La magna
El príncipe dio con su 'Príncipe'
Toros | Cuarta corrida de abono de la Real Maestranza de Sevilla
Daniel Luque se encarama en el escalafón mediante un recital de toreo cortándole las dos orejas al quinto
Miguel Ángel Perera y Francisco de Manuel, muy por encima de sus lotes
Así hemos contado la corrida
Ficha
Plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla
GANADERÍA: Seis toros del Parralejo, justos de presentación y de juego mediocre hasta que salió Príncipe en quinto lugar, siendo premiado con la vuelta al ruedo.
TOREROS: Miguel Ángel Perera, de blanco y oro, silencio en ambos. Daniel Luque, de corinto y oro, saludos y dos orejas. Francisco de Manuel, de azul marino y oro, saludos y palmas.
CUADRILLAS: Saludó en banderillas Curro Javier y destacó con el capote Javier Ambel. A caballo destacó Alonso Sánchez.
INCIDENCIAS: Cuarta corrida de abono en tarde muy agradable. La plaza se cubrió en algo más de la mitad de su aforo
Íbamos a ver la corrida del amigo que ya no está con el ánimo alto, la ilusión en buen estado y la esperanza de que los toros le dieran una buena tarde a él y a los suyos, Pero aquello iba de decepción en decepción y hasta nos llegamos a temer que los toros buenos se hubiesen quedado en el campo. La corrida, que estaba justa de presentación, iba saliendo impropia de ese hierro que con tanto mimo crió Pepe Moya. Toros que se derrumbaban o que se quedaban prácticamente inválidos a causa del gran número de volantines que se pegaron.
Estábamos poniéndonos en lo peor, pues ya habían ido cuatro al desolladero entre pitos en el arrastre. Pero donde hay solera ha de salir una buena bota y eso ocurrió con el quinto toro. Curiosamente, en las cuatro corridas que llevamos, el éxito en todas llegó en el quinto. El Juli el Domingo de Resurrección, Ruiz Muñoz con la de Bohórquez y Álvaro Lorenzo con la de Santiago Domecq.
Este toro quinto se llamaba Príncipe, negro como la noche y el de más peso de la corrida. Un príncipe lo esperaba con las del beri tras haber visto cómo su esfuerzo no había valido para nada en su primero. Y ese príncipe del toreo llamado Daniel Luque salió a comerse el mundo y como con toda la cuerda dada. Este torero ha cuajado en lo que se presentía cuando salió y aunque después se sumiría en una sima que parecía sin fondo, a base de redaños sacó a flote toda la torería que atesora para auparse a la cima del escalafón.
Y a lo que íbamos, que salió Daniel como un león con ese capote que tan bien maneja para un recital de lances que nos parecieron monumentales los del pitón derecho. Pero Príncipe nos hizo temer lo peor cuando imitó a sus hermanos dando un tremendo volantín. Pasó que en las manos del gerenense aquello no fue a más y el toro, tras brindarse su muerte a la plaza, derivó a convertirse en colaborador de una obra excelsa salida de las manos de un torero de una vez. Combinando el arrebato con el desmayo, el redondo con el natural para una sinfonía torera que se iba desarrollando bajo los sones de esa cumbre musical que es Suspiros de España.
La plaza estaba entregada, frenética ante el toreo que desarrollaba uno de los nuestros. Porque resulta que Daniel Luque, ese torero que tantas ilusiones despertó y tantas frustró, torea en la Maestranza como si estuviera en el patio de su casa. A la hora de matar se fue tras la espada, el toro cayó, pero el puntillero no tenía su tarde y prolongó la agonía de un toro que murió como muere un toro bravo. La vuelta al ruedo para Príncipe y las dos orejas para un príncipe del toreo llamado Daniel Luque.
Fue la cima de una tarde en la que se presentaba el madrileño Francisco de Manuel. Espléndidamente vestido para la ocasión ha dejado ganas de volver a verle. Nos pareció un torero con buen fondo y que sabe vender su obra. Tiene empaque, se le da bastante bien lo de llenar la escena y observa un concepto del toreo de esos que apetecen volver a ver. Hizo el paseo destocado en su debut sevillano y dejó una impronta de buen muletero en su primero con el mérito añadido de no haber encontrado un mínimo de colaboración en su lote. En su primero se mostró muy por encima del toro, mientras que en el otro sacó muletazos magníficos que parecían capítulos sueltos de una obra sin redondear. Mató con prontitud a ambos y fue aplaudido.
Tenía Miguel Ángel Perera un único cartucho en su canana y mejor que se hubiera quedado en casa, pues se estrelló en un lote imposible, pues si el primero apenas transmitía, el cuarto se derrumbó en las primeras tomas de contacto. Una pena que un torero tan poderoso como el extremeño se encuentre con una materia prima tan inservible. No se merece Perera salir de Sevilla con ese sabor de boca y esperemos que el tiempo le dé la oportunidad de poder reverdecer viejos logros. La tarde dio de sí lo que ofreció el quinto toro de la tarde, ese Príncipe que se puso a disposición de la granazón y la torería de un príncipe del toreo que pasó de verle las orejas al lobo a subirse encima del escalafón y que se llama Daniel Luque.
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