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La cima, la sima y la eterna espera

Córdoba vive de su pasado, dorado y grande por cierto, pero que mira poco por su futuro

Siempre es crítica consigo misma y recela de todo aquello que puede aportar aire fresco

Concentración de la Escuela Taurina en el Coso de Los Califas de Córdoba
Salvador Giménez

18 de agosto 2019 - 05:00

Continúa Córdoba sin perder un ápice de su singular personalidad. La ciudad, el pueblo como la nombró Baroja, es apática por naturaleza. Siempre permanece indiferente ante todo lo que en ella acontece. Ya lo dejó escrito el escritor donostiarra en su novela La feria de los discretos, cuya acción transcurre en Córdoba y que describe esa personalidad de la ciudad, prácticamente inalterada desde que su autor la concibiera hace un siglo. Esto no está muerto; Córdoba es un pueblo que duerme, afirma Baroja en las últimas páginas de su novela. Todos, especialmente muchos cordobeses, esperamos que algún día se despierte de una vez y se sacuda esta galbana que viene arrastrando de manera tradicional.

En lo taurino, Córdoba es igual. Vive de su pasado, dorado y grande por cierto, pero que mira poco por su futuro. Siempre es crítica consigo misma y recela de todo aquello que puede aportar alguna corriente de aire fresco. Mientras tanto, la Córdoba taurina las ve venir. No lucha por su futuro, solo espera algo extraordinario que la saque del ostracismo y habitual desidia. Lo malo es que Córdoba está acostumbrada a la gloría. No se conforma con término medio. O se está en la cima o en la sima de la indiferencia. Tal vez por ello prefiera vivir de las añoranzas de la elegancia lagartijística, del absolutismo guerrista, de la raza de Machaquito, del estoicismo de Manolete e incluso de la revolución cordobesista.

A fecha de hoy, el panorama es triste. El coso de los Califas continúa sin albergar un mísero espectáculo taurino. Es ahora cuando se añoran las novilladas nocturnas a la luz de la luna y bajo las estrella más que nunca. Las clases prácticas de las escuelas han acabado con ellas, y no es que estos festejos sean censurables, sobre todo porque sirven para que los alumnos de las escuelas taurinas den sus primeros pasos.

¿Pero qué ocurre cuando muchos de ellos las abandonan? La respuesta es sencilla. Se quedan en casa. Las llamadas clases prácticas han ocupado en muchas ocasiones el lugar de las novilladas sin picadores, su organización es menos laboriosa administrativamente y económicamente resultan mucho más baratas, por lo que muchas empresas y ayuntamientos optan por ellas en detrimento de las novilladas sin picar.

No solo es esa añoranza de los festejos menores.

La Córdoba taurina está, como dijo Baroja, dormida. Tal vez espera un nuevo estandarte que ondear. El último al que se agarro fue cuando irrumpió, y con qué fuerza, Finito de Córdoba. Fue la última época en que la afición cordobesa despertó de su habitual letargo, llenando el coso de Los Califas en varias ocasiones y entregándose a un torero al que idolatró hasta unos límites insospechados. Hoy, con el torero aún en activo, Córdoba ha optado por volver a su habitual apatía.

Es lo más fácil para ella, aún cuando el torero continúa deleitando al público con su elegancia y sus formas toreras de sabor añejo, ante la medianía, salvo contadas excepciones, del escalafón actual. Si Córdoba fuese de otra manera, Finito de Córdoba sería un torero de culto al que seguiría como lo siguió en los años dorados, pero tristemente no es así.

El último movimiento que pareció mover a Córdoba, fue la concentración que convocó el Circulo Taurino en la plaza de toros para reivindicar la defensa de la fiesta de los toros. Cierto es que fue numeroso público el que allí se congregó, pero todo mucho tememos, que ha quedado en agua de borrajas. Solo cabe esperar, como es costumbre. Saber qué empresa regentará el año que viene el coso califal y sobre todo saber si vienen de verdad a trabajar para recuperar algo que ya languidece demasiado, o solo convertirse en otra ave de paso, que cave un poco más la fosa.

Por lo pronto nos queda la provincia. Villanueva de Córdoba celebró su tradicional corrida, donde la Córdoba taurina capitalina no respondió como debiera, pese a que se anunció el último estandarte que enarbolo. Priego de Córdoba y Pozoblanco también han dado a conocer sus carteles. El de Cabra y Lucena, donde algo se programará, están al caer. Mientras la vida sigue. Córdoba continúa a la espera. Siempre dormida ¿despertará algún día?

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