Sueños esféricos
Juan Antonio Solís
Nadie en el mundo más afortunado que Víctor Orta
4ª de abono de la maestranza de Sevilla | Crónica
Plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla GANADERÍA: Seis toros del Parralejo de fina estampa y de buen juego en general destacando el cuarto, que fue premiado con la vuelta al ruedo. TOREROS: Miguel Ángel Perera, de verde y azabache, oreja y dos orejas. Paco Ureña, de grana y oro, ovación y silencio. Borja Jiménez, de marfil y oro, oreja y ovación. CUADRILLAS: Destacaron a pie Agustín de Espartinas, Vicente Varela, El Fini y Vicente Herrera; a caballo, Juan Melgar y Alberto Sandoval. INCIDENCIAS: Cuarta corrida de abono en tarde primaveral. La plaza se cubrió en la mitad de su aforo. Miguel Ángel Perera salió en hombros por la Puerta del Príncipe.
VIENTO en popa y a toda vela, pues cuando parecía que la apoteosis del día anterior con la excelente corrida de Santiago Domecq tardaría en repetirse, ayer vivimos algo parecido. No exactamente igual, pero muy similar y con la guinda de una Puerta del Príncipe, la primera del ciclo, que enriquece lo ocurrido en el amarillo albero. Está claro que el éxito ayuda al engrandecimiento del espectáculo y ayer se veía cómo el personal tenía ganas de continuar la fiesta. Se lidiaba una corrida de El Parralejo, esa ganadería que Pepe Moya creó para un disfrute que lo estará viviendo desde una barrera del Cielo.
Estábamos en la víspera de lo que serán las corridas de puro y clavel, pero se trataba de un cartel con muchos alicientes. El principal era comprobar si Borja Jiménez sería capaz de revalidar sus éxito del pasado curso, pero también llegaba Paco Ureña con el recuerdo de alguna que otra obra de arte en este mismo lugar y abría la terna Miguel Ángel Perera, torero que siempre se quedaba sin dar el golpe definitivo en la mesa de Sevilla.
Y fue el extremeño el que saldría triunfador mediante el mayor éxito cosechado en la Maestranza desde el día de su debut, que fue en abril de 2006. O sea que el gran aldabonazo de Miguel Ángel en Sevilla ha tardado en llegar la friolera de dieciocho años. Pero nunca es tarde si la dicha es buena y en el rostro del torero podía verse cómo a la muerte de Oloroso se percibía la imagen de la felicidad en plena. ¿Y qué pasó para que el poderoso diestro extremeño tocase el cielo con sus manos? Pues pasó que basándose en la firmeza cuajó dos faenas perfectas para las condiciones de sus enemigos.
En el primero empezó sobreponiéndose al viento que reinaba en ese momento toreando para el toro con el capote y sometiéndolo a base de tesón y de quedarse quieto. Se llamaba Panadero y fue un toro con sus complicaciones, pues repetía, pero de forma irregular, alguna vez con el pitón de fuera. Miguel Ángel clavó las zapatillas en el albero y le ganó la pelea con unos redondos poderosos, lo metió en el canasto al natural y acabó en esos terrenos de cercanías en que tan a gusto se encuentra. Lo mató de forma contundente y una oreja al esportón. Y con la Puerta del Príncipe entreabierta, enseguida se le iba a escapar abrirla del todo. Y salió un máquina de embestir humillando de nombre Oloroso y pelo castaño con el que Miguel Ángel se explayó para cuajar una faena acorde con la clase del toro. Las dos orejas y a salir por el Paseo de Colón.
A revienta calderas salió Borja Jiménez, que no desaprovechó ocasión alguna de entrar en quites, que brindó los dos toros a la plaza y que le arrancó la oreja al castaño Mayoral mediante la vieja fórmula de ponerse en el sitio. Le cortó una oreja tras estoconazo y todo indicaba que aprovecharía sus opciones de Puerta del Príncipe. Pero el que cerró plazo no le ayudó todo lo que hubiese deseado. Borja se fue a portagayola y aquello calentó, sobre todo en una serie de verónicas rodilla en tierra. Empezó con pases de costadillo por arriba, siguió toreando por redondos para cerrar con un ayudado de pecho enorme. Se le notaba el ansia por redondear la tarde, pero aquello fue perdiendo altura. El toro no alarga el viaje y Borja logra retomar el nivel perdido con unos naturales de frente, pero de uno en uno a través de un epílogo que fue lo más notable de la faena. Mató de estocada y a esperar a la próxima, que será pronto, justamente pasado mañana con la corrida de Victorino.
Pasó Paco Ureña por su única corrida con más dignidad que fortuna. Con su primero, brindado a Álvaro Domecq, no encontró el calor del tendido que mereció y eso fue descorazonándolo. Y bien que hizo las cosas el murciano, sobre todo cuando se echó la muleta a la izquierda. Hubo petición de oreja, pero en menos medida de la merecida. En el quinto, todo se fue entre insistencias y enganchones tras buena tanda de redondos. Lo mató de estocada y su labor fue silenciada. Se acabó todo con Perera por al Puerta del Príncipe y la expectación desbordada ante el retorno hoy de Morante. A ver si el viento sigue soplando de popa, que Dios lo quiera.
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