Borja Jiménez: expediente X
SEGUNDA DE SAN MIGUEL: LA CONTRACRÓNICA
El matador de Espartinas ha confirmado en la plaza de la Maestranza que su sitio está en la primera fila
El torero mostró una ecuación de entrega, capacidad, calidad e ilusión para aprovechar al mejor ejemplar de Garcigrande
La segunda de San Miguel, toro a toro
El triunfo de la aritmética
A estas alturas cabrán pocas dudas. Borja Jiménez ha cubierto una temporada para enmarcar en la que ha salido triunfador contante y sonante de Madrid y Bilbao -puertos de primera de la larga campaña- y ha estado a las puertas de repetir el trance en la plaza de la Maestranza gracias a una faena que ha mezclado entrega, capacidad, desparpajo, sentido de la escena y una desbordante ilusión que ha trepado hasta el tendido.
La espada, ¡ay esa espada!, le ha impedido pasear las dos orejas macizas que ya le tenía cortadas al mejor toro del desigual envío de los campos de Salamanca, segundo de los reseñados en esta temporada que ya toca a retirada. Borja, en definitiva, ha mantenido intacta esa frescura que le llevó hace un año justo a alzarse sobre el gran encierro de Victorino en la feria de Otoño de Madrid, conviertiéndose en el definitivo suceso de aquella temporada. Entonces pudimos verlo por una televisión casi de estreno que ahora atraviesa horas dudosas y tenebrosas, que ésa es otra que merecerá su relato, como dicen los modernos y los progres que se fueron a cenar digiriendo la Concha de Oro del festival de cine de San Sebastián que ha ganado la película Tardes de soledad, un documental sobre la íntima y descarnada verdad del toreo que ha dirigido Albert Serra haciendo gala de una desacomplejada libertad creativa, extraña en estos tiempos de pan llevar. Enhorabuena.
Sirva el largo introito y sus derivadas para reivindicar el sitio de Borja Jiménez, para clamar por la definitiva ruptura de una baraja llena de cartas marcadas. Hoy, más que nunca, hay que denunciar la dictadura de la mediocridad, el hastío de los fontaneros del toreo, el hartazgo de esos tres o cuatro toreros manidos que usted y yo sabemos, la pulverización de los carteles preconcebidos, el olor a naftalina, las puertas cerradas, los trienios acumulados... Podríamos seguir apuntando un sinfín de factores que han convertido el desarrollo de las ferias en un plato precocinado y recalentado y al toreo de nuestro tiempo en un espectáculo previsible y cargado de tiempos muertos. El asunto tiene más subordinadas, atendiendo a la respuesta del público en la mayoría de las ferias en una hermosa reacción a la dictadura del pensamiento único. La patronal tiene el balón botando pero casi nadie tiene el sentido, la oportunidad y la sensibilidad de romper esos esquemas manidos.
La perorata viene a cuento de la propia situación de Borja Jiménez, protagonista de un auténtico expendiente X. ¿Qué tiene que hacer el valeroso diestro de Espartinas para romper el cerco? En estos días, en estas mismas páginas, se ha hablado del ejemplo de Paquirri, ese yunque que aprendió a ser martillo de la mano de Pepe Camará. Pero hablamos de taurinos con talento que sabían qué material estaban moldeando. Ese talento es el que se echa de menos en el panorama actual para abrir las ventanas y dejar pasar el necesario aire fresco. Borja se echó la tarde a la espalda, cuajó al bueno y se entregó a tope con el imposible. ¿Se ha convertido en un torero molesto?
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