ESPECIAL MATADORES (I)
Borja Jiménez: llegar y mantenerse
ESPECIAL MATADORES (I)
El diestro sevillano es uno de los nombres indiscutibles del año que quedó atrás. Triunfador de Madrid y Bilbao, entre otras plazas, ha cubierto una sólida y regular temporada que debe apoyar su entrada definitiva en la primera fila, cercada por un escalafón cerrado y avejentado y lastrada por la mentalidad cortoplacista de una patronal que no parece dispuesta a romper ninguna baraja. Pero Borja iniciaba el año desde dos trampolines: su triunfo contante y (re)sonante en la Feria de Otoño de Madrid de 2022 ante la corrida de Victorino Martín –que le puso a funcionar con el aire de los bombazos de otro tiempo- y el feliz colofón de las negociaciones con la empresa Pagés que le sirvieron para reforzar su vitola de torero de ferias de cara a la trascendental temporada que se le presentaba por delante. A partir de ahí tocaba apretar hasta en los tentaderos…
Pero el matador de Espartinas iba a iniciar la campaña –ha concluido con 42 corridas toreadas, casi la mitad de ellas en plazas de tercera- puntuando desde el primer día: lo hizo saliendo a hombros en Castellón en el mano a mano dirimido con el diestro local Paco Ramos y ante los mismos toros de Victorino que había reclamado Daniel Luque para estoquear en solitario. En Valencia, anunciado con Cayetano y Juan Ortega, se quedó en el dintel de la puerta grande gracias a la buena administración de sus propias posibilidades tirando de la mejor herencia espartaquista.
El primer rubicón de la campaña había pasado pero en el horizonte, después de un par de contratos menores, aparecía la plaza de la Maestranza. Había pasado de ser un torero en busca de oportunidad a uno de los matadores base de un abono en el que había ajustado tres tardes. En la primera de ellas la bola premiada del buen encierro de El Parralejo se la llevaría Miguel Ángel Perera y Borja, que echó una oreja a la talega, no terminó de ser valorado del todo en su valiosa labor a un sexto sin clase ni humillación que sirvió de calibre de su actitud y su aptitud.
Donde le estaban esperando de verdad es en la corrida de Victorino Martín, el hierro de su vida. Anunciado con Roca Rey y Escribano, la corrida acabaría pasando al podio de la Feria por la épica actuación del matador de Gerena que fue cogido, operado sin anestesia general y acabó siendo el triundador definitivo de un festejo en el que el peruano fue medido con lupa y Borja Jiménez instrumentó una faena densa y trabajada, posiblemente inadvertida, sólo apta para aficionados de hueso colorado.
La siguiente meta de la temporada –después de pasar por Zaragoza y torear una mixta sin sentido en un pueblo de Toledo- era Madrid. En la primera cita se iba a encontrar con Experto, un exigente ejemplar de Santiago Domecq que le puso a prueba y se marchó con una oreja menos. En la Corrida de la Prensa, mano a mano con Ureña, falló esta vez la corrida de Victorino pero la que no iba a fallar era la de Victoriano del Río, convertida en pasarela del triunfo en una tarde de enredos presidenciales. Borja iba a protagonizar, a la postre, la única salida a hombros del ciclo isidril. Volvía a elevarse en el Foro; ya era el triunfador indiscutible del mundial del toreo pero el asalto definitivo a la primera línea seguía resistiéndose…
Con la primera cosecha, tocaba navegar por el curso medio de la temporada. Puntuó en Albacete y volvió a cruzarse con sus victorinos en Alicante aunque el acero le iba a privar de una nueva salida a hombros. Le esperaba Pamplona, el mismísimo 7 de julio, pero acabaría recibiendo una extensa cornada, decidido a amarrar el triunfo a sangre y fuego. A partir de ahí iba a forzar la reaparición para encerrarse con seis de Victorino en la Línea de la Concepción, saldada con un nuevo triunfo y una vuelta atrás en la recuperación de la herida. ¿Había merecido la pena el empeño? La reaparición llegaría en Azpeitia, con el estreno de agosto, un mes que le vería pasar –además de algunos cosos tan intrascendentes como innecesarios- por las plazas de Ciudad Real –donde fue ninguneado por el palco- y Málaga antes de escalar la cumbre de Bilbao que iba a redondear la gran importancia de su temporada y su decisión en los grandes escenarios. Fue en otro mano a mano, esta vez con Daniel Luque, que se acabaría resolviendo a favor del de Espartinas que alió su entrega indeclinable al mejor lote de Fuente Ymbro.
Aún quedaba el descenso por los meandros de septiembre que incluyó otros capítulos innecesarios como el mano a mano ecuestre de Cabra. Pero el torero venía a pleno rendimiento e iba a cuajar una de las faenas más importantes de su particular campaña a un toro de Domingo Hernández en Albacete. Sin solución de continuidad iba a sumar dos puertas grandes en Salamanca, con Logroño en medio. Quedaba la tercera cita de Sevilla, resuelta con la gran faena al toro de Garcigrande que mezcló entrega, capacidad, desparpajo, sentido de la escena y una indeclinable ilusión. La espada, eso sí, no iba a estar a la misma altura y le impidió pasear las dos orejas que se había ganado.
Las cosas se iban a complicar al día siguiente en un entrenamiento campero en Garcisobaco, la finca de Santiago Domecq. La fractura de un dedo iba a enredar el final de la temporada obligándole a torear infiltrado en Madrid –donde la lesión se agravó- y sentenciando su incomparecencia en el Pilar de Zaragoza y en el festival del Club Taurino de Bilbao, una cita a contrapelo, asumida en solitario, en la que había muchos más riesgos que ventajas…
La asunción de esos errores de estrategia debe ir paralela a la rentabilidad de los triunfos cosechados. Borja puede, debe y necesita cruzar una nueva línea que no sólo depende de sus esfuerzos en la plaza. También está frenada por ese sistema cerrado que ha convertido las ferias en bloques monolíticos. La primera meta está conseguida: llegó pero ha conseguido mantenerse. Eso era lo más difícil.
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