrique Ruiz. Fue un tiempo convulso en el que no faltaron algunos pleitos casi olvidados con la propiedad y que sólo se resolvería con el aterrizaje de Diodoro Canorea y la victoria judicial de su mujer, Carmen Pagés, que recupero la gerencia, traspasando los poderes a su marido.
Don Diodoro provenía del mundo de la banca pero se identificó por completo con aquel mundillo que le abría su matrimonio. El flamante empresario organizó su primera Feria de Abril en 1959. Ya se ha dicho: era la primera que toreó Curro Romero, que había tomado la alternativa aquel mismo año en las Fallas. Desde entonces, las trayectorias del empresario y el torero fueron de la mano y desde la estrecha amistad que les unía nunca tuvieron empacho en señalar que sus respectivas carreras –y así se cumpliría por circunstancias inesperadas- finalizarían juntas.
El célebre empresario no se conformó con la plaza de la Maestranza. Los aficionados más veteranos recuerdan nítidamente su larga etapa al frente de la Plaza Real del Puerto de Santa María junto a Enrique Barrilaro. Pero hubo más: Canorea llevó en algún momento cosos como los de Madrid, Ciudad Real, Pozoblanco, Zaragoza, Jaén o Toledo además de los ruedos venezolanos de Valencia y Caracas. Pero su papel también fue el de precursor, dotando a la corrida del Domingo de Resurrección de la impronta que hoy sigue detentando, además de potenciar otras fechas, ahora declinantes, como las del Corpus. Comenzó montando una Feria de Abril de cinco tardes y, después de cuarenta años, sostenido con apoyos puntuales de Balañá o Chopera, acabó poniendo en pie las 19 del año 1999 en la cúspide de la pujanza del negocio taurino que andaba espoleado por la burbuja inmobiliaria.
Una larga trayectoria
La calidad humana y taurina de esos personajes irrepetibles puede resumirse en una anécdota conocida. Fue Canorea el primero en pagar el famoso kilo de billetes –un millón de pesetas de la época- a ese revolucionario llamado Manuel Benítez El Cordobés en la yema de los 60. El ciclón de Palma del Río se entretendría en pesarlos... Antonio Ordóñez, que se había retirado en 1962, tenía previsto reaparecer en 1965 picado por las cifras que manejaba el Benítez. Diodoro Canorea, resuelto, se presentó en Valcargado -una de las fincas de Ordóñez- una mañana de Navidad con una botella de Alfonso en la mano dispuesto a contratarl o en Sevilla.
El maestro pidió el dinero del Cordobés y Diodoro no tardó en salir de allí sin contrato y con la misma botella que, sin descorchar, repetiría idéntico viaje al año siguiente. Esta vez fue Ordóñez el que castigó a Canorea, que ahora sí venía dispuesto a aflojar el kilo de marras animado por la temporada histórica que había protagonizado el coloso de Ronda. Antonio Ordóñez, por fin, reapareció en la plaza de la Maestranza en 1967 y acabó con todo y con todos. Pero la memoria imprescindible de su hermano Alfonso –el grandioso torero de plata- rescata una anécdota que retrata el talento y la lealtad de aquellos hombres. Algunos años antes, en la plaza de Andújar, la taquilla presentaba un aspecto calamitoso. No se había vendido un papel pero Ordóñez pagó religiosamente a sus subalternos sin admitir ni un céntimo de Canorea -gestor del coso- que nunca consiguió que el genial rondeño accediera a liquidar sus honorarios.
En la tumba de Cúchares, bajo el crucificado de la Salud, el epitafio del célebre diestro de San Bernardo reza así: “Dichoso el que deje esta tierra sin dejar un enemigo”. La frase podría haber sido escrita para Diodoro Canorea, que dejó un recuerdo de bonhomía y rabiosa afición. Dio oportunidades, programó muchísimos festejos sabiendo que podían costarle el dinero y fue protagonista de no pocas anécdotas taurinas. Su frase “la plaza está ahí” servía para consolar a los ausentes. Si había alguna diferencia con los toreros, pronto se olvidaba... Iba a ser relevado por su hijo Eduardo y su yerno Ramón Valencia en una temporada, la de 2000, que tampoco se iba a escapar de alguna polémica y hasta de la pulverización de la exclusiva con Morante de la Puebla que había alentado su padre y suegro. Todo ha cambiado. Ya han pasado 25 años...
Un grupo de amigos y familiares muñidos por José Luis del Serranito -impulsor de un monumento que se quedó sin lugar para ser erigido- se reúnen en la tarde de este martes en la capilla de la Carretería para celebrar una eucaristía al cumplirse el XXV aniversario de su fallecimiento. La historia o la casualidad han querido que la efemérides coincida con el inicio del último año que fija el actual contrato de arrendamiento entre la empresa Pagés y la Real Maestranza de Caballería. En 2000 finalizaba una etapa, la más larga de la historia de la empresa al frente de la plaza de toros. Al final de 2025 se revisará otra.
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