El denuedo también se premia
12ª de abono de la Maestraza | La Crónica
Emilio de Justo se erige en triunfador de la tarde a base de constancia
El Cid y 'Dorado' protagonizaron el diálogo cumbre del festejo
Daniel Luque quiso, pero no tuvo opciones
Contracrónica: Muy pendientes de los 'grises'
Galería gráfica: Las fotos del festejo
Galería: Puerta del Príncipe de la duodécima de abono
Ficha del festejo
Plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla. GANADERÍA: Seis toros de La Quinta, de presentación magnífica y con un gran toro, el primero, que obtuvo el premio póstumo de la vuelta al ruedo. TOREROS: Manuel Jesús ‘El Cid’, de catafalco y oro, oreja con fuerte petición de la segunda y ovación y saludos. Daniel Luque, de corinto y azabache, ovación y saludos en ambos. Emilio de Justo, de negro y azabache, una oreja en cada toro. CUADRILLAS: Destacaron a pie saludando Lipi, Juan Maguilla, Iván García, Jesús Arruga y Abraham Neiro. A caballo lucieron Manuel Jesús Ruiz ‘Espartaco’ y Juan Bernal. INCIDENCIAS: Duodécima corrida de abono en tarde primaveral con rachas de viento. La plaza se cubrió en casi su totalidad.
NUEVO entradón, uno más, y casi tan sorprendente como lo de ayer. Llegaba un hierro de culto, repetía el que iba como aspirante serio a ocupar el pregonado trono de Sevilla, estaba en el cartel un viejo triunfador en este coso y completaba la terna un torero que había tocado pelo en su comparecencia del pasado martes. Tradúzcase y nos encontramos con toros de La Quinta para El Cid, Daniel Luque y Emilio de Justo, un cartel interesante que se reflejaría en la taquilla mucho mejor de lo esperado. Y llegados a esto la pregunta es si los farolillos han recobrado la importancia que antaño tenía en la afluencia de espectadores.
Y la tarde empezaba que ni a echarse a soñar, pues aparecía una preciosidad de toro cárdeno ovacionado por su lámina y que resultaría una auténtica máquina de embestir a las telas de El Cid. Qué magnífico presagio, cómo justificaba Dorado el prestigio que en el aficionado tiene el encaste santacoloma. Qué suerte la de Manuel Jesús encontrarse con ese toro para tirar el único cartucho de que disfruta, pero qué suerte la de Dorado por encontrarse en manos de ese gran muletero que ha sido, es y será el saltereño. Verónicas y delantales en el primer tercio, bien picado por Espartaco, brindis a la plaza y a torear sin probaturas.
Primero en redondos interminables para ir al palo preferido de Manuel Jesús, el de hacer del natural una obra plena de perfección, temple y largura. Era una faena de dos orejas con mucha fuerza, pero, como tantas veces a lo largo de su carrera, el estoque no fue su aliado. Entró por derecho, pero cayó trasera y caidita, por lo que Fernando Fernández-Figueroa no pudo concederle la segunda oreja que tanto se pedía. Y también acertó sacando el pañuelo azul para la vuelta al ruedo del magnífico santacoloma.
Su segundo toro también fue ovacionado de salida y Manuel Jesús creyó en él desde el primer momento, tanto que se lo brindó a su hijo Manuel. Se llamaba Jilguerito y era otro dije, pero blandeaba y eso condicionó la labor de su matador. De tan despacio que embiste fue suficiente para espantar la emoción. Manuel Jesús lo lleva muy templado, como pide el toro, pero aquello no llega y no hay más remedio que abreviar para que otra vez la espada funcionase sin acierto.
Daniel Luque se encontró con el lote menos favorable de la tarde y ya verá cómo sería la pareja que el gerenense se fue de vacío, con lo difícil que eso resulta ante el momento que atraviesa. El primero se lo brindó a la plaza y su segundo se lo dedicó a Álvaro Martínez Conradi, el ganadero de La Quinta. Ímprobos los esfuerzos de Luque por revalidar lo que llevaba de Feria, la falta de fuerza se lo impidió. A Ibicenco lo mimó en la muleta mediante llevarlo a media altura, sin atacarle en una faena pulcra, muy torera, como de salón y de uno en uno para que la debida transmisión no apareciese. Al quinto, de nombre Ligero, lo recibe a la verónica y es replicado por Emilio de Justo con chicuelinas. Por más que lo mima a base de temple y suavidad, Daniel no encuentra recompensa y sale de la Feria con el crédito revalorizado por lo conseguido en sus dos tardes anteriores.
Emilio de Justo iba a erigirse en triunfador de la tarde por el número de trofeos, una oreja de cada toro. Eso fue fruto del empecinamiento, de no darse por vencido bajo la vieja conseja de que el que la sigue la consigue. Buen torero, sin duda, el extremeño no cejó en momento alguno para hacerse con la tarde. Con Palomito, su primero, hizo vibrar muy pronto y luciendo más en redondos que al natural. Es un toro muy aprovechable que Emilio aprovechó hasta sacarle la última gota de bravura. Lo mató de una gran estocada y oreja al canto. En el sexto daba la impresión de que todo el pescado estaba vendido, pero tenía que rentabilizar las largas de rodilla a Bienvenido, le brinda su muerte a El Cid y emprende una labor estajanovista que tendrá su recompensa cuando ya nadie lo esperaba. Y es que el mérito de su denuedo tuvo la firma de un estoconazo formidable, con lo que otra vez tocó pelo. Y así, la esperada corrida de La Quinta acabó con más ruido que nueces.
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