Cuitas, despedidas y un ministro sectario

EL REPASO

El aplazamiento del festival benéfico del 12 de octubre, la lesión de Borja Jiménez, la muerte de ‘Cobradiezmos’, la despedida de Ponce o la enésima falta de respeto de Ernest Urtasun ocuparon los dimes y diretes de los aficionados en la semana que se fue 

El Juli a Urtasun: "Feo detalle, señor ministro..."

'Cobradiezmos', un toro para la historia de la Maestranza

Urtasun contempla con gesto displicente la entrega del Premio Nacional de Tauromaquia a El Juli.
Urtasun contempla con gesto displicente la entrega del Premio Nacional de Tauromaquia a El Juli. / Casa Real

El Repaso de la semana taurina que se fue tendría que haber comenzado con el eco del festival organizado en homenaje a Curro Romero y a beneficio de la Hermandad de los Gitanos y la asociación Nuevo Futuro. Pero las lluvias de este otoño que sí se parece a si mismo aconsejaron mover el festejo una semana larga con una razonable antelación. Sin esperar a la hora del paseo, sin necesidad de obligar a los toreros a viajar y vestirse; de embarcar el ganado o pegarle la correspondiente mojá a los espectadores expectantes que, con su entrada en la mano, echarán un cable bien gordo a las obras sociales y asistenciales de ambas entidades. 

Antes de la suspensión, el festejo ya había acaparado algún titular por lo que todo el mundo ya sabía: Morante no se iba a vestir de corto y será sustituido por El Cid, muy de la casa Pagés. No cabía otra, por más que se quisiera pintar una realidad que chocaba con la más elemental lógica taurina: después de haber cortado la temporada; de haberse visto imposibilitado para afrontar la cita de San Miguel no cabía un paseíllo menor en la plaza de la Maestranza. La pregunta del millón es otra y seguramente nadie será capaz de contestarla ahora. Ni siquiera el propio torero. ¿Podrá afrontar la temporada 2025? Ya lo escribimos no hace mucho: primero está el hombre y después del torero… Volviendo al festival: ya saben que se celebrará el próximo domingo echando el candado definitivo a una temporada que será convenientemente desmenuzada en las pantallas y las páginas de este periódico.  

El dilema de Borja 

Pero la semana ha alumbrado otros asuntos de distinto calado, como el corte de temporada –en realidad le quedaban sólo tres funciones- de Borja Jiménez que tuvo que decir basta después de cumplir con el mano a mano otoñal de Madrid. Lo afrontó infiltrado y con una férula para reducir la fractura que se produjo en la ganadería de Santiago Domecq, justo un día después de su gran faena en Sevilla, la segunda tarde de la Feria de San Miguel. El percance, de alguna forma, le ha liberado de un compromiso a contrapelo en el que la lista de riesgos superaba con creces a los beneficios. Hablamos del festival organizado por el Club Taurino de Bilbao que se tenía que haber celebrado este mismo domingo.  

Borja había aceptado encerrarse en solitario con seis reses de Zalduendo en un escenario, el coso de Vista Alegre de Bilbao, que atraviesa un momento muy delicado y de compleja reversión. Hacer el paseíllo en una plaza desolada como colofón a una temporada llena de logros era una decisión descabellada que se suma a otros errores de estrategia en una campaña, la de 2024, en la que el matador de Espartinas ha dado la barba y ha sorteado algunos codazos. Ahora toca rentabilizar esos logros sin desperdiciar la pólvora en salvas. 

Ponce emuló sus comienzos al vestirse de blanco y plata para despedirse de la plaza de Valencia.
Ponce emuló sus comienzos al vestirse de blanco y plata para despedirse de la plaza de Valencia. / EFE

Adiós a Enrique Ponce 

Hay más cosas que comentar, como la impresionante despedida española de Enrique Ponce que aún tiene que darse un último baño de multitudes por esos ruedos americanos que se parecen ya tan poco a los que contempló el propio maestro valenciano en sus años de vino y rosas. Y en Valencia fue, precisamente, el adiós a las plazas de acá. Con Francisco cantando su maravilloso himno y el público volcado con un acontecimiento que estuvo a punto de gafar un palco reglamentista.  

La tarde, condicionada por el viento y el mal juego del ganado, caminaba hacia el sumidero pero la lidia de un sobrero providencial de Juan Pedro Domecq -aceptado a trancas y barrancas por la autoridad- permitió cambiar las tornas para que Ponce encontrara la definitiva comunión con los suyos en una impresionante apoteosis que siempre recordarán los que la vivieron. Se va un gran torero que llenó una época muy particular del toreo, tan distinta a la actual.  

El maestro de Chiva supo tirar del carro en aquellos años de productivismo en los que la tauromaquia navegaba con desenfadado desparpajo en los medios y la sociedad de una España que, en realidad, echamos de menos. Sus formas, su toreo y hasta el fundamento de su propia tauromaquia pertenecen a esos años y ya tenían escasa vigencia en los modos y los gustos de hoy. En cualquier caso, esta gira del adiós ha salido como se planeó. Enhorabuena, maestro. 

No se vayan, que todavía hay más: en estos días también se hablado largo y tendido de la muerte de Cobradiezmos, el grandioso toro de Victorino Martín que logró el perdón de su vida en la Feria de Abril de 2016 gracias a la solvencia y la generosidad de Manuel Escribano, que escaló una de las cumbres de su vida taurina. El toro sucumbió a una pelea con sus iguales –el campo bravo no es una película de Disney ni el paraíso que pintan los ecologistas de salón- pero ha dejado una impresionante simiente que marca el rumbo del presente y el futuro próximo de la fundamental vacada cacereña. ¡Gloria a los toros bravos! 

Un ministro grosero y un torero con clase 

Ha habido más cosas que comentar en una semana en la que hay que anotar el gran triunfo zaragozano de Daniel Luque o la recuperación de Roca Rey pero no podemos concluir sin comentar otro tema candente que ha retratado de cuerpo entero el sectarismo de Ernest Urtasun, ese ministro de cuota que quiere convertir la cultura –con minúscula- en un ariete ideológico. A la estúpida descolonización de los museos hay que unir esa batalla antitaurina que, rozando la prevaricación, le ha llevado a suprimir el Premio Nacional de Tauromaquia, única concesión de los presupuestos generales del estado a este mundillo invertebrado que a veces no sabe de dónde le llueven los palos.  

Pero hace algunos días se tuvo que tragar un sapo en la entrega de los Premios Nacionales de Cultura presididos por los Reyes, contemplando a El Juli –señor y maestro- recibir el último galardón que se concedía después de la arbitraria decisión del ministerio. Urtasun y su segundo se negaron a aplaudir al torero que, elegantemente, les ofreció su mano. Se la estrecharon con cara de póker. Eso se llama clase, señor ministro. Ya lo dijo Juncal, preguntado por Búfalo después de encontrarse con su antigua mujer: “Lo peor fueron los adornos…” 

Nos vamos ya y lo hacemos acusando recibo –el gran Paco Moreno siempre al quite- de una efeméride. El pasado sábado, festividad de la Virgen del Pilar, se cumplía el 60 aniversario de la alternativa del torero algabeño José María Aragón. Gozó de ambiente como novillero y llegó a formar pareja con el mismísimo Paco Camino en aquellos años de sueños, antes de acceder a ese doctorado que recibió de manos de Andrés Hernando y en presencia de Palmeño con un toro de Guardiola Soto. La vida y el toreo le vistieron de plata y ha podido celebrar con los suyos el aniversario redondo de su alternativa frisando los 85 años. Felicidades y enhorabuena. 

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