Borja, una espléndida realidad
El pésimo uso de la espada evitó que el de Espartinas le cortase las dos orejas al quinto toro El mal juego de los ‘garcigrande’ dejó sin opciones a Manzanares y a Roca
Borja Jiménez, expediente X
Galería gráfica del festejo
Tras el triunfalismo de la tarde anterior y bajo los efectos de la tremenda división de opiniones creada en torno a la Puerta del Príncipe de Alejandro Talavante llegaba otro cartel rematado y que tenía la vitola del líder del escalafón. Al conjuro de Andrés Roca Rey se cuelga por doquier el anhelado cartelito de no hay billetes y ayer no podía ser una excepción. Era un cartel aparentemente rematado, pues quizá no viniese a cuento que lo abriese un Josemari Manzanares que anda como pidiendo un receso. Pero, en fin, el alicantino siempre contó con mucho cartel en Sevilla y de ahí que su nombre no esté de más en la terna de turno. Y de lo que no cabe duda es de que la inclusión en él de un torero tan emergente como Borja Jiménez estaba bastante más que justificada.
Así planteado el panorama iba a ser el de Espartinas el triunfador de la tarde y en honor a la verdad hay que resaltar que hubo un protagonista absolutamente negativo y fue la muy esperada, y deseada por la torería andante, corrida de Garcigrande. Por cierto en la corrida venía un toro ilustre, pues un hermano suyo colaboró trascendentalmente a la mayor gesta registrada en este ruedo durante el presente siglo. De nombre Ligerito, como su augusto antepasado, no fue ni una sombra de él. Más bien estuvo en perfecta consonancia con el resto del encierro, descastado y falto de fuerza. De un encierro salvado por el magnífico juego de Diablillo, lidiado en quinto lugar y con el que Borja Jiménez dio una lección magistral que malogró con la espada.
Pero ordenemos las ideas y nos encontramos con un Josemari Manzanares queriendo mucho y pudiendo no tanto que cuajó una pulcra faena con Anudado, un toro castaño que, como el resto, apenas transmitió algo. Manzanares estuvo brillante con el capote mediante unas verónicas que fueron replicadas por Borja en unas chicuelinas airosas y apretadas. Josemari inició la faena como en él es habitual, unos redondos rematados con un gran pase de pecho tras un cambio de mano que fue lo mejor de su faena. Y este gran matador que fue se atascó con el estoque matando a la última.
El cuarto se llamaba Tagarnino y lo mejor que le hicieron fue unos delantales con media soberana de Borja en el quite. Parado como si fuera de Guisando y no de Garcigrande se empleó el alicantino a voces y ni siquiera así impelía la embestida. Entre ¡eje! y ¡eje! aquello iba de un aburrimiento progresivo y el público agradeció que Josemari abreviase y la cosa terminase.
Queda dicho de antemano que Borja Jiménez, constituido ya en heredero legítimo de los gozos de Espartaco, fue el triunfador en solitario de la tarde gracias a su monumental faena con ese buen toro que fue Diablillo. Por lo pronto se fue a chiqueros en sus dos toros y en ambos salió con mucho lucimiento del trance. Con Bellaco, su primero, le sumó al riesgo de la portagayola el brillo de un magnífico toreo a la verónica, contestadas por Roca Rey con unas chicuelinas muy ceñidas. En este toro segundo, muy parado y sin fuerza, Borja estuvo muy por encima, le insistió por ambos pitones, pero no pasó nada. Donde sí pasó y mucho fue en el quinto toro de la tarde, con ese Diablillo que de salida ya mostró la franqueza de su embestida. Picado de forma superior por Tito Sandoval, Borja lo vio claro y se lo brindó a su hermano Javier. Estaba claro que ahí encontraría Borja el material ideal para una obra cumbre. Y es que lo realizado por fue caviar desde que arrancó por verónicas hasta que inició la faena con un perfecto toreo en redondos pero de rodillas. Atacó la banda de Tristán con Juncal y fue ese pasodoble como la banda sonora de una faena que entró de lleno en el cuadro de honor que forman las muchas obras de arte ejecutadas esta temporada en el coso del Baratillo. Pero fue una pena que una cumbre así se quedase sin trofeos por el desmañado uso del estoque, por lo que todo el premio quedó en una clamorosa vuelta al ruedo.
Dicen que quien da lo que tiene no está obligado a más y así se puede resumir el paso de Andrés Roca Rey por esta Feria de San Miguel. En su primero, de nombre Bandolero, un colorado de preciosa estampa, Andrés tuvo que ir a pararlo a los medios, de abanto como salió y, además, claudicó a la salida del caballo. Lo somete con su poderosa muleta y hasta logra cierta subida de temperatura ambiental. El limeño pone lo que no pone el toro, pero aun así se hace complicado que aquello funcione. Tanto que el propio Andrés manda parar a la banda porque nada tenía sentido. Y salió el sexto, ese Ligerito esperado con expectación por sus antecedentes familiares. Descastado y sin empujar hacia adelante, el toro dejó sin opciones a un torero que encuentra opciones debajo de las piedras, jamás vimos a Roca Rey dimitir tan pronto para irse por la de verdad en un abrir y cerrar de ojos, lo que comprendió a la perfección el auditorio. Y a la espera del duelo entre sevillanos de hoy nos estalla en la cara esa otra gran realidad de Sevilla que atiende por Borja Jiménez.
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