El Cid rompe con Santi Ellauri

Manuel Jesús El Cid y Santiago Ellauri, han dado por finalizado un vínculo profesional que les ha unido en las dos últimas temporadas aunque su relación se remontaba hasta el año 2002, cuando el diestro de Salteras, que había tomado la alternativa en Madrid en 2000, sólo era un incipiente matador que se abría paso en el toreo y había decidido poner su carrera en manos de Manuel Tornay y el propio Ellauri, estrechamente vinculados al organigrama de la empresa Pagés. 

Ambas partes han coincidido al destacar “que el vínculo personal está muy por encima del profesional y que hace que esta separación se produzca de una forma natural y buscando en todo momento lo mejor para la carrera del torero”, según han afirmado a través de un comunicado difundido este martes por su gabinete de prensa en el que se subraya el grado de esa amistad, “casi un lazo familiar, que prevalecerá siempre por encima del horizonte profesional en el que ambos se encuentren”. 

En cualquier caso a nadie se le escapa que el matador de Salteras había quedado muy lejos de los objetivos marcados cuando decidió reaparecer al finalizar el otoño de 2022, dando carta de naturaleza a los insistentes rumores que lo situaban haciendo temporada al año siguiente. La vuelta llegó en la Feria de Abril de 2023, anunciado con sus toros de Victorino Martín y cortando una oreja que le devolvía a sus mejores fueros. Pero en aquella temporada sólo llegaría a vestirse de luces en siete ocasiones y en la campaña que acaba de finalizar lo ha hecho una tarde más. El aumento de la calidad y la cantidad de esas actuaciones ha debido pesar a la hora de tomar esta decisión que busca rentabilizar sus últimos años en activo. 

El Cid se había marchado de la profesión en 2019 después de anunciar una gira de despedida que afrontó de la mano de Manuel Martínez Erice. Antes había roto con Marcos Sánchez Mejías que había sucedido efímeramente a sus apoderados históricos, Manolo Tornay y Santiago Ellauri, con los que cubrió los años más determinantes de su carrera, cimentada en tres plazas fundamentales: las de Sevilla, Madrid y Bilbao. Todo había arrancado definitivamente a raíz de encontrarse con un gran toro de Victorino Martín en el ruedo francés de Bayona el primero de septiembre de 2002, al que cortó un rabo. Era la primera vez que estoqueaba una divisa que marcaría profundamente su carrera, que vivió sus años de mayor trascendencia profesional y artística entre ese encuentro providencial de Bayona y la encerrona bilbaína de 2007, definitiva antología de la recia y clásica tauromaquia del matador sevillano.